¿Qué significa para Colombia un mundo sin carbón?
Los altos precios del gas, así como los procesos en industrias como el acero y el cemento, podrían seguirle dando aire a este combustible, a pesar de los compromisos que se han ido dando para frenar el consumo de este mineral a nivel global.
El futuro del carbón se antoja sombrío. Luego del bajonazo en demanda y producción de 2020 (cortesía de la pandemia), este año ha habido una serie de anuncios que trazan serias dudas sobre la expansión de este combustible y con él de las economías que dependen de este tipo de minería para mantener a flote finanzas nacionales y regionales, como Colombia.
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El futuro del carbón se antoja sombrío. Luego del bajonazo en demanda y producción de 2020 (cortesía de la pandemia), este año ha habido una serie de anuncios que trazan serias dudas sobre la expansión de este combustible y con él de las economías que dependen de este tipo de minería para mantener a flote finanzas nacionales y regionales, como Colombia.
En el marco de la COP26, al menos 23 países asumieron nuevos compromisos para eliminar gradualmente la energía del carbón, incluidos Indonesia, Vietnam, Polonia, Corea del Sur, Egipto, España, Nepal, Singapur, Chile y Ucrania. En una nueva “Declaración de transición global del carbón a la energía limpia”, los países también se comprometieron a ampliar la energía limpia y garantizar una transición justa desde el carbón.
Así mismo, en días pasados Los bancos e instituciones financieras también asumieron compromisos históricos en la COP26 hoy para poner fin a la financiación del carbón sin cesar, incluidos los principales prestamistas internacionales como HSBC, Fidelity International y Ethos. Las grandes instituciones privadas de crédito de 45 países se comprometieron este 3 de noviembre a dar recursos para ayudar a la descarbonización mundial para mitad de siglo. En total, su suma asciende a US $130 billones.
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Estos anuncios llegan poco más de un mes después de que China se comprometiera públicamente a dejar de participar en la construcción de plantas eléctricas de carbón en el extranjero como parte de sus planes para combatir el cambio climático. Este país, a través del Banco de China (controlado por el Estado), es el mayor financiador de plantas de energía con base en carbón en el mundo: más del 70 % de todas las plantas de carbón construidas actualmente dependen de la financiación china.
Para 2050, según la organización End Coal, el gobierno chino planeaba financiar centrales para producir más de 56.000 megavatios de electricidad, principalmente en Asia y Oceanía. A modo de comparación, el siguiente financiador en la lista (Corea del Sur) tenía un horizonte de producción de 7.800 megavatios en el mismo horizonte de tiempo.
Durante la conferencia climática de Glasgow, otro grupo de 25 países, incluidos los socios de la COP26, Italia, Canadá, Estados Unidos y Dinamarca, junto con instituciones financieras públicas, firmaron una declaración conjunta liderada por el Reino Unido comprometiéndose a poner fin al apoyo público internacional al sector de la energía de combustibles fósiles para fines de 2022 y, en cambio, priorizar el apoyo a la transición a energías limpias. En conjunto, esto podría trasladar un estimado de $ 17,8 mil millones al año en apoyo público de los combustibles fósiles hacia la transición de energía limpia.
Y si bien tanto los anuncios de China, como los de la COP26, aún tienen detalles por ajustar y la letra menuda de las promesas parece proveer cierta latitud para seguir generando energía a base de carbón (según organizaciones como Greenpeace), los compromisos sí señalan un movimiento drástico para alejarse de este combustible fósil.
¿Hay futuro para el carbón?
En esta discusión hay que agregar rápidamente que entre los 23 países que quieren eliminar el carbón no se encuentran mercados claves como Estados Unidos, China e India. Estos dos últimos son los mayores importadores de este combustible, que utilizan para generación de energía para consumo general, pero también para procesos industriales. Sin la participación de los principales consumidores, los productores, como Colombia, seguirán encontrando nichos de mercado (aunque quizá algo más reducidos).
Ahora bien, la industria es una de las piezas más grandes que falta en rompecabezas de la transición energética, pues éste renglón no sólo consume vastas cantidades de energía (en parte generada a través de la quema de carbón), sino que también emplea el mineral en procesos definitivos para el mundo moderno, como la fabricación de acero, por ejemplo.
