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Santiago Montenegro tiene una ventaja enorme frente a muchos directivos de agremiaciones empresariales. Su profunda formación académica en el campo de la economía, su insaciable espíritu investigador y su paso por entidades públicas dedicadas a las tareas de planificación estructural le proporcionan una visión de conjunto para mirar más allá de las realidades inmediatas. Su principal motivación es llegar al fondo, sin detenerse en la forma.
Por eso, al reportar recientemente los resultados de los fondos de pensiones y cesantías para el período 2008 –quizás el más agitado en la historia de estas entidades–, Montenegro no se detuvo en discutir la caída de los rendimientos frente a su promedio histórico (15% nominal, 8% real), sino que destacó un hecho aún más ejemplar: haber podido mantener el resuello en momentos en que el sector financiero mundial estaba asfixiándose como consecuencia de su peor debacle desde la Gran Depresión, en los años 30. “Haber podido cerrar 2008 con rendimientos del 4,48% es una proeza frente a caídas del 30% y hasta del 50% en las bolsas latinoamericanas, incluida la colombiana”, dice.
Montenegro atribuye el modesto aunque satisfactorio desenlace a la prudencia de las compañías administradoras y a la existencia de un estricto código regulador, que obliga a éstas a diversificar los portafolios a la hora de invertir los ahorros de los trabajadores colombianos. Dentro del país, casi la mitad del portafolio está en títulos de deuda pública doméstica, conocidos como TES, o en bonos de tesorería internacionales. “Lo más importante para el inversionista es que las autoridades económicas mantengan en curso una política fiscal y monetaria que garantice la estabilidad de la deuda pública”.
Por ahora, enfatiza Montenegro, el riesgo es hipotético, pues se necesitaría que el déficit fiscal se saliera de cauce, desatando un caos financiero incontrolable y una desvalorización masiva de los TES. “Este sería el escenario más dramático, pero confiamos en que no va a ocurrir”.
A pesar de la trascendencia de los temas, habló con aplomo y tranquilidad en el restaurante Abalonga, en la zona G, de Bogotá. Suele hacer una pequeña pausa antes de hablar, manteniendo luego un hilo conductor, lúcido y coherente. Y aunque concuerda con todas aquellas acciones encaminadas a proteger el empleo vía el gasto en infraestructura y en estímulos para la inversión –las dos acciones estratégicas del gobierno de Álvaro Uribe–, también invita a ir más allá. “Hay que modificar el actual modelo de concesiones para los proyectos de infraestructura”, explica. “Es la única forma de vincular a los inversionistas nacionales e internacionales a proyectos de modernización en el país, convirtiendo así el ahorro y la inversión privada en un motor clave de la economía”.
Los fondos de pensiones, por ejemplo, pueden vincularse como accionistas de los proyectos de infraestructura, dentro de un ambiente regulatorio estable y una supervisión óptima. Montenegro se lamenta de que el marco regulatorio actual es obsoleto y está lleno de vacíos, y no representa un estímulo para los fondos de pensiones privados.
Pero antes que sentirse frustrado, Montenegro se declara optimista, especialmente si todas las fuerzas del mercado actúan con una visión de largo plazo. “Veo que los fondos de pensiones pueden jugar un papel muy importante en la construcción de futuro del país, porque ayudan a financiar las grandes inversiones en infraestructura, beneficiando, así, a toda la población y asegurando retornos de inversión estables en el largo y duraderos para los ahorradores. Para Montenegro, urge mirar más allá del hoy y del ahora.