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Consumo de pornografía en niños: un tema del que tenemos que hablar

El contenido explícito está siendo consumido cada vez más por los niños, niñas y jóvenes quienes, de acuerdo con varias encuestas, pueden llegar a estos videos por primera vez desde los 10 años. Esto podría traer una serie de afectaciones en su salud, como distorsión de la realidad, cambios en su cerebro o episodios de ansiedad y depresión. Los especialistas aconsejan a los padres abordar este tema de forma abierta y transparente.

Paula Casas Mogollón y Juan Diego Quiceno

19 de enero de 2025 - 06:00 a. m.
La ciencia lleva décadas investigando los impactos de este consumo masivo. Actualmente, aunque persisten algunos debates, existen evidencias sólidas que indican que el consumo excesivo y descontrolado podría estar generando efectos negativos en la salud de millones de personas.
Foto: El Espectador
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Un nuevo escenario está poniendo en aprietos a los padres: el incremento del consumo de pornografía en niños, niñas y adolescentes. Desde la llegada de Internet, la pornografía y su consumo se han disparado. Solo en enero de 2024, Pornhub recibió más de 11.4 mil millones de visitas móviles de usuarios de todo el mundo.

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En Colombia, si bien no hay un panorama detallado, algunas encuestas y análisis han ayudado a reunir pistas. La Universidad de los Andes y la Fundación Tigo, por ejemplo, entrevistaron en 2024 a 5.718 estudiantes y estimaron que un 51% de los niños o niñas que han visto imágenes sexuales en Internet tienen entre 13 y 16 años.

La ciencia lleva décadas investigando los impactos de este consumo masivo. Actualmente, aunque persisten algunos debates, existen evidencias sólidas que indican que el consumo excesivo y descontrolado podría estar generando efectos negativos en la salud de millones de personas. Aún más, en los niños y jóvenes que tienen un acceso cada vez más temprano a este contenido.

¿Existe la adicción al porno?

Para intentar estudiar y comprender algunos de los efectos negativos de la pornografía, algunos científicos han establecido un paralelo entre su consumo y el abuso de sustancias, como las drogas y el alcohol. Básicamente, se ha sugerido que el cerebro responde a la estimulación sexual (como ver pornografía) con oleadas de dopamina, el neurotransmisor que se asocia con la anticipación de la recompensa y actúa para programar recuerdos e información. Este mismo mecanismo ocurre con otros estímulos adictivos, como el consumo de drogas.

Sin embargo, ha sido muy complejo determinar una “adicción a la pornografía”. Algunos científicos han propuesto en el pasado sin éxito la inclusión de un Trastorno Hipersexual (THS) como nuevo diagnóstico en el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-5), una de las principales referencias utilizadas para clasificar los trastornos mentales. La Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE), otra lista utilizada por la Organización Mundial de la Salud (OMS), sí incluye el Trastorno de la Conducta Sexual Compulsiva (CSB).

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La OMS, no obstante, no hace mención a la pornografía. “El trastorno por comportamiento sexual compulsivo se caracteriza por un patrón persistente de incapacidad para controlar los impulsos sexuales intensos y repetitivos que llevan a un comportamiento sexual repetitivo”, se lee en su definición.

Entonces, ¿un comportamiento compulsivo, como podría ser ver pornografía, puede ser una adicción? Esta es una pregunta que sigue sin tener consenso en la comunidad científica. Algunos como Eli Coleman, exdirector del Instituto de Salud Sexual y de Género (ISGH) de la Universidad de Minnesota, creen que no. “El término “adicción” se utiliza en exceso e implica que todos los excesos de conducta pueden explicarse por algún mecanismo similar”, respondió en 2023 en una entrevista publicada en la Asociación Estadounidense de Salud Sexual.

