El 8 de octubre del año pasado algunos estudiantes de la Universidad de Antioquia entraron en paro. Su objetivo era tumbar la reforma que modificaba el examen de admisión, con la cual se exige mayor calidad a los estudiantes de primer semestre. El Espectador habló con el rector Mauricio Alviar para entender la agitación por la que atraviesa la institución.
La asamblea de estudiantes convocó una reunión para el miércoles. ¿Qué va a pasar?
La expectativa es que hay un gran deseo de que la universidad se normalice. Vale la pena señalar que este paro sólo ha afectado al 10% de estudiantes, porque muchas facultades no se acogieron.
Entonces, ¿son muy pocos los que están inconformes?
La universidad no puede estar supeditada a lo que decida un grupo de estudiantes. Tengo la convicción de que la inmensa mayoría de estudiantes quiere espacio académico. Según una encuesta que hicimos, 4.000 estudiantes quieren estudiar y son muy pocos los que toman decisiones por la inmensa mayoría.
Pero, igual, el paro los afecta a todos. ¿Cómo?
Ni la investigación, ni la administración, ni muchos pregrados paran. Sin embargo, es lamentable que ocurra. La idea es enrutar a la universidad por la senda académica y por la regulación de calendarios, que ha sido un dolor de cabeza.
¿Por qué tanto revuelo por la modificación del proceso de admisión?
La modificación consistió en introducir una tercera prueba dependiendo del programa que fueran a estudiar los jóvenes. La crítica de los estudiantes de la asamblea es que con ese examen se iba a privatizar y elitizar la universidad, porque iban a llegar colegios privados y estratos altos, pues, según ellos, les va mejor en este tipo de prueba.
¿Y no tienen razón?
Su argumento se les desbarata porque los resultados muestran que el 90% de estudiantes admitidos pertenecen a los estratos 1, 2 y 3 y el 70% viene de colegios públicos.
¿Por qué la modificación del examen de admisión reduciría la deserción?
Tenemos la hipótesis inicial de que la calidad es un determinante de la permanencia. Mejorando el examen de admisión se logra captar las competencias de los aspirantes. Además, si logramos un mejor puntaje, aumentamos el punto de corte. Sólo podremos evaluar esto después de dos semestres, pero hasta ahora se vislumbra una mejora en el nivel promedio de estudiantes.
A lo largo de los años el problema de Colombia ha sido la deserción. ¿Cómo combatirla?
Hace muchos años hicimos un estudio de la deserción y constatamos que tiene que ver con muchas variables: la situación económica, la psicológica y el tema vocacional, en donde los jóvenes no tienen claridad sobre su proyecto de vida. Pero también encontramos que la calidad del aspirante previene la deserción.
¿Cuáles son las áreas que los estudiantes abandonan o retienen más?
La Universidad de Antioquia tiene una deserción del 48%. Eso significa que de cien jóvenes que entran, van quedando 48 sillas vacías a lo largo de la carrera. Las áreas de la salud, como medicina y odontología, no llegan ni al 7% de deserción, pero hay ingenierías que llegan hasta el 60%, y en matemáticas puras hemos tenido 87% de abandono.
Usted dice que a los estudiantes les dan muy duro matemáticas y comprensión lectora. ¿En qué es evidente?
En matemáticas no les queda nada fácil calcular un porcentaje o hacer una división con decimales. En lectura hay fallas para resolver exámenes porque los chicos no saben leer, no comprenden la idea general de lo que preguntan, no tienen elementos de articulación o conectores. Padecemos un déficit muy complicado en la educación precedente. Estas son áreas fundamentales para la vida y si en ellas estamos fallando, imagínese cómo será el resto.
¿Me podría resumir en qué está la crisis de la universidad?
Tradicionalmente ha habido un movimiento estudiantil muy fuerte. Existen asuntos de trasfondo político complejos, grupos radicales e instituciones muy conservadoras con una enorme resistencia a los cambios. A la hora de proponer reformas nos encontramos con presentaciones arcaicas sobre neoliberalismo, mercado y capitalismo. Entonces se trata de discusiones complejas que riñen con las técnicas. Mi obsesión es que las discusiones se centren en asuntos académicos. La discusión política es interesante, pero no nos puede paralizar.
Parece que, con tantos paros y disputas, la universidad se ha vuelto ingobernable. ¿Qué piensa?
La universidad se puede gobernar. Debe primar la academia sobre el gremialismo y la política. Necesitamos que los grupos radicales se abran al diálogo para que la universidad siga siendo viable.