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En una maniobra para hacer el G8 menos formal y más productivo, Barack Obama, cuyas políticas económicas influirán en sus posibilidades de reelección en otoño, será el anfitrión del grupo en el retiro presidencial de Camp David, Maryland.
Irán, Siria, Afganistán y Corea del Norte harán parte de la discusión y se espera que Obama trate también el tema de seguridad alimentaria. Sin embargo, la Eurozona protagonizará las conversaciones. “Esta es la cumbre de la crisis del euro y estará dominada por la crisis”, dijo Heather Conley, un exfuncionario del Departamento de Estado que hoy hace parte del Centro para Estudios Estratégicos e Internacionales, un centro de pensamiento de Washington.
La cumbre del G8 representa un paso inicial en el escenario internacional para François Hollande, el presidente socialista de Francia, que se posesionó el martes. Sus socios hallarán en su estudiado estilo “normal” un contraste evidente con el inquieto y a menudo espinoso estilo de Nicolás Sarkozy.
Sin embargo, Hollande hallará apoyo para su llamado a favor del crecimiento en Europa, luego de criticar puntualmente durante su campaña la fijación con la austeridad liderada por Alemania.
David Cameron, el primer ministro de Gran Bretaña, espera reparar sus tensas relaciones con Hollande al apoyar su plan de crecimiento. Los asesores de Cameron dicen que se alineará con Hollande para buscar una demanda doméstica para volver a equilibrar a la Eurozona.