¿Pueden ser negocio los “webinars”?

Aunque la pandemia disparó los seminarios web, expertos explican que se requiere ofrecer mucho más que solo una transmisión digital para que los usuarios estén dispuestos a pagar por este servicio.

Camilo Vega Barbosa
19 de agosto de 2020 - 03:00 a. m.
Imagen de referencia.
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Foto: Getty Images

Hasta hace unos meses los seminarios web, o webinars, eran herramientas focalizadas en ciertas circunstancias y necesidades. Pero las personas, empresas, entidades educativas y hasta los gobiernos han tenido que aprender a comunicarse y difundir sus ideas por medios virtuales durante la pandemia. Un fenómeno así se ve pocas veces, por lo que resulta interesante preguntarse si los webinars son una industria emergente y qué se requiere para que sean un negocio sostenible y escalable.

El verdadero negocio a estudiar es el streaming, o transmisión virtual, que existe hace décadas, pero cuyo concepto se comenzó a popularizar con plataformas como Netflix. Ha ganado terreno a medida que mejoró la conectividad y por la masificación de dispositivos que permiten acceder a estos servicios. Un celular de baja gama, de menos de $300.000, permite disfrutar la experiencia de una transmisión. Y puede ser de todo tipo: educativa, de películas, foros, ruedas de prensa e incluso de videojuegos.

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Entonces, la mejor forma de entender el streaming es como un ecosistema y los seminarios web son solo una parte de él. Y si bien es claro que la gran penetración que han tenido los webinars se debe en buena parte a la pandemia, los efectos que ha provocado no serán tan fáciles de borrar una vez pase la crisis. Tan solo la plataforma Zoom registró 300 millones de descargas en el segundo trimestre de 2020, lo que sentó la bases de un nuevo mercado a explotar.

Durante la pandemia, los webinars han tenido dos grandes funciones: una es la educativa o informativa, como los foros o los talleres virtuales. También han servido como una herramienta de marketing, una forma alternativa para interactuar con usuarios o clientes (como charlas o eventos en los programas de fidelización). Además existen oportunidades para explotar las transmisiones con fines comerciales, monetizando el contenido y el servicio. Aquí es donde hay más posibilidades de construir un negocio.

Una de las principales preguntas sería cuánto se puede cobrar, o si hay posibilidades de hacerlo en general. Una duda especialmente importante en un país como Colombia en el que el cobro por contenido digital es relativamente nuevo.

Si bien no es propiamente el nicho de los webinars, una referencia puede ser el concierto virtual de Jessi Uribe y Paola Jara realizado a finales de junio: el costo de las boletas oscilaba entre $25.000 y $100.000. Los diferentes tipos de planes ofrecían experiencias y servicios escalonados, como ingreso al backstage de los artistas, un kit de camiseta y gorra oficial autografiada y, por supuesto, el ingreso al concierto virtual. Si bien los precios fueron un gran foco de críticas por parte de los usuarios, la transmisión del evento colapsó por la gran afluencia de usuarios (algo que también generó críticas y abre preguntas sobre la infraestructura digital en general).

Más allá de si los precios o el servicio fueron los correctos, este concierto demuestra que al menos en este tipo de transmisiones sí puede haber disposición de pagar por parte de los usuarios. Pero no es claro si los webinars tradicionales, como los foros o eventos académicos, tendrán la misma tracción y verán las mismas oportunidades.

Sin embargo, a escala internacional ya hay grandes apuestas para monetizar los webinars, incluso desde antes de la pandemia. Por ejemplo, desde hace varios años el INCmty, uno de los principales eventos de emprendimiento de América Latina, ofrecía servicios para acceder al evento de forma remota. Y este año se podrá vivir la experiencia 100 % virtual con boletas de US$15 (casi $60.000). Entonces, ¿también se puede cobrar en Colombia?

Incluso entre las empresas emergentes colombianas, este tipo de negocios han mostrado ser viables. Santiago Rojas, cofunfador de Phylo Legal, una start-up de servicios legales en línea para pymes y emprendedores, explica que antes de la pandemia ya habían realizado “talleres de cuatro horas sobre cómo recaudar inversión a un precio de $120.000, en donde asistían de veinte a cuarenta personas. Y adicionalmente damos un material de apoyo a los suscriptores del evento”.

De hecho, Rojas asegura que “no solo basta con ofrecer contenido por medio de una transmisión, sino que se deben buscar formas de mejorar la experiencia. En la modalidad gratuita usualmente facilitamos un artículo o un formulario para que los emprendedores se puedan registrar y recibir una asesoría personalizada. Y en el prémium tenemos pensado enviar documentación, tipo casos de estudio, presentaciones, diagramas, infografías y mapas de procesos que le dan herramientas al asistente para personalizar su experiencia”.

No obstante, Freddy Vega, CEO y cofundador de Platzi, una de las principales plataformas de educación virtual en Colombia, advierte que “los webinars se han convertido en un mercado altamente saturado. Ahora hay herramientas para que prácticamente cualquier persona pueda hacer una transmisión: Zoom, YouTube, Facebook, etc. Entonces, se debe buscar la forma de diferenciarse o si no será muy complicado que alguien pague por estos servicios, sobre todo una vez pase la pandemia”.

De hecho, Vega explica que “si miramos casos como el de Twitch, la principal plataforma de streaming de videojuegos, que fue comprada por Amazon por casi US$1.000 millones, o incluso la misma Zoom, se concluye que es necesario invertir en desarrollo de software para crear un negocio sostenible y escalable de transmisiones en línea. Y lo mismo aplica para los webinars: quien quiera emprender en este sector debe invertir en tecnología que brinde un valor agregado y una mejor experiencia (por ejemplo, funcionalidades que impulsen el networking entre los asistentes). Es la única forma de competir”.

De esta manera, los webinars se convertirán en una herramienta y servicio recurrente durante y después de la pandemia. Pero en un mercado tan saturado, la única forma de crear un negocio sostenible y escalable es mejorar la experiencia, ya sea creando paquetes para los usuarios o invirtiendo en tecnología para que se justifique pagar por estos servicios.

Camilo Vega Barbosa

Por Camilo Vega Barbosa

Economista y periodista especializado en temas de finanzas personales, economía internacional, sector financiero y construcción. Autor del libro “Guía para no estar pelado”.@camilovega0092jvega@elespectador.com

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