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“Es un error someter los derechos de una minoría a los de una mayoría”: David Bilchitz

Este académico fue un abanderado del matrimonio de parejas del mismo sexo en Sudáfrica. Aseguró que el Tribunal Constitucional de su país reconoció que las familias vienen en “muchas formas” y dijo que las libertades de gais y sus hijos no se pueden decidir por votación.

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María Paulina Baena Jaramillo
29 de septiembre de 2016 - 03:00 a. m.
El académico David Bilchitz visitó Colombia para compartir las experiencias sudafricanas en temas de adopción igualitaria y paz. / Carolina Corredor - U. Externado
El académico David Bilchitz visitó Colombia para compartir las experiencias sudafricanas en temas de adopción igualitaria y paz. / Carolina Corredor - U. Externado
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En 2006 David Bilchitz fue uno de los líderes de la campaña en Sudáfrica que buscaba la aprobación del matrimonio civil en parejas del mismo sexo. Hoy es el director del Instituto Sudafricano de Derecho Constitucional de la Universidad de Johannesburgo (Saifac, por sus siglas en inglés). 

Además de eso, se ha dedicado a causas que parecen muy distantes: el movimiento feminista, los derechos de los gais, temas de protección animal, recoger fondos para indigentes y talleres de pedagogía para niños. Pero asegura que el común denominador de todas ellas es “la protección de los derechos de todos aquellos que son vulnerables en la sociedad”.

Fue invitado por la Universidad Externado de Colombia para intercambiar experiencias sobre los procesos democráticos en Sudáfrica y Colombia. El Espectador conversó con él para conocer de cerca lo que nuestro país podría aprender del suyo.

¿Cómo empezó el debate por la adopción gay en Sudáfrica?

El punto de partida fue entender la Constitución de 1994 de Sudáfrica, la que marcó el comienzo de la democracia. Fue la primera constitución en el mundo en establecer que no debe haber discriminación injusta por motivos de orientación sexual. Este paso histórico se dio en el medio de una transición que aborda un pasado en el que la discriminación racial se afianzó en la ley.

En 2006 empezó la campaña en Sudáfrica por lograr la aprobación del matrimonio en parejas gay. ¿Cuál era el ambiente que se respiraba en ese entonces?

La Corte Constitucional de Sudáfrica comprobó que era una discriminación injusta negar que las parejas del mismo sexo tengan los mismos derechos y obligaciones que las parejas heterosexuales casadas. La Corte no cambió la ley: se le ordenó al parlamento promulgar una nueva ley que reglamentara el matrimonio en Sudáfrica. Esto creó la oportunidad para un gran debate público en torno a los derechos de las parejas del mismo sexo.

¿Qué acordaron en principio para aprobar el matrimonio gay?

El partido que regía en ese entonces era el Congreso Nacional Africano, que propuso una ley para que las parejas del mismo sexo se llamaran “uniones civiles”. Tendrían los mismos derechos y obligaciones que las parejas heterosexuales, pero no serían llamados “matrimonios”.

¿Y qué dijo la comunidad LGTBI?

Se opuso, argumentando que la única razón para negar que fueran considerados “matrimonios” en la ley era que veían las relaciones del mismo sexo como de “segunda clase”. Eso sería como volver a introducir el sistema de apartheid, contra el cual Sudáfrica había luchado tanto. Es decir, la creación de sistemas jurídicos diferentes para las personas que tratan a un conjunto de individuos como inferiores, a pesar de que pretenden ser iguales.

¿Cuáles fueron los obstáculos para promover el matrimonio igualitario en Sudáfrica?

Superar la aversión a la utilización del término “matrimonio” en parejas del mismo sexo. En una importante reunión con el ministro del Interior explicamos que el matrimonio tiene significados simbólicos y culturales que no pueden ser replicados por cualquier otro término.

En Colombia hay una senadora llamada Viviane Morales, que está promoviendo un referendo para que las familias diversas no puedan adoptar niños y que sólo lo puedan hacer las familias compuestas por un papá y una mamá. ¿Cuál es su lectura?

No conozco a la senadora Morales, pero su propuesta debe ser rechazada de tajo. Es un error someter los derechos fundamentales de una minoría, como los de las personas LGBT, para que sean decididos por una mayoría heterosexual. Esta es una de las principales razones que tenemos los tribunales constitucionales: proteger a las minorías de la tiranía potencial de la mayoría. Por supuesto, sería maravilloso que la mayoría de los colombianos aprobara los derechos de las parejas del mismo sexo, sin embargo, sus derechos no deben depender de una decisión de este tipo.

