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El mundo sigue reaccionando al asesinato del ex primer ministro japonés Shinzo Abe, funcionario que recibió este viernes un disparo durante un discurso público. El político no solo es reconocido por su largo mandato (2006-2007, 2012 - 2020), sino por sus fuertes reformas económicas que impulsó desde 2012. Una serie de medidas que fueron acuñadas como “Abenomics”.
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Esta política no puede estudiarse sin el contexto de la recesión de Japón de 1997, una crisis que se agudizó con el alza del impuesto al consumo que realizó el gobierno para hacer un ajuste presupuestal.
Desde entonces la economía japonesa tuvo un comportamiento ambiguo: si bien mostraba signos de estabilidad, esto no necesariamente se reflejaba en los indicadores económicos internos. Y el tsunami de 2011 fue un golpe adicional que provocó un estancamiento de la economía.
Precisamente esto fue lo que quiso terminar Shinzo Abe en 2012 con una serie de reformas para recuperar el dinamismo de la economía japonesa. Fue aquí cuando nació “Abenomics”, una política que tenía tres pilares.
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La primera apuesta fue una histórica política monetaria expansiva, que consistió básicamente en devaluar el yen al aumentar la cantidad de dinero en circulación. El objetivo era generar inflación (para alejarse del fantasma de la deflación) y de paso favorecer al sector externo al impulsar las exportaciones .
En segundo lugar implementó una serie de programas de gasto público que buscaban estimular el consumo y la demanda interna de la economía japonesa.
El tercer pilar fue una serie de regulaciones para mejorar la competitividad del sector privado, facilitando por ejemplo la contratación de personal extranjero e incluso flexibilizando el despido de lo que llamaron trabajadores “improductivos”.
Todavía no hay consenso de que “Abenomics” haya tenido un efecto positivo sobre la economía japonesa. Entre 2012 y 2019 el PIB de Japón creció a un ritmo de 1% en promedio. Y durante la pandemia esta economía se contrajo 4,5% en 2020 y cayó 1,6% en 2021.