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Los niños surfistas del Chocó

En el corregimiento de Termales, en Nuquí, cerca de 200 niños sueñan con ser campeones mundiales de surf, un deporte que empezaron a practicar con las tablas de madera de sus camas. Ahora lo hacen con unas profesionales.

Tatiana Pardo Ibarra
28 de julio de 2016 - 03:00 a. m.
El Club de Surf de Termales tiene un reglamento en el que los niños se comprometen a sacar buenas calificaciones, ser respetuosos con sus padres y compañeros, y asistir al colegio / Tatiana Pardo
El Club de Surf de Termales tiene un reglamento en el que los niños se comprometen a sacar buenas calificaciones, ser respetuosos con sus padres y compañeros, y asistir al colegio / Tatiana Pardo

Néstor Tello tiene 35 años y es profesor de surf en Termales, Chocó. Ese es el deporte favorito de 140 niños y jóvenes que sueñan con ser algún día como Kelly Slater o Mick Fanning, varias veces campeones mundiales.

Todos los martes y viernes, a eso de las 4:00 de la tarde, cuando el cielo se torna de un color naranja intenso con brochazos de rojo, amarillo y azul, Néstor se reúne con los chicos para empezar las clases. A veces se lanzan al mar para aprender a ripear una ola, hacer un aéreo o un 360, y otras veces se quedan en la playa para mejorar su estado físico con piques de cien metros, brazadas sobre la arena, saltos y cuclillas.

Los más pequeñitos no son siquiera la mitad de lo que mide una tabla de surf, pero, con osadía, se tiran al mar e intentan mantener el equilibrio arrodillados sobre ella mientras una ola se acerca, aparentemente tranquila, para luego revolcarlos, hundirlos y regresarlos a la orilla de donde minutos atrás partieron eufóricos.

Santiago Mosquera es uno de los líderes del grupo, tiene 15 años y cursa séptimo grado. Cuando se gradúe quiere ser surfista profesional, pues para él esto no es un capricho ni un pasatiempo, es un sueño que empezó seis años atrás cuando tomaba las tablas de madera de su cama y se les escapaba a sus padres para ir a deslizarse sobre las olas del Morro.

Antes no había tablas profesionales por acá, no se sabía que existían campeonatos mundiales, ni siquiera que este deporte podría practicarse de manera profesional, considerarse una carrera y ganar dinero por eso. Así que los niños, como por instinto, sacaban las tablas de sus camas y se iban a jugar.

A Santiago su talento lo llevó hasta Australia para recibir clases y mejorar su técnica de la mano de expertos internacionales. El intercambio fue posible gracias al Plan de Promoción de Colombia en el Exterior, que está vinculado con municipios del Plan Fronteras para la Prosperidad y el Programa Integral Niños, Niñas y Adolescentes con Oportunidades, que lidera la Cancillería con el fin de prevenir el reclutamiento de menores por parte de grupos armados ilegales en zonas de riesgo. También viajaron niños futbolistas de Tumaco a Japón y músicos de Cartagena a Vietnam.

Santiago se refiere a esa experiencia como “inolvidable”, dice que Australia “es otro mundo, bellísimo, con olas gigantes y un mar salado y frío”, pero con un único problema: “no es Termales, o sea que no es mi hogar”.

“Yo espero que esto les abra las puertas a mis compañeros del Club de Surf para que sigan entusiasmados y esforzándose. Me encantaría que de aquí saliera el próximo campeón del mundo”, dice Santiago, a quien también le gustaría estudiar medicina o química, pero le preocupa tener que cambiar su deporte favorito por el fútbol y los atardeceres por el cemento de una gran ciudad como Medellín, Cali o Cartagena, a donde suelen ir a estudiar los nuquiseños, aquellos que tienen la posibilidad económica de salir de aquí, o “escapar” como se refieren algunos.

Santiago, como muchos otros, camina 90 minutos diarios para ir a estudiar en el colegio de Arusí, el corregimiento más cercano a Termales, pues allí no hay una escuela propia en donde los adolescentes puedan recibir clases. De hecho, solo el 37,3 % de la población residente en Chocó ha alcanzado el nivel básico de primaria, el 25,8 % la secundaria y el 7,3 % el nivel superior y posgrado. El 20,8% no tiene ningún nivel educativo.

“A veces llueve demasiado y llegamos empapados al salón, pero de todas formas nos vamos todos juntos, así que nos acompañamos y la pasamos bien”, me dice con una sonrisa, como haciéndome entender que está orgulloso de su travesía, aunque no sea consciente de la magnitud del problema.

De acuerdo con el Ministerio de Educación, la tasa de cobertura para la población entre 17 y 21 años de edad es de 23 % para todo Chocó, mientras que el promedio nacional es del 45 %. Pero lo más preocupante de todo es que el 91 % corresponde únicamente a la capital, Quibdó, y en los demás municipios solo el 3 % de la población tiene acceso a educación superior. Estos lugares, además, sólo tienen cuatro horas de electricidad al día, de 6 a 10 p.m., y no cuentan con un centro de salud para emergencias. Su única opción es ir hasta Nuquí, con los costos que esto implica.

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La única manera de llegar al municipio de Nuquí es por aire, si se viaja desde Medellín, Quibdó o Manizales; o por agua, si se viaja en barco desde Buenaventura. Luego, para llegar a Termales, hay que tomar una lancha, que puede tardar hasta una hora, dependiendo del clima.

Chocó comprende las selvas del Darién y las cuencas de los ríos Atrato y San Juan, razones que lo convierten en una de las zonas con mayor pluviosidad del mundo y rica en biodiversidad. Solo por dar algunos ejemplos, entre la selva, los ríos y el mar se esconden 200 especies de mamíferos, 600 especies de aves, 120 especies de anfibios, 100 de reptiles y 9.000 especies de plantas vasculares, equivalentes al 37 % del total de la flora del país.

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Néstor Tello se convirtió en entrenador gracias a su hermano mayor, que en ese entonces trabajaba en el primer hotel de la zona en dictar clases de surf a turistas interesados en combinar el avistamiento de ballenas con otro tipo de actividades.

Ryan Butta fue uno de esos extranjeros. Hace tres años llegó a las playas de Termales a pasar sus vacaciones y después terminó creando la Fundación Buen Punto, que apoya con tablas de surf y recursos económicos a 140 niños que hoy practican este deporte y tienen la oportunidad de entrenarse, viajar, competir y divertirse de manera gratuita.

Al principio se trabajó sólo con cinco tablas profesionales que le fueron donadas a Ryan por una fundación de Estados Unidos. Luego, el grupo fue creciendo y las tablas llegaron a treinta, insuficientes para cerca de 200 niños que reciben clases en tres corregimientos de Nuquí y que sueñan con ser, algún día, campeones mundiales.

“Trabajar con ellos ha sido lo mejor que me ha pasado en la vida. Esto es lo que quiero hacer hasta que me muera, en el agua, sobre una tabla siempre”, dice Néstor. “Pero antes, escucha bien: de aquí saldrá el próximo campeón mundial de surf, no hay duda de eso, y quiero que el país lo sepa de una vez, quiero que el país los apoye como debe ser”.

Por Tatiana Pardo Ibarra

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