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Esta semana, un informe de la Comisión Económica para América Latina (Cepal) reveló que casi la mitad de las mujeres de la región que trabajan por un salario lo hacen en condiciones precarias. Sus empleos son de baja productividad y cuentan con escasa protección social. Además, una de cada tres mujeres no tiene ingresos propios y el tiempo que dedican al trabajo no remunerado “es al menos el doble que el que dedican los hombres”.
Casi al tiempo, la Universidad de los Andes divulgó los resultados de un estudio que se dio a la tarea de ponerle un precio al trabajo no remunerado en el país. Ximena Peña y Camila Uribe, las investigadoras, llegaron a la conclusión, con apoyo de datos del DANE, de que las labores del hogar las desempeñan 9 de cada 10 mujeres durante 7,4 horas al día en promedio, mientras sólo 6 de cada 10 hombres lo hacen, durante 3,2 horas aproximadamente.
Ponerle un valor a ese trabajo es posible calculando el dinero que se deja de recibir del mundo laboral por dedicarse al hogar, tomando como referencia el salario de las empleadas domésticas o el de personas que se dedican exclusivamente a labores similares.
A través de la Ley 1413 de 2010 se incluyó en el Sistema de Cuentas Nacionales la llamada economía del cuidado (producción, distribución, intercambio y consumo de los servicios de cuidado, “para la reproducción cotidiana de las personas”, según la Cepal). Eso, para “medir la contribución de la mujer al desarrollo económico y social del país”.
La actividad no remunerada en el país representa el 19,3% del PIB, casi tres puntos porcentuales más que las exportaciones. A esa porción, ellas aportan casi cuatro veces más (15,4%) que ellos (4%).
En el trabajo remunerado, el panorama no es muy distinto. Según el Banco Interamericano de Desarrollo, “las mujeres reinvierten hasta el 90% de sus ingresos en la familia y su comunidad”. Pero de acuerdo con el Banco Mundial, las mujeres ganan en promedio entre 10 y 30% menos que los hombres, incluso en países de ingreso alto.
* mmedina@elespectador.com / @alejandra_mdn
Por María Alejandra Medina C.
