Las verdaderas quejas de los alumnos de La Sabana
Aumento en el precio de las fotocopias en los quioscos, sobrepoblación en las áreas comunes, falta de capacidad en cafeterías y restaurantes e inseguridad preocupan a la comunidad estudiantil. La Universidad responde.
Stefanie Matiz Cortés
Detrás de los titulares efectistas, lo que realmente está pasando en la Universidad de La Sabana es una creciente inconformidad por situaciones que encontraron los estudiantes al inicio de este semestre, que efectivamente tiene que ver con la llegada de unos 400 alumnos del programa Ser ‘pilo’ paga.
El Espectador venía haciéndole seguimiento a las quejas en las redes sociales sobre el ambiente de descontento que se respira en el campus ubicado en Chía, y decidió trasladarse a la universidad para conversar con los estudiantes y los directivos.
No se trata de una batalla de clases, ni que a los estudiantes les parezca que los becarios sean unos ‘guisos’, porque de hecho en promedio un 47% de la población estudiantil corresponde a estrato 1,2 y 3, y un alto porcentaje de ésta es becada por programas y convenios de la universidad desde antes que recibieran a beneficiados de las 10 mil becas que otorga el gobierno.
“En las redes hay gente hablando del tema de los ‘guisos’ que ni siquiera estudian en la universidad. Aquí nos preocupan otras cosas, como el aumento de precios en las fotocopias y en las cafeterías, lo que efectivamente es contraproducente con la decisión de recibir a compañeros que van a tener que vivir con un subsidio del gobierno”, dijo un estudiante de la Facultad de Ingeniería.
El año pasado, comenta María Camila, de Derecho, las copias costaban $50, el mismo precio de hace muchos años y este semestre nos encontramos con que valían $100. Un compañero de los ‘pilos’ dijo que el subsidio sólo le iba a alcanzar para fotocopias.
El Espectador indagó con las directivas de la universidad y confirmaron el aumento en el precio de las fotocopias. Sin embargo, argumentaron que se trata de un plan para desincentivar el uso del papel y que los alumnos acudan más a herramientas digitales. Pero ante la reacción de los estudiantes, la semana pasada tomaron la decisión de bajar de nuevo el costo de este servicio.
El otro tema que tiene incómodos a los alumnos antiguos es lo que ellos denominan la sobrepoblación estudiantil. Por primera vez en mucho tiempo comienzan a registrar aglomeraciones en los pasillos de los edificios, en las cafeterías, restaurantes y hasta en los baños.
Y razón tienen; normalmente la población estudiantil se crece en mil alumnos cada semestre y éste creció en 1.420 con los ‘pilos’, con el impacto que ello tiene sobre el uso del espacio en el campus.
No obstante que los alumnos alegan que hay congestión en los pasillos y los baños, la universidad dice que no hay sobreutilización del terreno.
Carlos Aponte, Director General Administrativo de la universidad dice que desde el año pasado se inició un estudio de análisis de capacidad que demuestra que la ocupación de la universidad y sus aulas no era superior al 63% de su capacidad. Con el ingreso de los becados por el gobierno, esa ocupación apenas subió al 67%, añade, para contestar algunas de las quejas recibidas por este diario y que señalaba que se estaban programando clases en laboratorios, a la falta de aulas disponibles en determinados horarios.
“Cuando un profesor sienta a un alumno en un laboratorio es porque para el desarrollo del saber de esa materia se necesita de ese espacio. Pero no es que estemos sin salón”, dice Aponte, quien indica que el mismo estudio arrojó una capacidad ociosa del 40% en la mayoría de aulas.
Sin embargo, reconoce que unas 70 personas que hacen parte del personal administrativo de la universidad, tuvo que ser reubicado en unas instalaciones arrendadas y así abrir más espacio para los alumnos. El resultado, se crearon tres aulas nuevas. Si se podría contemplar la idea de trasladar más gente del personal administrativo para mejorar la ocupación en el campus, puntualizó.
Otra medida para mitigar el incremento de la población estudiantil, fue remodelar dos baños del edificio G, lo que permitió construir dos aulas nuevas.
Respecto a las quejas por las filas en los restaurantes y congestiones en algunas zonas del campus, el directivo dice que eso es típico en la primera y segunda semana de clases, mientras los alumnos adecuan sus franjas de horarios. No obstante, advierte que de 1.600 soluciones de almuerzo del año anterior, pasaron a 3.000.
“Hemos ampliado el horario de los puntos de alimentación y tenemos 6 grandes restaurantes y 5 puntos de comida rápida”, agregó.
Ana María Gordillo, Directora General de Estudiantes, reconoce que ha sido todo un reto no solo para La Sabana, sino para la mayoría de universidades recibir los nuevos integrantes de la comunidad estudiantil, porque, como ella misma lo señala, no se trata “de recibir alumno porque sí”, sino manteniendo los estándares de calidad de cada institución educativa.
“La sociedad no puede olvidar que estos estudiantes también están pagando; lo único diferente es que no pagan sus familias. El Estado está pagando. Es decir que todos estamos pagando por estos estudiantes. Entonces con mayor razón tenemos que valorar lo que ellos pagan”, dijo.
