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El presidente Donald Trump y el Congreso estadounidense controlado por los republicanos quieren realizar la mayor reestructuración al código tributario de Estados Unidos de las últimas tres décadas, con fuertes recortes de impuestos tanto para las empresas como para los individuos. Pero algunos republicanos en la Cámara de Representantes quieren algo más: un cambio radical en la forma en que son gravadas las corporaciones estadounidenses. Proponen eliminar la tasa del impuesto a las empresas del 35 por ciento en favor de un sistema descrito como –prepárese– un “impuesto al flujo de caja ajustado en frontera basado en el destino".
1. ¿Qué significa?
El plan de la cámara baja gravaría a los productos sobre la base del lugar donde se consumen –esto es, su destino– y no en el lugar donde se producen. “Ajustado en frontera” significa que las exportaciones de las corporaciones no se gravarían con impuestos, solo sus importaciones. "Flujo de caja” significa que el impuesto se basa en los patrones de ingresos y gastos de la compañía, no solo en su ingreso. En resumen: el plan llama a recaudar impuestos empresarios a partir del valor de los bienes y servicios vendidos en el país. Ese es un cambio monumental en relación al sistema actual, cuyo enfoque es recaudar impuestos sobre las ganancias de las compañías a nivel mundial.
2. ¿Cuál sería la tasa?
20 por ciento, lo que haría la tasa de impuestos empresarios en Estados Unidos competitiva en relación a los otros países desarrollados.
3. ¿Un ejemplo por favor?
Digamos que una compañía estadounidense fabrica pequeños aparatos en una fábrica en Carolina del Norte. Si vende esos aparatos en Estados Unidos, serán gravados con un impuesto del 20 por ciento. Si los exporta a Islandia, no pagan impuestos. Ahora digamos que una segunda compañía estadounidense fabrica pequeños aparatos con componentes que compra a una fábrica en Ensenada, México. Si vende esos aparatos en Estados Unidos, se gravarán con un impuesto del 20 por ciento. Si se exportan a Islandia, pagarían el equivalente a un impuesto del 20 por ciento sobre los materiales importados desde México. Esa es la diferencia clave: el plan de los representantes republicanos permite a las compañías deducir el costo de los materiales nacionales usados en sus productos, pero no el de los productos importados.
4. ¿Quién está proponiendo la idea?
Entre sus partidarios clave se cuentan el presidente de la Cámara de Representantes, Paul Ryan, y el presidente del Comité de Medios y Arbitrios de la cámara baja, Kevin Brady, quien ha estado trabajando intensamente para promover la medida en conferencias sobre políticas. Pero los ajustes en frontera están encontrando una creciente resistencia dentro del Congreso y desde coaliciones de poderosos intereses corporativos, como las cadenas minoristas y Koch Industries. El senador Tom Cotton, republicano de Arkansas, recientemente la calificó "como algo de la neolengua (newspeak) de Orwell" y una idea "tan estúpida que solo un intelectual puede creer” en ella.
5. ¿Trump está entre los promotores?
Aún no, parece. Alguna vez calificó el impuesto en frontera de “demasiado complicado”, si bien más tarde pareció verlo con mejores ojos. La ambivalencia pública de Trump hace dudar a los operadores de que el impuesto se vaya a implementar en su totalidad. El presidente difiere también de los representantes republicanos en la tasa general del impuesto a las empresas, proponiendo 15 por ciento en vez del 20 por ciento.
6. ¿Cómo afectará esto a las compañías?
Las compañías estadounidenses que dependen significativamente de materiales o bienes importados –como Wal-Mart Stores Inc., que realiza fuertes compras a China, los fabricantes de indumentaria que tienen sus plantas productoras en el extranjero y las compañías de energía que importan petróleo– dicen que pagarían más impuestos en comparación con los competidores que usan materiales nacionales. Los máximos ejecutivos de Target Corp., J.C. Penney Co., Gap Inc. y otras empresas minoristas se reunieron con Trump en la Casa Blanca para transmitirle sus preocupaciones.
