“Hagamos un ejercicio. Durante mi presentación, eviten al máximo usar el celular. Al final, me cuentan cómo les va”, fueron las palabras con las que Giuseppe Lavenia, presidente de la Asociación Nacional de Adicciones a la Tecnología, una entidad que desde 2002 se encarga de las adicciones a la tecnología, el ciberacoso y el síndrome hikikomori (aislamiento social voluntario), comenzó su charla, una de las principales del evento EduCare Summit, apoyado por el Banco de Desarrollo de América Latina y el Caribe (CAF), que se llevó a cabo el pasado miércoles 15 de octubre en el Gimnasio Moderno, en el oriente de Bogotá.
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La charla de Lavenia, quien durante más de 20 años ha estudiado y abordado fenómenos relacionados con el uso de la tecnología y su impacto en la vida cotidiana, estaba centrada precisamente en explicar las principales consecuencias que tiene en el cerebro de un niño o niña el uso problemático de las redes sociales y, por supuesto, de los dispositivos móviles. Luego del ejercicio, explicó que, basado en su experiencia como psicólogo y docente, ha podido encontrar que la mayoría de adolescentes están generando una relación problemática con los celulares o pantallas, las cuales ha desencadenado varios casos de ansiedad y depresión.
Durante su conversatorio, también dijo que la solución no es prohibir su uso en las aulas de clase, sino promover unas pausas conscientes. Y, para ejemplificarlo, contó una de las reglas que tiene con sus hijos: “tenemos un tiempo determinado para usar el celular. Si alguno lo llegamos a pasar, automáticamente nos sale un bloqueo de pantalla. El mío lo maneja mi hija. Tiene todas las claves”, comentó y añadió que sí se podría llegar a hablar en algún punto de la adicción a los celulares.
En su conversatorio aseguró que el uso de teléfonos inteligentes antes de los 13 años puede comprometer la salud mental, ¿por qué?
Antes de los 13 años no hay un vínculo exacto donde los adolescentes o, en este caso, los preadolescentes, tengan una relación directa con la sociedad. En ese momento de su vida, todavía están desarrollando su personalidad y, al hacer un uso problemático de las redes sociales, podrían convertirse en personas que se alejan de la sociedad. De llegar a pasar esto, podría traer una serie de afectaciones, no solo a nivel familiar, sino también social. Posiblemente, llegarán a tener una adicción por el teléfono, a presentar aislamiento, depresión, soledad o ansiedad.
¿Cuáles son esas señales que nos puede alertar que un joven está teniendo un uso problemático con su celular?
Lo primero que debemos entender es si se ha vuelto más agresivo, si ha cambiado su ritmo de sueño-vigilia, si tiene dificultades para dormir y, sobre todo, si tiende a aislarse de otras personas. Es decir, si abandona sus pasatiempos, sus actividades, su vida cotidiana.
Es importante resaltar que aquellos jóvenes que han hecho un uso excesivo de la tecnología, cuando sean adultos pueden tener mayores trastornos de atención, contar con pocos amigos, presentar dificultad para entablar relaciones y, sobre todo, ser personas que no están acostumbradas a gestionar la ira y la frustración. Están acostumbrados a tenerlo todo y de inmediato, y por eso, cuando crecen, les cuesta aceptar la espera.
¿Qué consecuencias en el cerebro traería el uso problemático de los celulares?
Las personas tenemos el hemisferio derecho y el izquierdo y contamos con cuatro lóbulos: frontal, occipital, temporal y parietal. El último lóbulo que se desarrolla en nuestra vida es el frontal, que se encuentra en la parte de adelante de nuestro cerebro y lo puede hacer hasta los 30 años. Hasta esa edad tenemos neuroplasticidad. Entonces, una persona que ha utilizado mal la tecnología o las redes sociales, va a tener deteriorado, probablemente cuando sea un adulto, su área cognitiva, que tiene que ver con todo lo relacionado con la atención y la memoria.
Además, son personas que, probablemente desde los cinco años, pueden tener lo que conocemos como el diagnóstico de TDAH, el cual se relaciona con la atención y la hiperactividad. Es muy importante que tengamos en cuenta que debemos limitar los espacios al utilizar tecnología.
¿En algún momento se puede llegar a hablar de que los niños y niñas pueden generar adicción al celular?
Acá es clave que cuando hablamos de tecnología es celular, tabletas, televisión o equipos de sonido. Un mal uso puede provocar que el cerebro se estimule excesivamente. Entonces, vas a sentir que necesitas una recarga de dopamina y serotonina, y vas a querer, y a querer y a querer más. Al final, puedes llegar a un momento donde todo te parece aburrido y tienes que seguir consumiendo para que no haya una hiperestimulación.
Por eso, es muy importante tener pausas conscientes. Aislarse de las pantallas para que pueda tener una conciencia y una pausa. Lo ideal es que sean de uno a cinco minutos. En este tiempo puedes meditar, escuchar canciones que te gusten, ir a la naturaleza, bailar, cantar, pintar, caminar, eso son pausas conscientes.
Ha dicho que la ansiedad puede llegar a ser una nueva pandemia, ¿por qué?
La ansiedad es nuestra “peor enemiga” y se podría decir que es nuestra futura pandemia, más que la depresión. La razón es porque puede generar bajos estados de ánimo, dificultades para relacionarse. Además, este mal uso puede generar una realidad alterada y está generando una identidad que es falsa. No se va a sentir valorada, aceptada o amada si no cuenta con cierta cantidad de “me gusta” en sus publicaciones. O tiene que cumplir una serie de estándares para encajar en esa sociedad que nos venden. Nunca vas a ver en redes sociales los “malos” momentos de una persona. Esta comparación constante puede provocar una ansiedad social.
Uno de los temas de los que más habla en su charla es la “nomofobia”. ¿Qué es y cómo está relacionada con el uso temprano de pantallas?
La “nomofobia” es la abreviatura de no móvil, no teléfono, no tecnología. Se caracteriza por ser un miedo irracional que tienes a quedarte sin tecnología y, por lo tanto, genera un fuerte estado de ansiedad y de angustia. Es como si ese aparato fuera parte de tu cuerpo, como si fuera un órgano. Entonces, te secuestran ese órgano. He conocido casos donde los jóvenes prefieren regresar a casa para recuperar su teléfono inteligente porque, de lo contrario, sienten que están presentando un episodio fuerte de ansiedad o viviendo una gran aprensión. Este es un problema muy extendido, no solo en jóvenes, sino también en los adultos, pues solemos ser los primeros en regalar el teléfono inteligente a nuestros hijos porque intentamos controlarlos. Lo que hacemos es transmitirles la idea de que, para estar bien, hay que tener un teléfono inteligente. Ahí hay un gran error.
Al final, ¿prohibir o no el uso de celulares dentro del aula?
Es muy importante que los docentes tengan establecido un espacio durante sus clases para el uso de la tecnología, ya sea porque se está desarrollando alguna temática o porque se va a utilizar la tecnología para alguna actividad en especial. Pero, es importante que durante los recreos, los estudiantes salgan del aula y tengan esa pausa consciente, donde puedan jugar en la naturaleza, en el parque, que establezcan un vínculo entre ellos. No que destinen estos espacios para estar en las pantallas.
No podemos negar la realidad: en la actualidad, muchos niños, niñas y adolescentes tienen un dispositivo móvil y, de hecho, en la mayoría de los colegios piden que adquieran uno. Entonces, acá el camino no es prohibirlo, sino trabajar en la delimitación del tiempo, sobre todo para que un mal uso no afecte el área psicosocial ni el cognitivo.
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