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Es cierto que todo está caro: en agosto la inflación llegó a un preocupante 10,84 %, el nivel más alto desde 1999, pero hoy en el centro de la conversación está la energía. Son varias las razones. La primera es que el presidente Gustavo Petro cuestionó por qué en los últimos 12 meses la electricidad subió 25,9 %, en el Caribe el aumento supera el 40 %, a pesar de que los embalses están llenos. Otra es que los gremios se han achacado entre ellos la responsabilidad, generando más confusión. La tercera, y más importante, es que en el norte del país las personas están escogiendo entre pagar un recibo o comer.
Una tarifa que sube sin freno es un problema para la competitividad de la región, una desventaja, así lo han expresado varios alcaldes. Los pequeños comerciantes, según Orlando Jiménez, presidente de Undeco Atlántico, tienen que destinar cada vez más dinero para pagar la luz y así poder, por ejemplo, mantener los productos refrigerados. Y para quienes ese mayor precio implica dejar de comprar alimentos, que son la categoría que más ha subido de precio en el país, solucionar el tema es una prioridad. El malestar social crece al mismo ritmo que el costo de la factura.