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Una noche de 1979 en el barrio Juanambú, al occidente de Cali, la casa de la familia Llano comenzó a despedir un olor dulzón que provenía de la cocina. Ignacio y Gustavo Llano, que en ese entonces tenían 15 y 17 años, estaban preparando una receta de maní confitado que les había enseñado su vecina suiza. Los jóvenes planeaban vender paquetes de este dulce en su colegio y ayudar a su madre con los gastos de la casa.
La idea surgió como resultado de una pérdida. Su padre, don Álvaro Llano Buenaventura, falleció en mayo de aquel año, dejando a Cecilia Domínguez sola con sus nueve hijos.
“La situación económica de la casa era muy incómoda”, recuerda Gustavo 39 años después. “Todos teníamos la responsabilidad de no hacer tan pesada la carga para nuestra madre”.
Cada noche, los hermanos hervían el maní y el azúcar en una paila, luego lo empacaban en bolsitas de plástico que sellaban con ayuda de un cuchillo y una vela. Al día siguiente vendían los paquetes a sus compañeros de colegio. El dulce tuvo tanto éxito que Ignacio y Gustavo siguieron con su micronegocio en la universidad y en algunas discotecas de Cali.
La casa familiar siguió siendo su cocina durante años, hasta que en 1985 nació oficialmente la empresa Manitoba. Para entonces los Llano empezaron a incursionar en las principales cadenas de supermercados de la ciudad.
Sin embargo, como para muchos otros emprendedores, el camino no fue fácil. “Cuando me preguntan si he tenido crisis, les digo que hay crisis todos los días”, afirma Gustavo. “En medio de todo, nunca hemos parado de vender maní”.
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La falta de capital de trabajo y su inexperiencia en el manejo de costos fueron fuente de más de un dolor de cabeza durante sus primeros años, entre otras cosas porque su único aprendizaje empresarial provenía de su propia experiencia y de asesorías externas que recibían de la Fundación Carvajal.
A pesar de los tropiezos, Manitoba continuó creciendo de manera exponencial durante 38 años y actualmente no solo fabrica y comercializa maní confitado, sino que su portafolio también incluye mezclas de nueces, semillas, frutos secos y cereales, que suman en total 240 referencias.
Con una inversión de US$10 millones, Ignacio y Gustavo inauguraron este año su nueva planta en el municipio de Yumbo (Valle). Allí producen 1.200 toneladas mensuales, tres veces más de lo que generaban en su anterior sede, y emplean a 450 trabajadores de la región.
“Hacer empresa en Colombia es difícil, pero es muy gratificante. Es una manera de poner un granito de arena por un país que nos ha dado todo”, señala Gustavo.
Sobre la situación actual de la economía nacional, el empresario afirma que tanto él como su hermano apoyan la ley de financiamiento que se está debatiendo en el Congreso. "Nos parece que es una herramienta que necesita el Gobierno para hacer esa inversión social que tanto se requiere en el país. Además, nuestros productos ya están cargados con IVA".
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Según cifras de la Cámara de Comercio de Cali, el departamento del Valle es el principal exportador de macrosnacks (pasabocas) en el país, con una participación del 50,3 % en este mercado. Manitoba ocupa el cuarto lugar entre las grandes empresas exportadoras de la región, por debajo de Colombina, Aldor y Nestlé. Además, está presente en doce países, incluyendo México, Bolivia, Cuba, Guatemala, Honduras y Paraguay.
Para Gustavo Llano, quien hoy es el gerente comercial de Manitoba, la constancia con la que han trabajando durante años fue la clave para no ser absorbidos por otras compañías y estar en pie luego de casi cuarenta años en el negocio.
“Hemos trabajado con mucha fe en lo que hacemos, con perseverancia, innovación y disciplina. Esa es la clave para seguir en la lucha”, concluye.