En Las Cruces, un barrio del centro de Bogotá que ha sido estigmatizado por la marginalización, la violencia y los riesgos psicosociales para los jóvenes, está uno de los mejores colegios del mundo. Se trata de La Giralda, una institución pública que, con su método pedagógico para promover el cuidado de las emociones, consiguió quedar entre las 10 mejores escuelas del mundo en promoción de vidas saludables del premio World’s Best School Prizes 2024, organizado por la plataforma T4 Education, que reúne a una comunidad de más de 200.000 docentes.
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Las instalaciones de La Giralda, además de romper con la arquitectura colonial de este sector, funcionan como una especie de “frontera” que aleja a sus estudiantes y docentes de cualquier tipo de estigma, y por eso una vez se cruza la entrada los visitantes son recibidos con una particular frase: “Bienvenidos al colegio La Giralda, el lugar más seguro del barrio Las Cruces”. Este entorno seguro es el que la institución busca impulsar por medio del Gimnasio Socioemocional, justamente la iniciativa por la que recibió el reconocimiento.
Esta estrategia, según cuenta Serafín Ordóñez, rector de la institución, surgió cuando los estudiantes comenzaron a retomar sus clases presenciales luego del confinamiento por la pandemia. Entonces, añade, pensaron cuál sería un buen plan para trabajar el tema de riesgos socioemocionales en sus alumnos y, tras una serie de reuniones, surgió la idea de crear un espacio específico para que los niños, niñas y adolescentes pudieran ir a gestionar sus emociones.
Ordóñez y su equipo de trabajo adecuaron un pequeño salón, de menos de 20 metros cuadrados, para que acudieran los estudiantes que presentaban diferentes tipos de problemáticas, como episodios de ira, intolerancia o depresión, y pudieran expresar lo que sienten sin temor a ser juzgados. Este espacio lo dividieron en un circuito de siete estaciones. Uno de ellos, por ejemplo, consiste en un saco de boxeo, donde trabajan principalmente aquellos estudiantes que presentan ataques de ira, estado de alteración o que tienen conductas agresivas.
En este circuito, mientras el alumno va golpeando el saco, un líder estudiantil le va hablando y, poco a poco, lo ayuda a controlar su emoción y a llegar a la calma. Otro de los espacios consiste en una especie de “círculo restaurativo”, en el que se sientan para conciliar y resolver de forma pacífica los conflictos. El factor diferencial de este método pedagógico, apunta Ordóñez, se centra justamente en reforzar la capacidad de los estudiantes para operar los diversos circuitos y escucharse entre sí, lo que a sus ojos ha traído buenos resultados.
Ahora que La Giralda fue reconocido como uno de los mejores colegios del mundo, buscan fortalecer esta iniciativa pedagógica. Como explica Ordóñez, el siguiente paso es la sistematización de resultados para “tener una base más sólida del impacto que ha tenido el gimnasio en la comunidad educativa”.
Al igual que La Giralda, la Institución Educativa Comercial, un colegio público ubicado en Envigado, también fue reconocida entre las mejores 10 escuelas del mundo. Lo hizo en la categoría de acción ambiental, porque, según explicó el jurado del premio, “convierte a sus estudiantes en ciudadanos conscientes del ambiente y abordan problemáticas como la calidad del aire o los efectos del dengue”.
La iniciativa Inventipaz, cuenta Isabel Cristina Montoya, la rectora de la institución, surgió en 2016 tras una alerta ambiental que surgió después de un brote de dengue. “Los estudiantes y docentes encontraron que la contaminación del aire y del agua estaban enfermando a nuestra comunidad” y por eso, añade, desde entonces, han buscado la forma de resolver problemas cotidianos con la ayuda de la ciencia y la tecnología.
Por ejemplo, han empleado la robótica y la programación para diseñar proyectos que ayuden a contrarrestar diferentes problemáticas como la contaminación del aire, del agua o el control de enfermedades tropicales. También se han basado en estas herramientas con el objetivo de elaborar prótesis para personas con parálisis, algún tipo de discapacidad o esclerosis lateral amiotrófica (ELA).
Esta metodología, explica John Alexánder Echeverri Acosta, profesor de ciencias naturales y física, y uno de los líderes de la iniciativa, tiene como propósito que los estudiantes elaboren una ruta para crear proyectos e inventos que se enfoquen en cinco componentes: ambiente, paz, salud, sostenibilidad e inclusión.
Los estudiantes que están interesados en estos proyectos, añade el docente, deberán, entre otros requisitos, analizar las problemáticas del contexto y aplicar la metodología STEM+H para sacar adelante sus planes. Los resultados de esta estrategia, cuenta Echeverri, se miden en tres ejes: ambiental, social y académico. Por ejemplo, “con las máquinas trituradoras de reciclaje se ha logrado reutilizar por mes una tonelada de material y se ha conseguido, en un trabajo articulado con las Fuerzas Militares, mejorar las piernas robóticas antiminas”, asegura Echeverri.
El próximo paso al que le apuntan en esta iniciativa se centra en generar más alianzas con el Ministerio de Educación. “El objetivo es que los recursos de Inventipaz se conviertan en políticas públicas de educación y fortalecer los currículos de las instituciones para generar una calidad educativa íntegra”, señala Montoya.
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