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El año 2023 pinta particularmente retador en materia económica. A los retos estructurales que el Gobierno prometió encarar en las pasadas elecciones se suma una coyuntura difícil, que limita seriamente las herramientas con las que contará para ejecutar su mandato.
Empiezo por la coyuntura. En ella se destacan agudos riesgos macroeconómicos que mal haría el Gobierno en desatender, pues de consolidarse en realidades tirarían por la borda las buenas intenciones de cambio. La situación recuerda parte de la coyuntura que precedió a la crisis de 1998-2001. Como entonces, los colombianos y nuestro Gobierno venimos gastando de manera muy dinámica (como se refleja en un crecimiento del PIB bastante acelerado en 2021 y 2022), pero lo hacemos a crédito, es decir, financiados por inversionistas extranjeros. Esto, ni más ni menos, es lo que significa que tengamos un déficit externo cercano al 6 % del PIB: esa es la parte de lo que gastamos, que año tras año acabamos pagando con recursos que no generamos en el país.