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Un hilo de incertidumbre atraviesa los mercados globales. La promesa de Donald Trump de endurecer la política arancelaria sigue en el aire, mientras su equipo económico aún define el rumbo. Empresas, gobiernos e inversores observan con cautela, a la espera de decisiones que podrían remodelar el comercio mundial.
Durante su campaña, Trump convirtió los aranceles en una pieza clave de su discurso. Propuso gravámenes de 10 % a 20 % sobre todas las importaciones y sanciones de hasta 60 % para China. También amenazó con imponer 25 % a los productos de Canadá y México, los dos principales socios comerciales de EE. UU.
Sin embargo, tras su regreso a la Casa Blanca, las medidas no se materializaron de inmediato. En lugar de aplicar tarifas, ordenó revisar las prácticas comerciales globales y evaluar si China había cumplido con el acuerdo de 2020.
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La posibilidad de un viraje proteccionista ha puesto en alerta a economías de todo el mundo. Jerome Powell, presidente de la Reserva Federal, reconoció la incertidumbre: “El abanico de posibles impactos es muy, muy amplio”. Analistas advierten que nuevas barreras comerciales podrían frenar el crecimiento y avivar la inflación. Un arancel generalizado elevaría los precios para los consumidores, afectaría el empleo manufacturero y podría desatar represalias de otros países.
Dentro de la administración, persisten dudas sobre cómo aplicar los aranceles. Se debate si deben ser generales o dirigidos a países e industrias específicas. También falta personal clave. Howard Lutnick, nominado a secretario de Comercio, y Jamieson Greer, propuesto como representante comercial, aún esperan confirmación del Senado. Con pocos funcionarios políticos en las agencias económicas, las decisiones recaen en un pequeño grupo de asesores cercanos a Trump, entre ellos Peter Navarro y Stephen Miller.
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El uso de aranceles como táctica negociadora ya se ha visto en acción. La semana pasada, Trump amenazó con imponer un gravamen de 25 % a las importaciones de Colombia tras un desacuerdo sobre vuelos con inmigrantes. El anuncio, hecho desde un campo de golf en Florida, se retiró en cuestión de horas tras un acuerdo con el gobierno colombiano. Sus asesores consideran el episodio una victoria y una confirmación del uso de tarifas como herramienta de presión.
Con México y Canadá, Trump ha fijado el 1 de febrero como fecha clave. Expertos prevén que anuncie aranceles en torno a esa fecha, aunque su implementación tomaría al menos dos semanas. Ambos países tendrían así margen para negociar con la Casa Blanca y evitar sanciones, posiblemente cediendo a otras exigencias, como un mayor control migratorio.
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La volatilidad en los mercados de bonos refleja el nerviosismo ante las políticas comerciales de Trump. Algunos asesores sostienen que los inversores ya se están acostumbrando a sus amenazas arancelarias. Sin embargo, la prueba real será cuando las tarifas entren en vigor.
Mientras tanto, Trump mantiene la expectativa. “Tengo en mente lo que va a ser”, declaró a bordo del Air Force One, sin dar detalles. A medida que se acerca la fecha límite, el mundo sigue esperando un plan claro. ¿Serán los aranceles una herramienta de negociación pasajera o el inicio de un replanteamiento profundo del comercio global? La respuesta, por ahora, sigue en suspenso.
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