El carbón es la fuente del 71 % del acero producido en el mundo, del 85 % del cemento y del 61 % del aluminio.
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A su vez, la industria pesada responde por, aproximadamente, 40 % de las emisiones de dióxido de carbón, que a su vez se suelen concentrar en actividades como fabricación de acero, cemento y productos químicos (fertilizantes, entre otros).
Descarbonizar la industria pesada es una pieza central en la descarbonización de las economías, pero, a la vez, es uno de los pasos más complejos, pues implica el cambio total (y global) de líneas de producción en elementos como el acero. El costo de estos cambios excede la capacidad actual del mercado para absorberlos, según un informe del Instituto Brookings. En otras palabras, nadie parece estar dispuesto a pagar por acero o cemento más caros por cuenta de cambios en sus formas de producción.
El punto acá es que, como todo con la crisis climática, las acciones se necesitaban para antier. Sólo entre 1990 y 2014, las emisiones de gases de efecto invernadero derivadas de la industria pesada (entre ellos el dióxido de carbono) crecieron 69 %. Y, a su vez, más de 45 % del CO2 se concentra en cuatro renglones específicos, entre los que se encuentra la fabricación de cemento y acero, de acuerdo con un informe de la firma consultora Mckinsey.
Hacer algo en estos renglones, entonces, es tan vital, como urgente.
Pero el camino hacia una descarbonización de la industria puede probar ser demasiado largo para lo que se requiere actualmente en términos de metas climáticas. Esto no sólo por la participación del carbón en procesos químicos fundamentales para ciertas cadenas productivas, sino también por los precios de otros combustibles fósiles como el gas.
El gas juega, para muchas economías, un papel fundamental en el camino hacia la transición energética, pues al menos hasta el año pasado registraba precios razonables en los mercados internacionales. Para países como Colombia, con recursos propios de este combustible, el gas es un alternativa ideal para los procesos industriales que requieren temperaturas elevadas en sus líneas de producción.
Sin embargo, el alto valor actual del gas, que ha puesto en jaque a los mercados a nivel global, le ha regresado un cierto atractivo al carbón, que si bien puede ser temporal, no deja de ir en contravía de las necesidades climáticas del planeta.
En Colombia el precio del gas ha registrado un alza constante, que va en línea con lo que está pasando en el resto del mundo, especialmente en Europa. En 2017 el mercado primario del gas pagaba US$2,9 por millón de btu (unidad térmica británica) y en 2020 ese precio llegó a US$5,2. En el mercado secundario era de US$3 y ahora está en US$5,4; y para otras transacciones del mercado mayorista se cotizaba en US$2,9 y hoy está en US$5,5 mbtu, de acuerdo con cifras reportadas por la Bolsa Mercantil de Colombia mencionadas en un informe de Promigás.
Colombia tiene recursos carboníferos por más de 16.000 millones de toneladas y mantiene el quinto puesto en exportaciones en el mundo, en medio de las tensiones que rodean la explotación de este mineral, tanto local como internacionalmente.
En paralelo con los movimientos alrededor del carbón en el mundo, el Gobierno colombiano (a través de la UPME) estima que el carbón seguirá jugando un papel en el panorama energético del país, cuya demanda interna se seguirá satisfaciendo entre 5 % y 7 % con carbón para 2050 (actualmente esta cifra es de 7 %).
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De acuerdo con información oficial, el carbón suple 31 % de las necesidades energéticas de la industria nacional y para 2050 se espera que este porcentaje oscile entre 9 % y 19 %.
Colombia tiene hoy 1.156 títulos mineros vigentes de carbón. Así mismo, la explotación de este mineral respondió por el 1 % del PIB entre 2016 y 2020, de acuerdo con datos del Ministerio de Minas y Energía.
Esta última es una cifra definitiva, pues la transición energética, a la larga, debería también verse en transferencias de esta generación de valor hacia actividades con menor o cero impacto al medio ambiente.
Esto implica, entre muchas otras cosas, descarbonizar economías regionales que hoy dependen casi exclusivamente de la explotación minera para su subsistencia. En otras palabras, se habla aquí de la mentada transformación productiva: de un país que exporta primordialmente bienes minero energéticos a uno basado en renglones como los servicios o los bienes agrícolas (todas actividades más intensivas en mano de obra y en producción de valor agregado, valga la pena aclarar).