Definir qué es un comportamiento excesivo en cuanto a ver pornografía tampoco ha sido fácil. “No tenemos idea de qué es excesivo. El uso de pornografía es muy variado”, reconocía Coleman. Acaso, ¿cuántos videos al día, semana o mes? ¿Cuánto es “adecuado” o no? “Cuando empieza a interferir con el funcionamiento diario y las relaciones de bienestar, se convierte en un consumo problemático”, responde Mauricio Cuartas, PhD en Biología y Genética psiquiátrica y profesor de la Universidad Eafit. Lo que sí parece claro es que las personas están viendo cada vez más pornografía, gracias a Internet y a plataformas como Pornhub.

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En la actualidad, entre el 46% y el 74 % de los hombres, y el 16% y el 41 % de las mujeres, son usuarios activos de pornografía en las naciones modernas, según una investigación publicada en 2020 en la revista científica Nature. El consumo es cada vez más accesible no solo en adultos, sino en niños, niñas y jóvenes. En Estados Unidos, Common Sense realizó una encuesta en 2023 a 1.300 jóvenes entre los 13 y 17 años, y determinó que la mayoría comienzan a consumir este tipo de contenidos a los 12 años y otros, incluso a los 10 años o antes. En España, el Observatorio de la Infancia, señaló que el 85 % de los jóvenes accede a contenidos explícitos de forma voluntaria; y en Francia, datos oficiales mostraron que 2,3 millones niños, entre los 10 y 11 años, consultan contenido pornográfico en línea.

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Para entender mejor el uso problemático de la pornografía, Save the Children entrevistó a 1,753 jóvenes entre los 13 y 17 años y encontró que siete de cada diez niños y niñas consumen pornografía de forma frecuente. Los dispositivos móviles, y el Internet en general, dice María Mercedes Liévano, directora Ejecutiva de la ONG en Colombia, ha permitido que los adolescentes encuentren con mayor facilidad contenido sexual explícito y a una edad cada vez más temprana. Las razones, anota, se debe a que influyen factores como la facilidad de acceso, el anonimato para acceder y el costo de este material (económico o gratis).

Un panorama similar muestran los datos de la ONG Dignify: lets talk about porn, que conversó en 2023 con 4.000 adolescentes y encontró que el 15% ve este contenido diariamente o varias veces al día y un 13% aseguró haber desarrollado alguna adicción a la pornografía. Todo esto es inquietante porque, si bien no existe un consenso claro que apunte a que la pornografía es una adicción, cada vez hay más evidencia de que ver pornografía puede tener efectos negativos en la salud.

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Las consecuencias de la pornografía

“La ciencia apenas está empezando a revelar las repercusiones neurológicas del consumo de pornografía, pero ya está claro que la salud mental y la vida sexual de su audiencia están sufriendo efectos catastróficos”, escribió Rachel Anne Barr en 2019 en The Conversation. Barr ha estudiado en su laboratorio el cableado neuronal que subyace a los procesos de aprendizaje y memoria: “Las propiedades del porno en video lo convierten en un desencadenante poderoso de la plasticidad, la capacidad del cerebro de cambiar y adaptarse como resultado de la experiencia”.

En términos simples, con plasticidad se refiere a que el cerebro podría estar cambiando debido a la fuerte estimulación del sistema de recompensa que provoca el consumo de pornografía. En su artículo, Barr llama a esto “hiperestimulación” y, entre sus efectos, dice, está un posible daño “al sistema de recompensa de la dopamina y podría dejarlo insensible a las fuentes naturales de placer”.

En los niños y adolescentes este impacto puede ser mayor. Ángela Delgado, del Instituto Latinoamericano de la Familia de la Universidad de La Sabana (ILFARUS), explica que en esta etapa de la vida, el cerebro está un momento sensible. “Al final se traduce en que, si se libera mucha más dopamina, hay unas alteraciones en el desarrollo de la corteza prefrontal y cambios en el sistema de recompensa”, comenta.

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Los niños y niñas que enfrentan estas afectaciones en la corteza prefrontal pueden experimentar una serie de riesgos, advierte Delgado. Entre estos, una baja tolerancia a la frustración, una mayor propensión a la irritabilidad y dificultades para gestionar las emociones del día a día y de las relaciones sociales que entablan. El daño a la corteza prefrontal en la edad adulta se denomina hipofrontalidad, “lo que predispone al individuo a comportarse compulsivamente y a tomar malas decisiones”, agrega en The Conversation la neuróloga Rachel Anne Barr.

