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Fallamos todos cuando el gatillo lo aprieta un menor

“Ese joven que disparó no llegó solo a ese momento. Es el resultado de años de abandono, de falta de oportunidades reales, de un sistema educativo que muchas veces no logra formar en valores ni generar esperanza”.

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Luz Karime Abadía*
12 de junio de 2025 - 02:00 a. m.
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Colombia se estremeció con una noticia que duele y que debería avergonzarnos como sociedad: el presunto responsable del disparo contra un candidato presidencial sería un menor de edad. Más allá de las investigaciones judiciales que deben avanzar con rigor y respeto por el debido proceso, hay una verdad dolorosa que ya no podemos eludir: fallamos como sociedad cuando un adolescente, que debería estar recibiendo buena formación, aprendiendo a imaginar su futuro, termina empuñando un arma y atentando contra la democracia.

No se trata solo de un hecho criminal, sino de una profunda evidencia del colapso de múltiples redes de protección. Es triste y también preocupante que una familia falle en su tarea de cuidado, orientación y formación. Pero lo que no puede fallar, bajo ningún pretexto, es el Estado. Porque el Estado es el último garante de la infancia, y porque cuando todas las demás redes fallan, es el Estado el que debe sostener, proteger y ofrecer alternativas.

Ese joven no llegó solo a ese momento. Es el resultado de años de abandono, de falta de oportunidades reales, de un sistema educativo que muchas veces no logra formar en valores ni generar esperanza. Una formación de calidad, una de verdad, es aquella que no solo enseña matemáticas y ciencias, sino que educa para la vida. Que da herramientas para discernir entre lo bueno y lo malo. Que forma ciudadanos, no solo trabajadores. Que cultiva el pensamiento crítico, la empatía, y la resolución pacífica de conflictos. Que ayuda a cada joven a encontrar un propósito y a construir un proyecto de vida digno.

Una educación así no se improvisa. Se construye con voluntad política, inversión sostenida, formación docente y políticas públicas que reconozcan que en cada niño(a) hay un ciudadano en potencia, no un voto, no una estadística, no un problema a contener.

Pero mientras el sistema educativo intenta —muchas veces en condiciones precarias— sostener esa promesa, tenemos otro frente de deterioro: la polarización. Cuando figuras públicas usan sus redes sociales y discursos para lanzar ataques personales, emplear lenguaje violento y deslegitimar a quienes piensan distinto no solo es éticamente cuestionable: es peligrosamente formativo. Porque los jóvenes —que aún están construyendo su criterio, su marco moral, su idea de país— aprenden también por imitación. Y en una cultura donde el lenguaje violento se normaliza, el paso a la violencia física se acorta.

Un menor que dispara no aprendió eso en el aula. Lo aprendió en la calle, en el abandono. El lenguaje es performativo: lo que se dice importa, y más aún cuando lo dicen líderes. Porque las palabras no solo comunican, también legitiman, modelan y movilizan. Y si bien toda figura pública tiene una responsabilidad frente a la sociedad, esa responsabilidad es aún mayor en el caso de los gobernantes. No solo porque administran recursos públicos o porque fueron elegidos en las urnas, sino porque tienen, por mandato constitucional, el deber de velar por el bienestar de los ciudadanos, de garantizar sus derechos y de gobernar para todos, incluso —y especialmente— para quienes no piensan como ellos. Gobernar con ejemplo no es un cliché, es una responsabilidad ineludible. Cuando un líder político usa el lenguaje para dividir, estigmatizar o incitar, está incumpliendo esa obligación y poniendo en riesgo la convivencia y la democrática.

Los líderes también modelan comportamientos, encarnan valores, marcan los límites de lo aceptable. Por eso, toda figura pública debe tener un comportamiento ejemplar. No por moralismo, sino porque en sus palabras y comportamiento se educa o se corrompe.

Hoy más que nunca necesitamos referentes que dignifiquen la palabra, que entiendan el poder que tienen y lo usen para construir, no para dividir. Necesitamos que los jóvenes no encuentren modelos de éxito en la violencia, sino en el conocimiento, la ética, la esperanza y la dignidad.

Que el gatillo lo haya apretado un menor es un síntoma, no una anécdota. Es la muestra de un Estado que ha dejado huecos donde debía haber presencia, y de una sociedad que no ha sabido proteger a sus niños y niñas. Corregirlo requiere más que indignación: exige acción decidida, y, sobre todo, una educación que sea verdadera promesa de futuro.

*Decana de la Facultad de Ciencias Económicas y Administrativas de la Universidad Javeriana

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Por Luz Karime Abadía*

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Usuario(82157)12 de junio de 2025 - 03:00 p. m.
No trate de ponerle un morral de culpa a los qué no sean robado el Estado , los culpables todos lo saben y se pavonean cómo gente de bien .
Usuario(82157)12 de junio de 2025 - 02:57 p. m.
No me digan qué tocamos fondo , siempre hemos estado volando bajo y cuando navegamos siempre cómo submarino nazi de la II guerra mundial rastrillando el lodo de las incompresiones, avaricia y todos los males del Egipto biblico. Usteded creen qué la guerra de los mil días , fue pán pá el desayuno? ( Hasta 100 mil muertos).., liberales pobres contra conservadores pobres, los jefes mamando Whisky en Bogotá.
Usuario(82157)12 de junio de 2025 - 02:44 p. m.
Porquè Colombia es el único país con guerrilla , Narcos paracos, ladrones de cuello blanco , 35 % del congreso eran paramilitares, han asesinado gobernadores, alcaldes, curas, ministros, procuradores, candidatos presidenciales más de 5 lideres !Uribe Uribe (1914) con una hacha, . los falsos positivos, ( las vendetas de los Cárdenas y Valdeblánquez de Dibulla Guajira, por una deuda de sangre, en resumen más de 200 muertos, la historia no miente.
Usuario(82157)12 de junio de 2025 - 02:33 p. m.
No me creo culpable , porquè ? no me e robado el PAE de ningúna IE. No me he robado el internet de Centros Poblados, Jamás trabajé en el ICBF, Ministerio de Hacienda, no meta en esa mochila a ningún pobre Dra., los qué se roban el presupuesto son culpables. Si una compañía quiebra la culpa es del CEO no del mensajero !( çomo economista debe saberlo). Culpables los què lequitan a los padres de los niños lo que deban ganar para mantenerlos y eso no lo dicen.
Usuario(82157)12 de junio de 2025 - 02:23 p. m.
Velar por los intereses de la comunidad , eso hace Petro pero cuando una multitud alicorada en un concierto rebuznan " fuera Petro" eso es violencia , porqué coadyuva al rompimiento institucional de un presidente legitimamemte constituido. No crren qué si los miles de padres reciben más por su salario mejora su situación de pobreza, quien se robo el PAE en Cesar? los culpables los tienes en el misma urbanización estrato 6 , y visten de saco y corbata y hasta tendrán " tronco e bigote:.
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