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El premio de ciencias económicas en memoria de Alfred Nobel, conocido comúnmente como el Premio Nobel de Economía, fue anunciado este lunes para tres norteamericanos. Se trata del canadiense David Card (1956), por sus “contribuciones empíricas a la economía laboral”, así como Joshua D. Angrist (1960), nacido en Ohio, Estados Unidos, y Guido W. Imbens, estadounidense-holandés (1963), a quienes conjuntamente es otorgado el galardón por “sus contribuciones metodológicas al análisis de las relaciones causales”.
La Real Academia de las Ciencias de Suecia destacó que, por medio de experimentos naturales (con situaciones de la vida real), David Card ha analizado los efectos en el mercado laboral del salario mínimo, la inmigración y la educación. Una de las conclusiones del trabajo de Card, que más resaltó la Academia, fue la demostración de que subir el salario mínimo no siempre causa una reducción en los puestos de trabajo, una creencia tradicional, considerada ortodoxa dentro de la ciencia.
“Incluso (James) Buchanan —también Nobel de Economía— decía que los que negaran que aumentar el salario incrementa el desempleo era como si negaran la ley de la gravedad”, dice Diego Guevara, profesor de economía de la Universidad Nacional. Dicha creencia, desafiada por los hallazgos de Card en Estados Unidos de los años noventa, está relacionada con la concepción del trabajo como cualquier otro bien (si el precio sube, se desincentiva la demanda), explica Guevara.
Y agrega que el trabajo de Card y de su colega Alan Krueger (fallecido en 2019) habrían podido “cambiar la historia de la economía, pero desafortunadamente no fue así. Creo que el Nobel es una sorpresa, porque para nada cambió la profesión y se sigue insistiendo y enseñando que el aumento de salario incrementa el desempleo”. Aunque por lo anterior señala que queda un “sinsabor”, también dice que se trata de una oportunidad para “abrir la discusión sobre estas leyes de hierro” en la economía.
Luis Carlos Reyes, director del Observatorio Fiscal de la Universidad Javeriana, sin embargo, opina distinto, pues resalta el cambio radical que el trabajo de los laureados tuvo en la forma de investigar en economía. “Ha sido tremendamente influyente en los últimos 20 a 25 años; ha transformado la dirección en la investigación académica. Antes había un énfasis muy fuerte en la teoría económica independientemente de los datos; si bien antes existían técnicas econométricas, que se conocían y aplicaban, la econometría sufría de un problema de credibilidad que cada vez eran más evidente porque para hacer los cálculos se apoyaba en una serie de supuestos que siempre terminaban siendo muy poco realistas”, dice.
Del trabajo de Card, la Academia también resaltó que “ahora sabemos que los ingresos de las personas que han nacido en un país pueden beneficiarse de la nueva inmigración, mientras que las personas que inmigraron en una época anterior corren el riesgo de verse afectadas negativamente. Asimismo, nos hemos dado cuenta de que los recursos de las escuelas son mucho más importantes para el futuro éxito de los estudiantes en el mercado laboral de lo que se pensaba”.
Sobre las contribuciones de Angrist e Imbens, la Academia subrayó que “los datos de un experimento natural son difíciles de interpretar. Por ejemplo, la ampliación de la educación obligatoria en un año para un grupo de estudiantes (pero no para otro) no afectará a todos en ese grupo de la misma manera. Algunos estudiantes habrían seguido estudiando de todos modos, y para ellos el valor de la educación no suele ser representativo de todo el grupo. Entonces, ¿es posible sacar alguna conclusión sobre el efecto de un año más de estudios? A mediados de los años 90, Joshua Angrist y Guido Imbens resolvieron este problema metodológico, demostrando cómo se pueden extraer conclusiones precisas sobre la causa y el efecto a partir de experimentos naturales”.
“Como estudiante de doctorado, mientras realizaba mi tesis, leí muchos artículos de Angrist y Krueger (este último murió en 2019). Para mí, estos dos académicos eran los magos en la consecución de variables instrumentales para corregir endogeneidad, un problema que muchos investigadores tenemos en nuestros trabajos empíricos y que se debe resolver si se desea inferir causalidad de las relaciones entre variables. Los instrumentos que ellos empleaban eran tan ingeniosos, así como la justificación para usarlos, que resultaban realmente una fuente de inspiración”, le dijo a El Espectador la profesora Blanca Cecilia Zuluaga, directora del doctorado en economía de los negocios de la Universidad Icesi.
Y añadió: “Para Guido Imbens, lo más destacable son sus valiosos aportes a la economía experimental, reflejados en numerosos artículos de los cuales un alto porcentaje son en coautoría con su esposa Susan Athey. Ella también era favorita entre varios analistas para el Premio Nobel. Siendo coautora en 22 de los 35 últimos artículos de Imbens (según lo que se ve en IDEAS), este Premio Nobel también es en buena parte para ella”. Los Nobel de este año se han caracterizado por la poca presencia femenina entre los galardonados, pues solo se cuenta una mujer, la filipina Maria Ressa, quien recibió el Nobel de Paz.
Nicolás De Roux, profesor e investigador de la Facultad de Economía de la Universidad de los Andes, recordó que “... los economistas repetimos hasta el cansancio el mantra ‘correlación no implica causalidad’”, por lo cual en ciencias sociales el “estándar de oro” para buscar evidencia empírica de un efecto causal son los experimentos aleatorios. “¿Pero y qué hacemos si estamos interesados en establecer el efecto causal de cosas que no podemos aleatorizar? Por ejemplo, ¿qué hacemos si queremos conocer el impacto de la inmigración en los salarios de la población receptora o el efecto del salario mínimo en el empleo? Ahí no podemos asignar aleatoriamente a una persona y obligarla a que migre o a que le aumenten el salario. Card, Angrist e Imbens, desarrollaron e impulsaron metodologías para identificar efectos causales en los datos cuando no se puede hacer un experimento aleatorio. Esto llevó a una revolución en economía (“the credibility revolution”) pues permitió responder empíricamente y de manera creíble a preguntas que antes nos habían eludido”, agregó.
Guevara, en contraste, apunta que “los Nobel de los últimos años han entrado a reconocer más el trabajo empírico”, y citó a la nobel Esther Duflo, quien decía que el economista es como un plomero, que se dedica a arreglar fugas. “Lo que me preocupa es que se vuelve plomero, pero no sabe de mecánica de fluidos o de diseño de acueductos. Es como decir que el sistema ya está dado y lo único que podemos hacer son pequeñas intervenciones o entender empíricamente qué pasa. Últimamente se ha premiado más el trabajo aplicado que el de las grandes preguntas, que son importantes”, concluyó.
David Card es profesor de economía en la Universidad de California en Berkeley; Joshua D. Angrist es profesor en MIT, en tanto que Guido W. Imbens lo es en Stanford, Estados Unidos. El premio que recibirán suma 10 millones de coronas suecas (poco más de un millón de dólares), la mitad para Card y la otra mitad dividida entre Angrist e Imbens.