De hecho, existen cada vez más pistas de la asociación entre la pornografía y los efectos negativos en la salud mental, consecuencia justamente de la hiperestimulación. En 2020, una investigación publicada en Frontiers in Psychology analizó 1.031 estudiantes universitarios de Ohio, Estados Unidos, y encontró que el 17,0, el 20,4 y el 13,5% de los estudiantes reportaron niveles severos o extremadamente severos de depresión, ansiedad y estrés, respectivamente. “El consumo compulsivo de pornografía afectó significativamente los tres parámetros de salud mental en ambos sexos”, se lee en el documento.

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Otro de los efectos de este consumo, en opinión de Rafael Miranda, psiquiatra de la Clínica Monserrat, es el desarrollo de ideas distorsionadas, que está completamente fuera de la realidad en materia del sexo y de las relaciones entre pareja y termina afectando negativamente el deseo. “Es un tema preocupante”, advierte, señalando que la pornografía representa relaciones sexuales que son irreales y que estos videos pueden crear unas expectativas en los niños y niñas que no son sanas.

Algunos hallazgos sugieren que ver pornografía en la infancia y la adolescencia puede influir negativamente en la formación de la identidad sexual y las relaciones debido a estereotipos de género poco realistas de roles pornográficos, relaciones, perfeccionismo físico e imagen corporal. Así lo sugiere un grupo de investigadores en 2023 en un articulado publicado en The Journal of Nervous and Mental Disease.

El porno, concluyen los autores de ese informe, “crea una cultura antinatural e irreal de “sexualización” e “insatisfacción””. Sin embargo, sus efectos en las relaciones sexuales y de pareja de la adultez siguen siendo, como todos los demás, ampliamente discutidos en la comunidad científica. Hay investigaciones que apuntan que ver porno puede contribuir a problemas de imagen corporal, trastornos alimentarios, y a una menor satisfacción en las relaciones en pareja. Hay otros estudios que señalan que las parejas en las que uno o ambos usaban pornografía reportan un clima erótico más permisivo en comparación con que no la usaban.

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Una asociación igual de controversial, pero importante, es la del consumo de videos explícitos con los roles de género y la violencia sexual y de género. “La pornografía de consumo trae escenas bastante fuertes y violentas”, dice Miranda, de la Clínica Monserrat. Lo preocupante, señala la encuesta de Save the Children, es que el 54,9% de los jóvenes que entrevistaron le gustaría poner en práctica lo que ha visto sin comprender que es una imagen completamente distorsionada de la sexualidad.

Sin embargo, no es una discusión fácil y mucho menos cerrada. Los efectos de la pornografía sobre la agresión o violencia sexual han sido debatidos durante décadas y sobre ellos no hay un consenso definitivo. Chris Rissel, investigador principal de la Facultad de Medicina de Universidad de Flinders, en Australia, señala que “no se ha establecido la vía causal por la cual la pornografía causa violencia contra las mujeres”. Mientras se siguen estudiando esta relación, los científicos concuerdan en que las medidas educativas alrededor del sexo podrían ayudar a compensar algunos de estos posibles daños y efectos negativos.

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Educación sexual, un camino para abordar esta problemática

Uno de los consejos que Liévano, de Save the Children Colombia, entrega a los padres para abordar la pornografía con sus hijos e hijas, se centra en la educación sexual y en promover un diálogo seguro y transparente sobre estos temas. Pero, para ello, es fundamental aclararle a los niños, niñas y adolescentes que los videos de pornografía son muy parecidos a las novelas, llenos de escenas de ficción.

“Son productos que se crean para un fin comercial y no representan la realidad“, anota. Esta aclaración, continúa, es esencial, pues en la encuesta realizada por la ONG encontraron que para el 30% de los adolescentes la pornografía es el único recurso para aprender sobre sexualidad.

