Pesadilla del camionero que puede aplanar la economía europea

A través de su parabrisas azotado por la lluvia, Zoltan Unczorg mira la fila de vehículos que se aproximan a la frontera austro-alemana. “Es agotador”, se queja el fornido húngaro en tanto alterna por cortos períodos entre el freno y el acelerador de su camión con acoplado.

Después de viajar más de ocho horas con su carga de componentes de ventilador, Unczorg no tiene paciencia para las demoras. Y hoy fue un día mejor que lo habitual. Le ha tocado esperar cerca de cuatro horas en este puesto de control, establecido en septiembre último para buscar inmigrantes en la autopista A3 cerca de la ciudad alemana de Passau. El camionero recorre a diario esta ruta para el fabricante de motores eléctricos EBM-Papst Group.

“Lo peor fue el verano pasado cuando los inmigrantes caminaban por la carretera hacia Alemania”, dice. “Era demasiado peligroso conducir rápido, uno podía atropellarlos por accidente”.

Cambios en puertas

El fenómeno que enfurece a Unczorg podría anunciar un cambio diametral para la economía, las empresas y hasta la sociedad europeas: la erosión de un sistema vigente desde hace décadas que permitió viajes transfronterizos por 26 países. Establecer nuevamente controles amplios sería un golpe para la victoria más visible –o invisible– en la búsqueda de una Europa unida, que lleva 60 años y fue concebida en el fragor de la Segunda Guerra Mundial. Un movimiento libre de vehículos y personas por lo que hoy se llama área Schengen, por la ciudad de Luxemburgo donde se firmó el tratado, reemplazó a los búnkeres y la artillería de la frontera franco-alemana y a las torres de vigilancia y los alambres de púa que definían a la cortina de hierro entre Europa Oriental y Occidental.

Ahora Alemania, Austria, Francia y Suecia, entre otros países, han reintroducido controles fronterizos en algunos lugares. Estos países fueron presionados por la mayor crisis europea de refugiados desde la Segunda Guerra Mundial –cerca de 1 millón de inmigrantes llegaron a Grecia e Italia en 2015–, los ataques terroristas y el crecimiento de los movimientos antimigratorios. Pero el costo económico de abandonar la Schengen, en momentos en que el crecimiento de todo el continente es aún débil, sería masivo.

Un retorno permanente a los controles fronterizos podría rebanarle a la economía europea 470.000 millones de euros (US$530.000 millones) del crecimiento del producto interno bruto a lo largo de los próximos 10 años, sobre la base de supuestos relativamente conservadores en cuanto a costos, según una investigación publicada por la Fundación Bertelsmann de Alemania. Esto equivale a perder una compañía casi del tamaño de BMW AG por año durante una década.

Libertad de elección

Las fronteras abiertas son el motor de una economía de más de 400 millones de personas, donde todos los años se realizan 24 millones de viajes de negocios y 57 millones de fletes transfronterizos, según el Parlamento Europeo. Las empresas del corazón industrial de Alemania dependen de cadenas de abastecimiento puntuales que aprovechan los menores costos de Hungría y Polonia. Las cadenas de supermercados francesas son abastecidas de productos frescos provenientes de España y Portugal que deben transportarse con rapidez. Y se ha vuelto común en Europa cruzar una frontera para acudir al trabajo, elegir libremente, por ejemplo, vivir en Bélgica y trabajar en Francia.

Pero los costos económicos de establecer más controles podrían en última instancia ser manejables, dice Michala Marcussen, directora global de economía en Société Générale SA en París. Los costos políticos son otro asunto.

A través de su parabrisas azotado por la lluvia, Zoltan Unczorg mira la fila de vehículos que se aproximan a la frontera austro-alemana. “Es agotador”, se queja el fornido húngaro en tanto alterna por cortos períodos entre el freno y el acelerador de su camión con acoplado.

Después de viajar más de ocho horas con su carga de componentes de ventilador, Unczorg no tiene paciencia para las demoras. Y hoy fue un día mejor que lo habitual. Le ha tocado esperar cerca de cuatro horas en este puesto de control, establecido en septiembre último para buscar inmigrantes en la autopista A3 cerca de la ciudad alemana de Passau. El camionero recorre a diario esta ruta para el fabricante de motores eléctricos EBM-Papst Group.

“Lo peor fue el verano pasado cuando los inmigrantes caminaban por la carretera hacia Alemania”, dice. “Era demasiado peligroso conducir rápido, uno podía atropellarlos por accidente”.

Cambios en puertas

El fenómeno que enfurece a Unczorg podría anunciar un cambio diametral para la economía, las empresas y hasta la sociedad europeas: la erosión de un sistema vigente desde hace décadas que permitió viajes transfronterizos por 26 países. Establecer nuevamente controles amplios sería un golpe para la victoria más visible –o invisible– en la búsqueda de una Europa unida, que lleva 60 años y fue concebida en el fragor de la Segunda Guerra Mundial. Un movimiento libre de vehículos y personas por lo que hoy se llama área Schengen, por la ciudad de Luxemburgo donde se firmó el tratado, reemplazó a los búnkeres y la artillería de la frontera franco-alemana y a las torres de vigilancia y los alambres de púa que definían a la cortina de hierro entre Europa Oriental y Occidental.

Ahora Alemania, Austria, Francia y Suecia, entre otros países, han reintroducido controles fronterizos en algunos lugares. Estos países fueron presionados por la mayor crisis europea de refugiados desde la Segunda Guerra Mundial –cerca de 1 millón de inmigrantes llegaron a Grecia e Italia en 2015–, los ataques terroristas y el crecimiento de los movimientos antimigratorios. Pero el costo económico de abandonar la Schengen, en momentos en que el crecimiento de todo el continente es aún débil, sería masivo.

Un retorno permanente a los controles fronterizos podría rebanarle a la economía europea 470.000 millones de euros (US$530.000 millones) del crecimiento del producto interno bruto a lo largo de los próximos 10 años, sobre la base de supuestos relativamente conservadores en cuanto a costos, según una investigación publicada por la Fundación Bertelsmann de Alemania. Esto equivale a perder una compañía casi del tamaño de BMW AG por año durante una década.

Libertad de elección

Las fronteras abiertas son el motor de una economía de más de 400 millones de personas, donde todos los años se realizan 24 millones de viajes de negocios y 57 millones de fletes transfronterizos, según el Parlamento Europeo. Las empresas del corazón industrial de Alemania dependen de cadenas de abastecimiento puntuales que aprovechan los menores costos de Hungría y Polonia. Las cadenas de supermercados francesas son abastecidas de productos frescos provenientes de España y Portugal que deben transportarse con rapidez. Y se ha vuelto común en Europa cruzar una frontera para acudir al trabajo, elegir libremente, por ejemplo, vivir en Bélgica y trabajar en Francia.

Pero los costos económicos de establecer más controles podrían en última instancia ser manejables, dice Michala Marcussen, directora global de economía en Société Générale SA en París. Los costos políticos son otro asunto.