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Educación, por fin de acuerdo en algo

El pacto que promueve el grupo de jóvenes colombianos ha logrado lo que parecía imposible: que le guste por igual a Gobierno, empresarios, Fecode, estudiantes y expertos.

Pablo Correa

08 de marzo de 2014 - 09:00 p. m.
La atención a la primera infancia es uno de los diez puntos que propone el Pacto por la Educación. /Andrés Torres
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Sin un peso y en tan sólo tres meses un grupo de cinco jóvenes, que ha crecido hasta sumar 150 voluntarios en 17 departamentos, hizo lo que muchos han intentado, pero nadie ha podido: resumir en 10 puntos las prioridades del país en educación.

Lograron en un tiempo récord que el Gobierno dijera que estaba de acuerdo al mismo tiempo que lo hizo Fecode, el casi siempre inconforme sindicato de maestros. Asimismo, que políticos de izquierda, derecha, centro, fundaciones, empresarios, asociaciones de maestros, estudiantes, padres de familia y rectores le dijeran que sí a lo que ya se conoce como “Pacto por la Educación”.

Hasta ahora han sido hábiles para manejar la diversidad de opiniones que van surgiendo a medida que crece el movimiento. Y astutos para superar la retórica y concentrarse en lo esencial. Han sabido navegar entre el idealismo y el pragmatismo. Los diez puntos que conforman el pacto hacen soñar con una mejor Colombia, pero al mismo tiempo han sido construidos sobre la base de experiencias que ya están en marcha en México, Brasil, Chile e Israel.

Son principios que nacieron luego de destilar las recomendaciones que han planteado los mejores estudios técnicos elaborados en los últimos años, como el de la Fundación Compartir, el Plan Decenal de Educación y otros como el de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE).

“El pacto es tan sólo un punto de inicio”, aclara Juan David Aristizábal, profesor del Colegio de Estudios Superiores de Administración, pero sería fácil confundirlo con un estudiante por los pasillos de la universidad. Y Carlos Andrés Santiago, uno de los jóvenes que promovieron las marchas del 4 de febrero contra las Farc y que ahora lleva esta iniciativa, añade: “El contenido del pacto no está escrito en piedra. Queremos que la educación se convierta en una prioridad”.

A Isabel Segovia, exviceministra de educación y gerente de la Fundación Compartir, le entusiasma la fuerza que está tomando el Pacto: “En términos técnicos, está planteado lo fundamental. Recogen los aspectos que necesita el sistema para tener una reforma coherente y oportuna”. Pero después de una carrera dedicada al sector, está convencida de una cosa: “En educación no hay nada revolucionario. La gente sabe lo que hay que hacer, el problema es que hay que hacerlo”.

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Está de acuerdo con el punto siete, que propone más presupuesto en educación, pero cree que no debe ser uno de los diez objetivos, sino un medio para lograrlo. “Uno puede aumentar el presupuesto y no llegar a ninguna parte”, insiste.

María Victoria Angulo, directora Ejecutiva de la Fundación Empresarios por la Educación, organización que se sumó la semana pasada al Pacto, le ha sugerido al grupo de jóvenes que tomen dos precauciones para que la iniciativa siga cobrando fuerza. Una es que construyan un plan de trabajo en el que inviten a los actores claves del sector para definir metas e indicadores claros para los próximos 10 o 20 años. Y la segunda recomendación, siguiendo el ejemplo del movimiento Educación 2020 en Chile, es buscar estrategias para incidir en grupos sociales que casi no conocen el sector educativo, pero cuya participación es crucial.

“Creemos que las condiciones están dadas como nunca para el cambio social y que la educación será su órgano maestro”, eso escribió hace 21 años Gabriel García Márquez, quien formaba parte de la Comisión de Sabios que convocó César Gaviria para que trazaran el camino que el país debía seguir en materia educativa.

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El entusiasmo con que García Márquez y los otros miembros de la Comisión de Sabios escribieron aquel documento de 150 páginas se fue diluyendo en el tiempo y nunca se concretó. El año pasado las pruebas internacionales Pisa le recordaron al país que del dicho al hecho hay mucho trecho.

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Marco Palacio, exrector de la Universidad Nacional y quien también hizo parte de la Comisión de Sabios, atribuye el fracaso de aquel intento a que la bonanza petrolera que daba por segura el expresidente Gaviria y de donde saldrían excedentes para invertir en educación nunca ocurrió. Por otro lado, el diagnóstico que se hizo de los problemas de educación era errado. Los problemas, dice Palacio, más que en las instituciones, estaban en la cultura y la sociedad.

Ahora lo entusiasma la idea de que sean los jóvenes los que se movilicen y creen una conciencia social sobre la importancia de la educación. Pero no puede ocultar su pesimismo frente a quienes a la larga tienen en las manos las reformas que se necesitan: los políticos, ellos “no piensan en el largo plazo sino en cómo ganar las próximas elecciones. Y los cambios en educación toman un buen tiempo”.

 

 

pcorrea@elespectador.com

@pcorrea78

Por Pablo Correa

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