La pornografía, dice Liévano, “al no ser un contenido apropiado ni adecuado, no se puede estar convirtiendo en una fuente que reemplace una educación sexual. Eso es lo que tenemos que evitar”. Una de las alternativas que propone Darly Peña, coordinadora Nacional de Jóvenes de Profamilia, para que los niños y niñas no consulten este contenido para informarse es sugerirle a los padres que tengan una conversación abierta y transparente. “Es esencial poder responderles las preguntas que tengan. Para ello, los padres deben prepararse”, plantea, acudiendo a especialistas, talleres y pidiendo asesoría de los especialistas a su alcance.

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Delgado, de La Sabana, opina que es clave recordar que los padres son los primeros educadores de la afectividad y la sexualidad de los hijos, entonces, asegura, es ideal apostarle al diálogo amoroso, a la confianza y a la comunicación. “Esto hace que sean factores protectores para tener una relación familiar mucho más sana y que allí sea el escenario perfecto para poder ayudar a prevenir este tipo de conductas”, añade. Otra de las medidas de prevención, dice Peña, de Profamilia, es entablar hábitos frente al consumo de tecnología y entender a qué edad es más fructífero estar frente a las pantallas. Los controles parentales, es decir, las herramientas que permiten restringir el acceso a ciertos contenidos en dispositivos electrónicos, pueden ser un aliado.

A pesar de estas barreras, sin embargo, es posible que la mayoría de los jóvenes se topan con el contenido y encuentren la manera de acceder a él. ¿Qué pasa, entonces, si los niños y niñas ya están consumiendo pornografía? Lo primero que recomienda Peña a los padres es mantener la calma; es importante comprender cómo los niños y niñas llegaron hasta estos videos y explicarles que hay otro contenido más saludable que puede orientarlos en sus inquietudes. En este punto, cuenta, es clave que desde los hogares se generen ambientes de confianza donde sea seguro conversar sobre sexualidad. “Es importante que los niños y niñas, desde temprana edad, conozcan su sexualidad, sus cambios, su cuerpo, lo que sienten”.

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En estas conversaciones, reitera Miranda, se debe insistir a los niños y niñas que nada de lo que ven es real. “Explicarle la diferencia entre una relación romántica real, amorosa y de respeto mutuo y la dinámica destructiva y los metamensajes que se muestran en la pornografía”, le dijo a The New York Times, Melea Stephens, una terapeuta familiar en Alabama que habla con universidades y legisladores sobre el daño que la exposición a la pornografía puede presentar a los niños y adolescentes.

La importancia de hacer claridad y énfasis en este punto radica también en que el consumo de pornografía a esa edad puede conllevar un alto riesgo de que los menores se conviertan en víctimas de explotación sexual o pornografía infantil. Esto, agrega, Miranda, puede pasar cuando los niños y niñas comienzan a normalizar ciertas prácticas que observan en los videos. Por ejemplo, “pueden observar que en que es normal que se tomen y compartan fotos desnudos o de sus partes íntimas. Podrían verse expuestos a extorsión”.

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Para Peña, de Profamilia, es esencial que estos espacios de educación se propicien no solo en los hogares, sino también en los colegios. Hay todo un camino por construir frente a la educación sexual en Colombia, donde es necesario seguir dotando a los maestros y a las instituciones de las herramientas y enfoques necesarios para abordar el tema con sus estudiantes, según el grado de escolaridad. Si no cuentan con estas herramientas, advierte, podrían “tomar decisiones inadecuadas, asumir relaciones de poder que les generan violencia y tener comportamientos con algún tipo de riesgo, como prácticas que les lleven a infecciones de transmisión sexual o embarazos a temprana edad o no deseados”.

El Ministerio de Educación, por su parte, ha emitido orientaciones para el abordaje de la educación sexual por medio de una serie de guías para docentes, estudiantes, familias y secretarías de educación en la educación preescolar, básica y media. En un mundo donde el acceso a internet está cada vez más universalizado, la pornografía parece ser un reto que llegó para quedarse. Una educación sexual cercana, tanto en el hogar como en la escuela, y que incluya la detección de riesgos, es crucial para que los niños, niñas y adolescentes desarrollen una sexualidad libre de violencias.

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