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Tras la plena incorporación de China al comercio internacional en 2001, no hay año que pase sin que aumente la presión internacional para que China permita la apreciación del yuan. Quizá las dos mayores embestidas en el ámbito internacional hayan sido la de la primera mitad de 2005 y la actual. La primera acabó con el anuncio por parte de las autoridades chinas de una flexibilización del régimen de cambio hacia una cesta de monedas. A pesar de lo altisonante del anuncio, el yuan sólo se apreció marginalmente aunque bastante más de manera bilateral contra el dólar (hasta casi un 25%).
La segunda embestida parece haber llevado a las autoridades chinas a anunciar un cambio de régimen hace unas semanas. Este anuncio no debió extrañar a nadie si pensamos que EE.UU. y Europa necesitan más que nunca la demanda externa para poder levar anclas tras una de las mayores crisis financieras de la historia. En este contexto, China aparece como un enorme mercado potencial hasta el momento prácticamente inexpugnable excepto para algunos afortunados como Alemania que han encontrado la forma de exportar lo suficiente a China como para mantener superávit comerciales de manera recurrente.
En esta búsqueda de “El Dorado”, académicos y autoridades de política económica de EE.UU. y Europa consideran el tipo de cambio como variable clave para dar un giro a su déficit comercial con China. El motivo es bien conocido desde las teorías mercantilistas desarrolladas hace ya un par de siglos: un tipo de cambio excesivamente depreciado puede ayudar a un país —en este caso China— a exportar por encima de lo que serían sus posibilidades reales. Sería como un dumping indiscriminado de los productos de un país, puesto que se produciría a costa de una menor riqueza de sus ciudadanos que estarían vendiendo sus productos por debajo de su precio de equilibrio.
Aunque esta visión mercantilista tiene elementos de verdad —y con ello la idea de que China debería, más pronto que tarde, dejar apreciar el yuan—, la realidad es más compleja que todo eso. Analizando la capacidad de reacción de las exportaciones e importaciones chinas a una apreciación del yuan en un estudio reciente se encuentra que su sensibilidad al tipo de cambio es menor que su sensibilidad a la demanda externa. En otras palabras, la exportación china al mundo occidental depende más del crecimiento de los países que del valor que pueda tener el yuan. Por otro lado, las importaciones chinas no parecen haber sido —al menos hasta el momento— muy sensibles al crecimiento de su economía.
Esta realidad es probablemente más importante que el tipo de cambio del yuan a la hora de dar un vuelco a los déficit comerciales entre EE.UU. y China, así como Europa y China. Si la sensibilidad de la demanda china a las importaciones es tan importante, ¿por qué tanta ofuscación con el tipo de cambio y no con los impedimentos para que China importe? Aunque es difícil contestar a esta pregunta, el motivo más probable puede ser la falta de control por parte de EE.UU. y Europa de dichos impedimentos. Aunque China forme parte de la Organización Mundial del Comercio (OMC), lo cierto es que el proteccionismo de sus productos locales cada vez se hace más palpable. China sigue sin creerse que puede ser el motor del mundo, lo cual es comprensible teniendo en cuenta su aún baja renta per cápita.
¿Qué hemos de esperar entonces del yuan para 2010? Aunque la situación no es muy diferente a la que se dio en la primera mitad de 2005, no parece probable que esta vez las autoridades chinas vayan a aceptar una fuerte apreciación de su moneda a cambio de amainar las críticas internacionales al modelo de desarrollo chino. Este país, hoy por hoy, tiene una posición de fuerza que no tenía en 2005 y, además, la quiere demostrar, en contraposición a una actitud de menor protagonismo años atrás. Por otro lado, tiene sus propios motivos para querer dejar apreciar la moneda, fundamentalmente el reducir las presiones a un crecimiento excesivamente alto que acabe en presiones inflacionistas. Esta contraposición de objetivos (del protagonismo externo al equilibrio interno) explica las señales contrapuestas que han estado dando distintas autoridades chinas en los últimos tiempos.
En resumen, y teniendo en cuenta el conjunto de información disponible, en BBVA Research esperamos que el yuan reemprenda la senda de apreciación que abandonó una vez que la crisis internacional empezó a afectar a China en noviembre de 2008, pero que dicha apreciación sea moderada, en concreto de no más del 4% para el cierre de 2010.
* Economista Jefe de Mercados Emergentes BBVA Research.