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Desiertos naranjas atravesados por los rieles de un tren, un ferrocarril con más de 125 vagones que van llenos de carbón, y mares azules que contrastan con ese desierto. Detrás, uno de los departamentos con mayores índices de pobreza, poca agua y los wayuus, una comunidad indígena que se mueve entre Colombia y Venezuela. En medio de este panorama entre sombrío y turístico, el contrabando, una actividad que históricamente ha movido la economía de las comunidades que viven en el extremo norte de Colombia.
Según la Fundación de Educación Superior y el Desarrollo (Fedesarrollo), “el contrabando de cigarrillos en el país se concentra justamente en la ruta que une a La Guajira con Antioquia”. Aquel departamento representaba, para 2012, más del 49% de la participación regional en el contrabando de cigarrillos. Allí se hablan tres idiomas: el castellano, el wayunaiky y el árabe, y hay dos puntos álgidos desde los que se mueve un mercado ilegal: Puerto Nuevo y Maicao.
La antropóloga Matute Campusano advierte, en una investigación realizada por Santiago González-Plazas, asesor del Ministerio de Justicia y la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, que el contrabando “es una forma económica de trabajo digno y casi exclusiva de La Guajira. En éste se intercambian productos como alimentos, ropa, textiles, electrodomésticos, licor y cigarrillo (…) Esta actividad, el contrabando, se legitima al interior de la cultura local, por lo que se permite vivir en un estado de legitimidad en ésta aunque con cierto nivel de ilegitimidad frente al Estado”.
La existencia de una zona de régimen especial, compuesta por Maicao, Uribia y Manaure, le otorga al departamento la posibilidad de importar mercancías pagando un impuesto del 4% sobre el valor de las mercancías. El lugar autorizado por la Dirección de Impuestos y Aduana Nacionales (DIAN) para que ingresen estos productos es Puerto Nuevo, un embarcadero privado ubicado en bahía Portete. Una de las particularidades del lugar es que con los barcos cargueros también vienen cientos de trabajadores que se ven trajinados, igual que los embarcaciones. Su función, en la que pueden tardar entre tres y cinco días, es desembarcar hasta el último producto. Tablas de madera sostenidas con columnas del mismo material componen el pasillo por el que los hombres transitan para cumplir su función. La recompensa por esta ardua labor no supera los $200.000 por persona. Esa es la forma como la familia Ibarra ayuda a su comunidad: pagando salarios bajos y descontando del sueldo de los obreros la comida que consumen durante los días de trabajo.
Según el gobernador de La Guajira, José María Ballesteros, se están “buscando soluciones para la problemática de Puerto Nuevo. Queremos buscarles una viabilidad a la entrada de cigarrillos y textiles. Nos gustaría que sea regulada por una oficina de renta del departamento. Asimismo, que las cooperativas que manejan productos como el cigarrillo puedan pagar el tributo a la Nación y manejar el comercio en el departamento”.
El recorrido por tierra firme tiene tres destinos. Uno es Antioquia, donde se distribuye una parte, y la otra sigue su rumbo hacia Bogotá. Maicao, el tercero, es un gran mercado en el que se pueden conseguir electrodomésticos, ropa, zapatos, licores, cigarrillos y dulces.
Este municipio es estruendoso por la cantidad de locales comerciales, los carros y las motos que transitan. Es difícil caminar, no sólo por el tráfico, sino porque con cada paso llegan vendedores ofreciendo productos a precios más bajos, forjando una competencia con las mismas tiendas del sector. La “botellita” de whisky o una billetera de cuero genuino, aseguran los vendedores, terminan en la mano y el bolsillo del visitante.
La presencia turca no pasa desapercibida —no solamente por su acento y la forma tradicional como visten sus mujeres, que incluye la shayla—, pues allí fue construida la mezquita de Omar Ibn Al-Jattab, una de las más grandes de Latinoamérica. Según un exdirector de la DIAN, la actividad de grupos islamistas de Oriente Medio es financiada con la mercancía de contrabando que se mueve en esta zona del país.
En la mayoría de ocasiones, los cigarrillos que se distribuyen en Maicao no cumplen con las normas de distribución colombiana. Los sitios donde se vende el producto cuentan con un merchandising prohibido. Es decir, los vendedores atienden con camisetas estampadas con la marca del cigarrillo y las bolsas igualmente, pero tienen un elemento que más allá de todo esto los hace atractivos: su precio. La diferencia del costo entre un cigarrillo legal y uno que no lo es puede llegar al 50%.
“La consolidación de las marcas ilegales que se generó por el aumento en el impuesto al consumo ha sido uno de los factores que más han afectado el mercado legal. Si tomáramos todas las marcas de cigarrillos ilegales que hay en Colombia, sería la tercera en importancia en el país. En el caso de la Costa está en el primer lugar”, asegura el gerente contra el comercio ilícito de la British American Tobacco, Jerónimo Castillo.
A pesar de que La Guajira es uno de los focos de contrabando de cigarrillos y demás productos que entran al país sin pagar impuestos que más preocupan a las autoridades, el control sobre esta actividad se ve muy lejano, no sólo por el nivel de aceptación que existe en la comunidad sino porque, como dice el gobernador del departamento, es difícil combatirla mientras desde el Gobierno Nacional no se planteen soluciones laborales para quienes la ejerzan.
Mientras tanto, los conductores de los camiones descansan en chinchorros o sábanas amarradas al chasís de su vehículo. Cuando se copa la capacidad de carga de los automotores empieza su trabajo, peligroso por cierto, por ello son escoltados por camionetas.