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“Más canas, menos cunas”, así se titula el reciente informe de Corficolombiana ante el cambio demográfico del país. Una tarea que pone en aprietos las finanzas públicas si el país no se pone manos a la obra. ¿Qué se necesita? Además de la voluntad política, impulsar sectores que favorezcan a los adultos mayores, y de fondo, sostengan el crecimiento económico.
En 2024, el país registró 13,7 % menos nacimientos que el año anterior, según el DANE. El tercer descenso consecutivo, tras caídas de 7 % en 2022 y 10,1 % en 2023, que deja al país con 31 % menos nacimientos que en 2019. No es una caída cualquiera, sino, al menos un desplome.
El fenómeno, que venía asomándose desde la pandemia, se disparó desde entonces y ha sido más agudo que en cualquier otra economía grande de América Latina. Según el estudio, Colombia, que entre 2015 y 2019 apenas reducía su natalidad a un ritmo de -0,7 % anual, ahora lo hace a -5,4 %, más que el doble de velocidad de Chile (-4,6 %), México (-3,4 %) y Brasil (-3,3 %).
Perú es el único que cae más rápido (-5,5 %), pero Colombia es quien más aceleró.
El cambio no solo es estadístico, sino también estructural, irreversible (por ahora) y profundamente económico. En dado caso de ponerse manos a la obra, “el país puede aprovechar las oportunidades del envejecimiento si actúa a tiempo”, señala Corficolombiana.
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Hoy la edad mediana del país es de 32 años; pero si el curso actual continúa, en tres décadas será de 44. Ese cambio tomó 75 años en otras naciones desarrolladas. Aquí, ocurrirá en 30. En términos prácticos, Colombia dejará de ser un país joven en menos de una generación. Y lo hará (si continúa en la misma senda) sin haber llegado a ser rico, al menos en términos PIB, y por ende, per cápita.
De acuerdo con el estudio, Japón, por ejemplo, envejeció con una infraestructura sólida y una red de protección robusta, y por supuesto, un crecimiento económico sostenido. Colombia, por su parte, encara la misma curva demográfica con ingresos medios y una cobertura pensional limitada, además de un alto índice de desigualdad y una deuda fiscal apretada del cinturón.
Uno de cada diez colombianos tiene hoy más de 65 años. En 2050, será uno de cada cinco. En 2070, uno de cada tres. Mientras tanto, la esperanza de vida ya llegó a 77 años y superará los 85 para 2070.
La tasa de dependencia (la relación entre adultos mayores y población activa) subirá de 13 % actual a niveles que pondrán en jaque los sistemas de salud, pensiones y empleo.
Este fenómeno se responde por tendencias esperadas. Más mujeres en el mercado laboral (41,3 %), aunque todavía con una brecha de 17,4 % frente a los hombres (58,7 %), según el DANE. También se suma un mayor acceso a métodos anticonceptivos y decisiones conscientes de posponer (o evitar) la maternidad.
Tras la pandemia, se sumó la incertidumbre económica, inseguridad laboral, pérdida de confianza en el futuro. Factores que si bien ya podían coexistir con los anteriores, han tomado prioridad al momento de tener hijos. El resultado es que muchas mujeres simplemente no volvieron a tener hijos; y muchas otras, nunca lo harán.
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En 2023, el DANE proyectaba que el año pasado la población menor de un año sería solo 4 % inferior a la 2021. En realidad, la caída fue de 28 %. Una proyección desbordada por una realidad más crítica, y en parte, pesimista.
“Era esperable que la población colombiana enfrentaría un proceso de envejecimiento en las próximas décadas”, señala Corficolombiana.
El dilema es, entonces, silencioso pero urgente. ¿Cómo sostener el crecimiento económico con menos jóvenes, menos consumidores, menos fuerza laboral? ¿Cómo evitar que el envejecimiento implique estancamiento?
La entidad tiene una respuesta audaz (por decirlo de algún modo): la economía plateada, una propuesta que pondría a brillar a una población generalmente olvidada en las vacantes laborales.
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El concepto se refiere a un conjunto de sectores y oportunidades ligadas a la población mayor: salud, cuidado, vivienda adaptada, tecnología asistida, recreación, seguros y movilidad. Todo un sistema que, bien desarrollado, puede generar empleo, atraer inversión e incluso compensar el declive de otros sectores.
Si los adultos mayores ganan peso en la estructura demográfica (de acuerdo con las proyecciones), su rol en el consumo se vuelve central, como en servicios de salud y cuidados de larga duración.
Sin embargo, “los retos del país son aún mayores, considerando los bajos ingresos de los adultos mayores en el país”, advierte la entidad.
Para Corficolombiana, las políticas migratorias podrían, además, inyectar juventud y fuerza de trabajo al país si se diseñan con visión a largo plazo. Advierten que se requeriría una reforma pensional que distribuya mejor los recursos sin hipotecar el futuro de los más jóvenes.
En Colombia, los ingresos de la población mayor son en muchos casos insuficientes. Solo uno de cada cuatro adultos mayores logra pensionarse, y seis de cada diez viven con menos de un millón de pesos mensuales.
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Esto limita de forma estructural su capacidad de consumo. Además, la débil cobertura del sistema de pensiones y las restricciones fiscales del país reducen el margen para desplegar políticas públicas que amortigüen la transición demográfica.
La transformación tecnológica en sectores intensivos en mano de obra permitiría sostener la competitividad en un escenario de menor oferta laboral.
Según los analistas de Corficolombiana, también será clave rediseñar la formación para el trabajo, con programas de reentrenamiento (re-skilling) que extiendan la vida productiva de los trabajadores y adapten sus competencias a las nuevas demandas del mercado. Todo esto debe ir acompañado de una modernización del sistema de salud y de una infraestructura urbana y social que responda a las necesidades de una sociedad más longeva.
De lo contrario, el envejecimiento acelerado (más rápido que el de Japón, pero en condiciones socioeconómicas mucho más frágiles) podría traducirse en una desaceleración estructural del crecimiento y un deterioro de la calidad de vida generalizada.
El reloj demográfico ya comenzó a correr.
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