7. ¿Por qué los legisladores están recomendando esta posición?
Los republicanos de la Cámara de Representantes dicen que el plan haría al sistema tributario estadounidense más competitivo al eliminar los incentivos que han hecho que las compañías difieran sus pagos de impuestos sobre ganancias estimadas de US$2,6 billones que mantienen en el extranjero. Las compañías estadounidenses ya no verían la necesidad de trasladar sus ganancias al extranjero, porque sus utilidades no serían gravadas en Estados Unidos.
8. ¿Cómo funcionaría?
A las autoridades estadounidenses les preocupa que el actual sistema tributario otorga a las compañías incentivos para trasladar sus ganancias –y, en algunos casos, sus empleos manufactureros o sus domicilios fiscales— al extranjero. (Trump también lo mencionó, por supuesto, en más de una ocasión). Esos incentivos se derivan de particularidades del código tributario de Estados Unidos, cuya tasa del 35 por ciento para el impuesto a las empresas es la más alta en el mundo desarrollado. El impuesto se aplica a las ganancias mundiales, y las compañías pueden diferir de manera indefinida el pago en Estados Unidos de sus impuestos sobre sus ganancias en el extranjero. Siempre que no intenten repatriar las ganancias de una subsidiaria en el extranjero a su casa matriz en Estados Unidos, no tienen que pagar ningún impuesto sobre esas utilidades.
9. ¿Por qué centrarse en el flujo de caja y no en las ganancias?
Las normas contables dan a las compañías multinacionales mucha flexibilidad para determinar cómo, cuándo y dónde contabilizar sus ganancias. Las compañías pueden establecer estructuras empresarias y de transacciones –como transferir propiedad intelectual clave a subsidiarias en el extranjero y luego re-licenciarla a sus otras divisiones— que trasladan los ingresos a países con impuestos bajos y los gastos a países con impuestos altos. Cambiar por una base de flujo de caja –que depende de las ventas nacionales de una compañía– elimina esa flexibilidad. Las ventas son eventos definidos; en principio, la modificación crea una manera más inmediata de que los dólares de los impuestos fluyan hacia el servicio de impuestos internos.
10. ¿Qué pasaría con los US$2,6 billones en ganancias en el extranjero?
El plan de la cámara baja propone que la transición hacia el nuevo sistema se haría aplicando a las compañías una tasa especial por única vez para las ganancias acumuladas en el extranjero. Las ganancias que se tienen en efectivo, o en equivalentes a efectivo, se gravarían a una tasa del 8,75 por ciento; de otra manera, la tasa sería del 3,5 por ciento. (Trump propone una tasa del 10 por ciento sobre ese dinero). Una vez que el impuesto único se pague, las compañías estarían libres de traer sus ganancias en el extranjero de vuelta a Estados Unidos, una medida llamada repatriación. A futuro, cualquier dividendo pagado a compañías estadounidenses por sus subsidiarias en el extranjero no estaría sujeto a impuestos federales.
11. ¿No es esto como un arancel a las importaciones?
Tal vez. Los partidarios argumentan que los ajustes en la frontera no son aranceles ni subsidios a las exportaciones, algo que sería mal visto por la Organización Mundial de Comercio. ¿Por qué? Porque un impuesto a las ventas en el país combinado con un impuesto a las importaciones crea “ajustes parejos e iguales que nivelan el campo para la competencia nacional y extranjera”, en palabras de los economistas Alan Auerbach y Douglas Holtz-Eakin. Quienes se oponen dicen que aplicar los ajustes en frontera con un impuesto directo, como el impuesto al flujo de caja que propone el plan de la cámara baja, violaría las reglas de la OMC que los permite solo en los llamados tributos indirectos, como el impuesto al valor agregado.
12. ¿Qué dice la OMC?
La propuesta de la Cámara de Representantes sería un territorio todavía inexplorado para la Organización Mundial del Comercio. Estados Unidos es miembro de la OMC, pero Trump ha dicho repetidamente que buscaría renegociar los acuerdos comerciales de Estados Unidos.