“A ellos nadie les está haciendo un favor, no es gratis”, puntualizó para señalar que este programa es el resultado de lo que la sociedad ha venido reclamando del gobierno durante años, es decir más oportunidades de escasos recursos.
Detrás de los titulares efectistas, lo que realmente está pasando en la Universidad de La Sabana es una creciente inconformidad por situaciones que encontraron los estudiantes al inicio de este semestre, que efectivamente tiene que ver con la llegada de unos 400 alumnos del programa Ser ‘pilo’ paga.
El Espectador venía haciéndole seguimiento a las quejas en las redes sociales sobre el ambiente de descontento que se respira en el campus ubicado en Chía, y decidió trasladarse a la universidad para conversar con los estudiantes y los directivos.
No se trata de una batalla de clases, ni que a los estudiantes les parezca que los becarios sean unos ‘guisos’, porque de hecho en promedio un 47% de la población estudiantil corresponde a estrato 1,2 y 3, y un alto porcentaje de ésta es becada por programas y convenios de la universidad desde antes que recibieran a beneficiados de las 10 mil becas que otorga el gobierno.
“En las redes hay gente hablando del tema de los ‘guisos’ que ni siquiera estudian en la universidad. Aquí nos preocupan otras cosas, como el aumento de precios en las fotocopias y en las cafeterías, lo que efectivamente es contraproducente con la decisión de recibir a compañeros que van a tener que vivir con un subsidio del gobierno”, dijo un estudiante de la Facultad de Ingeniería.
El año pasado, comenta María Camila, de Derecho, las copias costaban $50, el mismo precio de hace muchos años y este semestre nos encontramos con que valían $100. Un compañero de los ‘pilos’ dijo que el subsidio sólo le iba a alcanzar para fotocopias.
El Espectador indagó con las directivas de la universidad y confirmaron el aumento en el precio de las fotocopias. Sin embargo, argumentaron que se trata de un plan para desincentivar el uso del papel y que los alumnos acudan más a herramientas digitales. Pero ante la reacción de los estudiantes, la semana pasada tomaron la decisión de bajar de nuevo el costo de este servicio.
El otro tema que tiene incómodos a los alumnos antiguos es lo que ellos denominan la sobrepoblación estudiantil. Por primera vez en mucho tiempo comienzan a registrar aglomeraciones en los pasillos de los edificios, en las cafeterías, restaurantes y hasta en los baños.
Y razón tienen; normalmente la población estudiantil se crece en mil alumnos cada semestre y éste creció en 1.420 con los ‘pilos’, con el impacto que ello tiene sobre el uso del espacio en el campus.
No obstante que los alumnos alegan que hay congestión en los pasillos y los baños, la universidad dice que no hay sobreutilización del terreno.
Carlos Aponte, Director General Administrativo de la universidad dice que desde el año pasado se inició un estudio de análisis de capacidad que demuestra que la ocupación de la universidad y sus aulas no era superior al 63% de su capacidad. Con el ingreso de los becados por el gobierno, esa ocupación apenas subió al 67%, añade, para contestar algunas de las quejas recibidas por este diario y que señalaba que se estaban programando clases en laboratorios, a la falta de aulas disponibles en determinados horarios.
“Cuando un profesor sienta a un alumno en un laboratorio es porque para el desarrollo del saber de esa materia se necesita de ese espacio. Pero no es que estemos sin salón”, dice Aponte, quien indica que el mismo estudio arrojó una capacidad ociosa del 40% en la mayoría de aulas.
Sin embargo, reconoce que unas 70 personas que hacen parte del personal administrativo de la universidad, tuvo que ser reubicado en unas instalaciones arrendadas y así abrir más espacio para los alumnos. El resultado, se crearon tres aulas nuevas. Si se podría contemplar la idea de trasladar más gente del personal administrativo para mejorar la ocupación en el campus, puntualizó.
Otra medida para mitigar el incremento de la población estudiantil, fue remodelar dos baños del edificio G, lo que permitió construir dos aulas nuevas.
Respecto a las quejas por las filas en los restaurantes y congestiones en algunas zonas del campus, el directivo dice que eso es típico en la primera y segunda semana de clases, mientras los alumnos adecuan sus franjas de horarios. No obstante, advierte que de 1.600 soluciones de almuerzo del año anterior, pasaron a 3.000.
“Hemos ampliado el horario de los puntos de alimentación y tenemos 6 grandes restaurantes y 5 puntos de comida rápida”, agregó.
Ana María Gordillo, Directora General de Estudiantes, reconoce que ha sido todo un reto no solo para La Sabana, sino para la mayoría de universidades recibir los nuevos integrantes de la comunidad estudiantil, porque, como ella misma lo señala, no se trata “de recibir alumno porque sí”, sino manteniendo los estándares de calidad de cada institución educativa.
“La sociedad no puede olvidar que estos estudiantes también están pagando; lo único diferente es que no pagan sus familias. El Estado está pagando. Es decir que todos estamos pagando por estos estudiantes. Entonces con mayor razón tenemos que valorar lo que ellos pagan”, dijo.
“A ellos nadie les está haciendo un favor, no es gratis”, puntualizó para señalar que este programa es el resultado de lo que la sociedad ha venido reclamando del gobierno durante años, es decir más oportunidades de escasos recursos.