El último documento del proyecto de Ley Estatutaria de Educación aprobado en el tercer debate por el legislativo ha desatado una tormenta en las últimas semanas. Algunos de los aliados del gobierno, incluso el mismo gobierno, han salido a criticar las enmiendas que sufrió el proyecto de ley en el último debate. Fecode alentó al magisterio a un paro nacional, que dejó sin la última semana de clase de este semestre a los estudiantes de los colegios del sector público.
Quienes defendían el proyecto hoy piden que se hunda; quienes pedían que se hundiera el proyecto, hoy piden que pase como se aprobó en el tercer debate. Esta situación no debe sorprendernos.
Lo primero que hay que decir es que el proyecto de Ley Estatutaria de Educación empezó mal. Empezó desde una orilla de la discusión, con un fuerte sesgo sobre una concepción particular de educación, con una sola postura muy radical y sin una participación amplia.
Tan poca fue la participación plural, que ni siquiera se dio dentro del propio ministerio, pues el Viceministerio de Educación Superior no participó prácticamente en nada en las primeras versiones, eso se notó en el texto y en los debates.
Ahora, el documento se inclinó al otro el dado ideológico, otra postura radical y opuesta a la primera, que tampoco busca consenso. Vamos a terminar perdiendo la oportunidad de hacer realidad lo que la Ley General de Educación de 1994 prometió y ordenó en su artículo noveno.
Artículo 9: El derecho a la educación. El desarrollo del derecho a la educación se regirá por ley especial de carácter estatutario.
Aunque sobre el espíritu del proyecto no tenemos discusión, hacer de la educación un derecho fundamental, si es clara la divergencia sobre lo que debería tener esta ley. Tanto las primeras redacciones del proyecto como la última versión del texto tienen un contenido desarticulado y con una construcción compleja; literalmente, es una colcha de retazos.
El texto se volvió complejo porque todos quiere ver su “pedacito”: su párrafo, su frase o su palabra. Se cree que si no está explícitamente ese “pedacito” se perdió la lucha o ya no se va a garantizar el derecho fundamental a la educación.
Dada la complejidad del texto, debido a todo lo que le han “colgado”, en este momento es muy difícil que se pueda llegar a un acuerdo y articular todas las demandas que los diferentes actores tienen.
Se perdió el foco de la Ley Estatutaria de Educación, se perdió la idea de que fueron una ley que pudiera de alguna manera servir de norte para hacer de la educación un derecho fundamental, se perdió esa posibilidad de conversación nacional y se perdió porque arrancó mal.
Arrancó mal porque, como decía antes, comenzó sin una genuina conversación nacional en torno a la educación y a lo que se necesita. Se pensó que la suma de las partes daba el todo, pero eso no funciona en estos proyectos de nación. Aquí se necesita otra lógica, la lógica de la integración, la lógica del debate, pero del debate fluido entre diferentes para llegar a acuerdos que realmente reflejen las voces de todos, no una colcha de retazos.
Solo para terminar, es muy importante decir que se debe aprender de lo que pasó cuando se construyó la Ley General de Educación. Es clave recordar lo vital que fue la conversación entre diferentes partes y, aunque no todos estuvieron de acuerdo, es una ley que merece ser vista como una que realmente sí tuvo consenso nacional. Incluso, Algunos la llamaron la constituyente educativa.
Aprendamos de eso y tratemos de cerrar este penoso momento, el momento de haber discutido una fallida ley Estatutaria de la Educación, porque, aunque se apruebe, esa ley nació fallida.
*Exviceministro de Educación.
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