“Los comportamientos de los padres afectan el cerebro de sus hijos”

La doctora Julia Harper dirige un centro especializado en neuroplasticidad que ha atendido a más de 15.000 familias con dificultades cognitivas, de aprendizaje y de comunicación. Su método demuestra que el cerebro de los seres humanos puede adaptarse, cambiar y mejorar la vida cotidiana.

20 de septiembre de 2019 - 02:00 a. m.
“Los comportamientos de los padres afectan el cerebro de sus hijos”

Julia Harper tiene una Maestría en Terapia Ocupacional, un Doctorado en Psicología y dirige la clinica Therapeed, un centro de salud especializado en neuroplasticidad, que desde su fundación en 1999, ha atendido a miles de personas de Asia, África, Europa y Latinoamérica que viajan hasta Estados Unidos para mejorar las conexiones de su cerebro.

Para Harper, que fue la invitada especial de la sexta edición de la Cumbre de Líderes por la Educación, “una de cada 25 personas en el mundo tiene problemas con el procesamiento de su cerebro y muchas no lo saben”. Según ella, “la ciencia ya demostró que podemos cambiar y maximizar las funciones de nuestro cerebro para mejorar nuestro rendimiento, nuestra atención y nuestra capacidad de aprendizaje”.

¿Qué personas llegan al centro que dirige? ¿Qué problemas son los que la neuroplasticidad puede ayudar a resolver?

La gente va a nuestro centro porque tiene problemas fisiológicos o psicológicos en el cerebro. Muchos niños llegan porque tienen dificultades de aprendizaje, de desarrollo cognitivo, de comunicación o de socialización. Muchos tienen comportamientos inadecuados, no pueden controlar su cuerpo o les cuesta poner atención en el colegio. Los adultos llegan porque tienen bajo desempeño en el trabajo o inconvenientes con sus parejas. También porque sienten frustración, ansiedad o no pueden manejar su vida como desearían.

¿Cuál es el origen de esos problemas y cómo los ayudan a cambiar?

Estas dificultades surgen porque el cerebro no funciona bien. Es decir, cuando no puede recibir información y no puede entenderla ni procesarla adecuadamente. Eso afecta la coordinación motora, el pensamiento, la relación con los demás. Hay varias explicaciones para entender este fenómeno. La primera es obvia: cuando la persona tiene un daño físico en la estructura del cerebro, cuando sus receptores no funcionan o se dañan. Estas son personas ciegas o sordas. La segunda es cuando tienen un problema genético, síndrome de Down, por ejemplo. La tercera es más sutil: cuando todo en apariencia funciona bien en el cerebro, pueden oír y ver, pero sus conexiones están en cortocircuito. El problema en ese caso es cómo el cerebro se comunica y emite órdenes. Nosotros nos enfocamos en este último y utilizamos la ciencia de neuroplasticidad para ayudar a que las personas aprendan a usar otra parte del cerebro que no tiene daños y compense la parte que no funciona bien. Usamos la neuroplasticidad para reparar las conexiones dentro del cerebro.

¿Qué estrategias o metodologías usan?

Lo primero es saber en qué parte del cerebro está el problema. Nuestra premisa es: el cerebro puede cambiar, pero para cambiarlo necesitamos saber dónde no hay una buena conexión y trabajar para estimular ese lugar. Por eso dividimos el cerebro en varios niveles y hacemos un examen diagnóstico par saber qué hay que trabajar. Nivel uno: la médula; nivel dos: el tronco cerebral de arriba y cerebelo; nivel tres: la corteza izquierda o derecha, y así sucesivamente. Cada parte tiene una función especial y necesita distintas herramientas y distintas terapias. Una de cada 25 personas en el mundo tiene problemas de procesamiento en el cerebro. Muchas no lo saben y sufren en silencio.

¿Para mejorar estos problemas hacen cirugías o recetan medicamentos?

No. Tenemos un equipo de terapistas cognitivos, audiólogos y neurólogos que crea protocolos para encontrar y reducir las dificultades. Lo que hacemos son activaciones de zonas con ejercicios y movimientos específicos, con música de distintas frecuencias, con acompañamiento psicológico y con nutricionistas, porque el cerebro necesita comidas especiales para crear los neuroquímicos y reparar las buenas conexiones. Por ejemplo, cuando un niño no puede controlar su cuerpo, nosotros sabemos que algo está fallando en el nivel dos del cerebro. Son niños impulsivos, sin flexibilidad, incapaces de adaptarse a los cambios. Los tratamientos son de seis semanas, las primeras tres para abandonar los comportamientos inadecuados y las últimas tres para aprender nuevos patrones.

¿Los problemas en el cerebro de los niños también se pueden agudizar por su contexto y por la relación con sus padres?

Sí, en mi doctorado estudié cómo los comportamientos de los padres afectan el cerebro de los niños. Por ejemplo, los niños menores de dos años no pueden estar frente a una pantalla, es un hecho comprobado, no es mi opinión, pero los padres no saben eso y para distraerlos los ponen a ver televisión o a jugar en el celular. Muchos estudios dicen que por cada hora que los niños menores de dos años están frente a la pantalla pierden capacidad de atención en el colegio. Además, hay otra consecuencia grave: las luces de la pantalla estimulan una parte del cerebro que genera adicciones. Después de un tiempo viendo pantallas, los niños no funcionan sin ellas, las necesitan para comer o para divertirse. Los papás están afectando el cerebro de sus hijos con esos comportamientos.

¿Otros ejemplos?

Es necesario poner a los bebés boca abajo durante varias horas para que estimulen una parte del cerebro que los ayuda a mejorar su capacidad de procesamiento, necesitan la antigravedad para estimular su cerebro, pero los padres no saben y siempre los acuestan boca arriba para que no lloren. Una vez más están alterando el cerebro de sus hijos. Si el niño no está boca abajo, no gatea y si no gatea tiene problemas de aprendizaje en el futuro. Es un hecho.

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