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Los trabajadores venezolanos que ganaban una miseria ahora están ganando una miseria levemente mayor, gracias a una gran alza en el salario mínimo. Lo que quizás no tengan es trabajo.
A partir de esta semana, se les garantiza a 7 millones de empleados un salario de 1.800 bolívares al mes, lo que equivale a alrededor de US$20 al tipo de cambio del mercado negro. El presidente Nicolás Maduro planeó la medida con la intención de que funcionara como impulso político, pero está teniendo el efecto opuesto debido a que las empresas, ya afectadas por la gigantesca contracción económica de Venezuela, les dicen a los trabajadores que no pueden costear los gastos que implica mantenerlos.
Si bien ha habido muchas medidas similares en el pasado, nunca ha habido una tan perturbadora, ya que se presenta en medio de una hiperinflación, depresión y devaluación. Algunos empleadores están reestructurando costos, reajustando escalas salariales y negociando acuerdos de liquidación con los trabajadores. Otros simplemente están despidiendo gente. Gran parte de la acción ocurre de manera secreta, ya que las empresas intentan evitar el castigo del gobierno, que ha enviado a prisión a aquellos que cree están incumpliendo las normas.
Marcos Vizcaíno, de 56 años, propietario de un garaje en Caracas, dijo que el alza salarial fue el golpe final para el negocio familiar de dos generaciones. Señaló que la escasez de repuestos, una burocracia tributaria paralizante y la hiperinflación ya habían complicado las cosas y su resultado había sido menos de un cliente por día.
"Ya les dije a mis cuatro empleados que busquen otros trabajos", dijo. "Decidí cerrar. No tiene sentido que siga perdiendo dinero por tercer año consecutivo".
Sin clientes
En dos distritos industriales y mayoristas de Caracas, La Trinidad y Boleíta, cerca de la mitad de los negocios cerró la semana pasada, incluidos varios restaurantes que dependen de trabajadores locales. El tráfico en día de semana luce como el tranquilo flujo de un domingo.
"Tengo cuatro vendedores; todos llegaron esta mañana", dijo Manuel Rosas, de 55 años, dueño de una tienda que vende repuestos para Chrysler. A las 11 a.m., ya los había enviado a todos a casa porque no tenían nada que hacer.
El salario mínimo más alto, que Maduro anunció el mes pasado, fue una de varias apuestas por estabilizar la economía del estado, que se está deteriorando rápidamente, y frenar la hiperinflación. El autócrata socialista también devaluó la moneda y recortó cinco ceros de los billetes de bolívares, que prácticamente ya no tienen valor.
Reuniones difíciles
Cuando se anunció el nuevo salario mínimo, grupos empresariales e industriales en Caracas tuvieron una gran cantidad de reuniones. Los abogados han estado celebrando sesiones de asesoramiento con clientes, y ha habido enfrentamientos difíciles entre propietarios, empleados y sindicatos, todos ellos actores en la economía de empleo fuertemente regulada del país.
Desde que Maduro asumió el cargo en 2013, ha elevado el salario mínimo 24 veces. Pero la inflación se mantiene incontrolable y las empresas siguen cerrando. Unas 20.000 de ellas han cerrado desde 1996, tres años antes de que el mentor de Maduro, Hugo Chávez, asumiera el poder, según Fedecámaras, la organización empresarial más grande del país. Solo alrededor de 3.600 permanecen abiertas. En junio, más de la mitad de las empresas encuestadas informó que trabajaba a menos de un cuarto de su capacidad, según la organización comercial Conindustria.
Además del aumento astronómico de los salarios, las empresas tienen una capacidad limitada para adaptarse, gracias a los controles restrictivos. Las operaciones alimentarias son monitoreadas de cerca, ya que el gobierno les proporciona materias primas importadas. Más de 500 supermercados y tiendas han sido multados y 200 gerentes y trabajadores detenidos desde los anuncios de Maduro, según Cedice, grupo defensor de la propiedad privada.