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El 47 % de los municipios del país tienen una baja productividad, según un estudio del Centro Latinoamericano para el Desarrollo Rural (Rimisp). Deficiencias en la asistencia técnica, bajo acceso a maquinaria y desconexión de centros urbanos están entre las razones que les han dificultado desarrollar su potencial. De otro lado, las zonas más productivas son aquellas que tienen mejor desempeño en esos ámbitos, además de tener mayor acceso a servicios como la energía eléctrica.
Es por eso que Rimisp afirma que las políticas públicas dirigidas a aumentar la productividad no solo deben reconocer la diversidad de los territorios en Colombia, sino integrar a otros sectores, como los de infraestructura de transporte y energía eléctrica.
Desarrollar el potencial
Colombia es uno de los países llamados a ser despensa de alimentos para el mundo, según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO). Su ubicación, recursos naturales y la expectativa sobre el posconflicto son factores que le han merecido esa responsabilidad. Sin embargo, hay enormes retos sociales y productivos para pasar del dicho al hecho.
El censo nacional agropecuario de 2014 —el tercero en la historia del país— puso en cifras el bajo acceso a crédito, asistencia técnica, maquinaria y tierras, entre otros aspectos. Con base en esa información y otros datos estadísticos, Rimisp se dio a la tarea de caracterizar e identificar las principales necesidades de política pública para desarrollar el potencial productivo de los diversos territorios del país.
Pensar en las diferencias
Pese a que muchos definen a Colombia como un país de regiones, Rimisp no deja de señalar que entre las regiones hay diversidad y muchas brechas por cerrar. “Es necesario reconocer que el desempeño del sector agropecuario puede verse afectado por la presencia de vínculos rural-urbanos, es decir, por flujos de personas, bienes y servicios entre las áreas rurales y las áreas urbanas, lo que se convierte en una ventana de oportunidades para el desarrollo rural y territorial”. Los grupos de municipios que cuentan con una alta frecuencia de interacciones económicas y sociales entre sus habitantes, organizaciones y empresas son lo que Rimisp considera “territorios funcionales”.
Luego de realizar esas agrupaciones se obtuvieron 861 “territorios funcionales”, de los cuales 215 (25 %) tienen una alta productividad y una alta intensidad de trabajo agropecuario, 190 territorios (22 %) tienen alta productividad y baja intensidad de trabajo, 320 territorios (37 %) tienen baja productividad y una alta intensidad de trabajadores y 136 territorios (16 %) tienen una baja productividad y baja intensidad de trabajo.
¿Cómo está la producción?
El estudio de Rimisp da cuenta de que el 41 % de las unidades de producción —a cargo de un único productor— están en el grupo de alta productividad y corresponden al 81 % de la producción y el 46 % del empleo permanente del sector. Así, la mayoría de las unidades y del empleo permanente en las zonas que fueron objeto del estudio se ubican en los grupos de baja productividad, “generando tan solo el 19 % del valor agregado agropecuario en el 38 % del área agropecuaria”, dice Rimisp.
“Lo anterior sugiere que una gran cantidad de UPA (unidades de producción) de menor tamaño tienen grandes retos para aumentar la productividad de la tierra. No obstante, es importante señalar que en cuadrantes con alta productividad laboral y alta intensidad de trabajo hay una importante presencia de UPA pequeñas, lo que implica que no todas las explotaciones de menor tamaño tienen baja productividad”.
¿Cómo está la productividad?
El estudio encontró que las zonas más productivas y que demandan más mano de obra, cuyo tamaño promedio es de 14 hectáreas, producen 1,5 veces el valor agregado agropecuario en menos de la tercera parte del área agropecuaria de los territorios que son muy productivos, pero que no demandan mucha mano de obra. Estas últimas tienen un tamaño promedio de 232 hectáreas.
En los territorios más productivos y que más empleo generan “se produce el grueso de la oferta exportable actual de Colombia, representada por cerca de la mitad del área dedicada al café, el 100 % del área dedicada al banano de exportación y el 100 % del área dedicada a la caña de azúcar”. Por otro lado, el 48 % de la producción agropecuaria “aún se origina en territorios típicamente rurales en donde no se han desarrollado unos vínculos significativos con centros urbanos que incidan positivamente en su dinámica”, halló el centro.
¿Qué hacer?
Luego del diagnóstico, Rimisp insiste en fortalecer instrumentos como la asistencia técnica y el uso de maquinaria, haciendo énfasis no solo en la cobertura sino en la calidad. Así como en formular políticas diferenciales que atiendan las necesidades de los territorios, muy diferentes entre sí. La información “toma especial relevancia, ya que una importante proporción de los territorios rurales profundos, donde se produce cerca de la mitad de la producción agropecuaria, son territorios que presentan brechas históricas en conectividad, infraestructura productiva y social, y seguridad jurídica sobre la propiedad”, señaló Ángela Penagos, directora de Rimisp en Colombia.
Al igual que los resultados de otros estudios, estos, basados en cifras oficiales, han sido presentados al Gobierno para que sean tenidos en cuenta en el ordenamiento de la producción, trabajo que lidera la Unidad de Planificación Rural Agropecuaria (UPRA). Según esta entidad, que ha venido identificando las zonas que son más aptas para la producción agrícola, acuícola, forestal, entre otras, Colombia tiene 40 millones de hectáreas para el desarrollo agropecuario. Precisamente, la productividad de las cadenas y la comercialización están entre los puntos que el Gobierno ha reconocido como prioritarios.