¿Cuáles son las razones para rechazar la propuesta?

La sustancia de la propuesta está mal y hay razones de peso para creerlo. En primer lugar, no hay pruebas que demuestren que las familias de un hombre y una mujer son mejores que otras configuraciones. En segundo lugar, esta propuesta es terrible para los niños. Esto significa que se va a privar a muchos niños de tener familias amorosas. También estigmatiza a estos niños que ya están en relaciones del mismo sexo o familias monoparentales. Si la gente quiere lo mejor para los niños, esta es una propuesta que debe ser derrotada.

Hay varios mitos que rodean esta propuesta y es que los niños que crecen en ambientes homosexuales pueden ser inducidos a ser homosexuales. ¿Es cierto que se puede aprender?

La mayoría de las personas homosexuales y lesbianas crecen con padres heterosexuales. ¿Dónde aprendieron su sexualidad? Muchas personas también crecen con un solo padre. ¿Qué los transforma a ser homosexuales o heterosexuales? El mito también supone que es malo ser gay o lesbiana, pero no lo es: es simplemente una parte de la diversidad humana. El poder de amar y conectarse con otros es bello y merece ser celebrado así esté dirigido hacia el mismo o al sexo opuesto.

¿Algún consejo para que Colombia enfrente este debate de la adopción gay?

Colombia es también un país que puede estar orgulloso de su Constitución: también tiene uno de los principales tribunales constitucionales en el mundo. Los derechos de las parejas del mismo sexo y de sus hijos no deben ser sometidos a votación. El Tribunal Constitucional de Sudáfrica, por ejemplo, reconoció que “las familias vienen en muchas formas y tamaños” y los niños de hoy crecen en familias con padres del sexo opuesto, del mismo sexo y padres solteros. Todas estas familias pueden ser buenas y malas y dependen de la calidad del amor y el cuidado de los padres para sus hijos.

Usted se ha involucrado en varias causas que parecen ser distantes: el movimiento feminista, los derechos de los gais, temas de protección animal como prevenir la caza de elefantes, recoger fondos para indigentes, talleres de pedagogía para niños. ¿Existe algún común denominador que las una a todas?

Crecí en una sociedad que afianzó la desigualdad y la injusticia. Fui a la universidad en el año de las primeras elecciones democráticas de Sudáfrica en 1994 y desarrollé un sentido de crear una sociedad (y un mundo) que respete la dignidad, la igualdad y la libertad de todos. Y me refiero a todos: la sociedad humana ha sido muy buena en la protección de unos y no de otros. El foco de mi trabajo ha estado en garantizar la protección de los derechos de todos aquellos que son vulnerables en la sociedad. Se basa en un profundo compromiso con el respeto de todas las criaturas sensibles, y de la compasión y la expansión de nuestra humanidad.

Cambiando de tema, usted tiene experiencia en justicia transicional. ¿Cómo ve nuestro proceso de paz?

Me recuerda la transición de Sudáfrica en 1994, donde los nuevos horizontes se abrieron. La paz es un valor incalculable, es la condición básica sin la cual no podemos prosperar como sociedad. A veces, la consecución de este importante valor requiere la aceptación de compromisos difíciles y dolorosos. En Sudáfrica, el logro de la paz entre los movimientos del gobierno y de liberación hizo que se creara una Comisión de Verdad y Reconciliación. A los perpetradores de crímenes terribles que decían la verdad sobre los crímenes políticos, se le dio una amnistía completa. La aceptación de esto era extremadamente dolorosa para muchas víctimas del gobierno del “apartheid”, pero, sin ella, Sudáfrica habría continuado en un camino violento y sin esperanza de un nuevo futuro. Tampoco se habría descubierto gran parte de la verdad sobre el pasado.

El acuerdo de paz en Colombia es, en mi opinión, uno innovador. Quizás uno de los más innovadores en ser firmados. Se trata de un compromiso histórico, que, aunque doloroso para muchos, sienta las bases para un futuro mejor para el país. La experiencia de Sudáfrica me ha demostrado que la firma de un acuerdo de este tipo es el comienzo de un proceso más que al final de uno.

Por María Paulina Baena Jaramillo

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