El programa de becas que le ha permitido cumplir un sueño a 1.300 jóvenes

La alianza entre instituciones de educación superior y la Fundación Bancolombia le ha permito a cientos de estudiantes graduarse como profesionales. Yajaira Viloria, estudiante de comunicación social, es una de las becarias.

REDACCIÓN COMERCIAL
07 de diciembre de 2017 - 01:30 p. m.
Cortesía
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Mi nombre es Yajaira Patricia Voloria Herrera. Tengo 19 años y estudio comunicación social en la Universidad de Pamplona, en el Norte de Santander. Para mí llegar aquí, a la universidad, fue muy duro y algo casi que impensable porque mi familia no contaba con los recursos necesarios para que yo pudiera estudiar. (También puede leer: La educación reinventa el campo colombiano)

Nací en Barranquilla, pero pasé varios años de mi infancia en Riohacha, Guajira. En mi vida nunca ha estado presente la figura paterna. Soy la segunda de tres hermanos, me críe con mi mamá y mi abuela. A los cinco años dejé de ver a mi hermano mayor porque se tuvo que ir a vivir con mi papá, mientras que yo me quedé con mi mamá. Por esa época no teníamos nada, habíamos perdido las tierras en las que vivíamos y éramos desplazados. Para mantenerme mi mamá tenía que salir a la calle vender cositas, al comienzo iba con ella, después tuve que quedarme en casa.

La situación era tan dura que cuando tenía nueve años mi mamá decidió dejarme al cuidado de mi abuela e irse a Venezuela en busca de trabajo y con esto encontrar la manera de darme un mejor futuro. A los dos años mi abuela falleció, mi mamá ya tenía a mi hermano menor y regresó a Colombia por mí. A los once me fui a vivir a San Antonio del Táchira, en Venezuela.

Al comienzo fue muy difícil adaptarme al nuevo país. Además de ser extraña la forma en la que me hablaban y trataban, tenía que viajar dos horas para ir al colegio. Recuerdo que algunos días cruzar la frontera era muy riesgoso, la guardia venezolana podía pararte sin ninguna razón o de la nada empezaban a disparar y tenía que salir corriendo o tirarme al río. Con el tiempo me fui adaptando, aunque siempre tuve claro que tenía que luchar y la forma de hacerlo era estudiando y teniendo buenas calificaciones, esa era y es mi motivación. (También puede leer: La educación transforma al barrio Pescaíto, en Santa Marta)

Cuando estaba en el colegio estudié una carrera técnica porque este tenía un convenio con la universidad y después pude llegar ahí gracias a un patrocinador. En el primer semestre hice la transferencia a comunicación social pero no pude estudiar porque no había dinero para pagarlo. Después me encontré con una persona que me podía ayudar con el pago de la matrícula, no sabía cómo iba a pagar los demás, pero entrar a la universidad me emocionaba mucho. Ese fue mi impulso para irme de Venezuela.

Recuerdo que en el mes de agosto de 2015 se dio la crisis fronteriza entre Colombia y Venezuela por la supuesta presencia en territorio venezolano de miembros de grupos paramilitares. Inicialmente cerraron la frontera un miércoles por 72 horas, me angustié mucho porque el lunes siguiente iniciaba mis clases. Cuando fuimos al puente dijeron que el viernes abrirían el paso, ese día fui y todo seguía igual. 

Mucha de la gente que estaba en San Antonio dormía en la calle a la espera de poder cruzar para Colombia. Regresé a la casa y me armé de valor, tomé una maleta y empaqué algo de ropa, me despedí de mamá y me fui decidida a volver a mi país. Al llegar al puente abrieron el paso por una hora, fue como un milagro, y crucé de primeras. Pisar suelo colombiano fue sentirme libre. Ahora solo está en el recuerdo esos tiempos en los que tenía que pedirle permiso a la guardia venezolana para cruzar la calle.

Llegué a vivir a la casa de una amiga en el municipio de Villa del Rosario. Al comienzo me sentía sola y arrimada, sin embargo, saqué con buenas calificaciones ese primer semestre, lo que seguía era buscar la manera de financiar los siguientes. Una amiga me dijo que en bienestar universitario tenían varios proyectos para gente como yo, desplazada y deportada.

Me acerqué a bienestar y la coordinadora me dijo que podía aplicar a una de las becas que ofrecía la Fundación Bancolombia en su programa Becas sueños de paz. Presenté los dos exámenes que me pedían y a los diez días me dieron la mejor noticia, la operadora del programa me dijo: “Yajaira, pasaste. Tienes la beca”. Aún no puedo describir lo que significó esa palabra para mí, ese pasaste fue el inicio de poder cumplir un sueño.

Este año terminé quinto semestre y durante todo este tiempo me he dedicado a estudiar, sobresalir y no defraudar a las personas que han creído en mí.  Soy la primera de mi familia en acceder a la educación superior y eso los llena a todos de orgullo. He aprendido a salir adelante sola, mi mamá aún está en Venezuela, pero estoy convencida de que sí es posible conseguir lo que uno quiere. Yo soy una persona enamorada del arte y creo que con mi carrera puedo ayudar a muchos más.

Becas sueños de paz

Yajaira Viloria es una de los 1.300 jóvenes beneficiarios del programa Becas sueños de paz de la Fundación Bancolombia. A través del pago total de la carrera, recursos para manutención y apoyo psicosocial, los jóvenes de estratos socioeconómicos 1,2 y 3, y población vulnerable víctimas del conflicto armado o a las que les hayan transgredido sus derechos humanos, pueden finalizar sus estudios universitarios y así tener la posibilidad de labrarse un futuro con mejores oportunidades.

“Becas sueños de paz no es un programa de convocatoria abierta. Esto funciona porque desde la Fundación Bancolombia hacemos las alianzas con las universidades y a través de estas identificamos los jóvenes que cumplen con el perfil para participar en las becas. Creemos que por medio de esto podemos atacar uno de los grandes problemas de la educación superior que es la deserción y todos los problemas socioeconómicos”, dice Lina Montoya, directora de la Fundación Bancolombia.

Para acceder a esta beca es indispensable haber cursado el primer año del programa, tener un promedio acumulado mínimo de 3,5, estar entre los 16 y 25 años de edad y pertenecer alguna de las 15 universidades elegidas por la Fundación, entre las que están la Universidad de La Salle, Universidad de la Sabana, Universidad de Los Andes, Universidad Nacional, Universidad Minuto de Dios, Universidad del Valle, Universidad Católica del Norte, Universidad de Antioquia, Universidad de Cartagena, Universidad de Pamplona, Universidad Comfenalco, Universidad de Caldas, Universidad Tecnológica del Chocó, Universidad Industrial de Santander y Universidad de Magdalena. 

El programa, que se encuentra en 31 departamentos del país (con excepción de Vaupés), ha promocionado a 1.300 estudiantes - 46% de estrato 1, 37 % de estrato 2 y 17% de estrato 3 -, de los cuales 241 ya se han graduado del fondo Lumni Colombia.

“Muchas veces un joven lograba entrar a la educación superior, con todos los obstáculos que eso implica, y no podía mantenerse porque no tenía los medios. En otras ocasiones lo que ocurría es que podía entrar a una universidad, pero no tenía para la manutención. Lo que hemos hecho con Becas sueños de paz es darles la posibilidad de que continúen sus carreras y puedan contribuir desde las distintas áreas a una sociedad más sostenible”, finaliza Montoya. 

 

Por REDACCIÓN COMERCIAL

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