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¿Por qué se desinfló la MANE?

Hace tres años prometieron unir a los universitarios en torno a una nueva reforma, ahora suenan muy poco en los debates sobre educación. Voceros dicen que los invisibilizaron.

Angélica María Cuevas Guarnizo
17 de agosto de 2014 - 02:00 a. m.
En noviembre de 2011, las movilizaciones estudiantiles nacionales impulsaron el hundimiento de la reforma a la ley de educación superior. / El Espectador
En noviembre de 2011, las movilizaciones estudiantiles nacionales impulsaron el hundimiento de la reforma a la ley de educación superior. / El Espectador

Desde los años 70, ningún grupo de estudiantes colombianos había logrado algo similar a lo que ocurrió con la Mesa Amplia Nacional Estudiantil (MANE) en noviembre de 2011. Miles de personas salieron a protestar pacíficamente para pedirle al gobierno de Juan Manuel Santos, y a su ministra de Educación, María F. Campo, que detuvieran la reforma a la Ley 30 de educación superior.

Los estudiantes no habían sido incluidos en ese proyecto que pretendía modificar el rumbo de las universidades colombianas y no se iban a calmar hasta que sus intereses se vieran representados.

Pero tres años después, la MANE no ha logrado el objetivo de constituir una propuesta sólida de reforma con la que el estudiantado nacional se sienta identificado, ni ha podido recuperar su protagonismo.

Todo esto a pesar de que el país está viviendo uno de sus debates públicos más interesantes frente al futuro del sector educativo, a partir de la aparición de organizaciones como Todos por la Educación, promotora del Gran Pacto por la Educación y de la reciente presentación de una propuesta de política pública para las universidades construida por el Consejo Nacional de Educación Superior (Cesu), del que hacen parte estudiantes, maestros y Gobierno.

Al finalizar 2011, producto de los días de efervescencia estudiantil que también se vivían en el sur del continente con las marchas convocadas por la Confederación de Estudiantes de Chile (Confech), muchos colombianos creyeron que al país le había llegado el turno de discutir sobre educación y que la MANE iba a ser uno de los interlocutores.

Fueron elegidos 24 voceros nacionales y en los titulares de prensa comenzaron a aparecer nombres como Óscar Aponte, Paola Galindo, Boris Duarte, Laura Ligarreto, Sergio Fernández, Álvaro Forero y Ómar Gómez. El mayor tenía 30 años, el menor 17.

Con el apoyo de la sociedad civil, la MANE logró tumbar la reforma y sembrar en la opinión pública la preocupación por el futuro imaginado de un modelo de aprendizaje ajustado a las necesidades de Colombia. Después de levantar un paro de un mes y de comprometerse a escribir (en medio año) una nueva propuesta de reforma, la pregunta que surgió fue: ¿y ahora cómo se actúa?

El reto no era menor. Motivar a un estudiantado tan diverso como el colombiano requería habilidades para organizar, dinero y perseverancia. “Desde el comienzo estuvimos dispuestos a hablar con el Gobierno para coordinar encuentros nacionales y debatir una nueva propuesta. Siempre hemos estado abiertos al diálogo. El ministerio se comprometió a ayudar en la divulgación y organización de estas citas, pero luego nos tocó con las uñas. Sacándonos del bolsillo el dinero de las convocatorias. La ministra no asistió a ninguno de los encuentros, tampoco nos abrió espacios en sus canales de información. Además, nosotros queríamos que el Gobierno reconociera que su modelo neoliberal de educación había fracasado, y no accedió a presentar ese diagnóstico. Desde ahí comenzó una campaña de desprestigio en la que participaron los medios de comunicación. Nos estigmatizaron. A muchos los amenazaron, los detuvieron. Nos invisibilizaron”, dice Ómar Gómez, quien sigue siendo vocero de la mesa.

A esta situación se sumó que desde comienzos de 2012, cuando el país estaba a la expectativa por el resurgir de la fuerza universitaria, comenzaron a oírse las críticas.

Moisés Wasserman, quien por esos días dejó la rectoría de la Universidad Nacional, siempre sostuvo que la euforia que se vivió por el hecho de que la MANE tumbara la reforma a la Ley 30 fue a todas luces “mediática y exagerada”. “Aunque el movimiento generó gran simpatía, truncar la ley era mucho mas fácil que ir al Congreso y dar la pelea por ajustarla. Ellos se contentaron sólo con tumbarla”.

A posturas como esta se sumó que muchos estudiantes de la región no se sintieron representados por las voces nacionales. Bajo el argumento de que la capital es el principal centro de conglomeración universitaria, la MANE justificó que la mitad de los representantes viviera en Bogotá. Pero ni este detalle fue bien recibido, como tampoco lo fue que nueve de ellos pertenecieran de la Universidad Nacional y que hubiera muy poca representación de instituciones privadas.

“La MANE no fue el inicio de la representación estudiantil colombiana y eso hay que tenerlo claro. Había gente trabajando en las regiones que al no tener voceros en la mesa nacional decidió continuar con sus propósitos locales y retirarle el apoyo al movimiento. Esta distancia también estuvo relacionada con las inclinaciones políticas y radicales que mostraron los voceros. No todos los estudiantes comulgaban con sus posturas de izquierda”, dice el profesor Richard Tamayo, de la Universidad Javeriana, quien ha sido asesor del Mineducación y ha hecho seguimiento del tema.

Esta visión la reafirma Johanna Pacateque, vocera estudiantil ante el Consejo Nacional de Educación Superior (Cesu) y miembro de la Federación Nacional de Representantes Estudiantiles (Fenares).

“En 2011 creímos que la MANE era nuestro Confech (Confederación de Estudiantes de Chile). Pero una cosa es salir a la calle y tumbar una reforma y otra es coordinar una construcción. Las reuniones no surtieron efecto porque coordinar tantas visiones fue muy difícil. El principal objetivo, que era hablar de la educación, se fue desdibujando, la propuesta se dilató y los voceros se metieron en las discusiones externas, como el tratado de libre comercio (TLC), la reforma tributaria y el paro agrario. Además, a la mesa le hicieron mucho daño las declaraciones televisivas en las que sus líderes apoyaban al Polo Democrático y a sus candidatos. Un movimiento nacional debería mantenerse neutral ante posturas políticas”, dice Pacateque.

En defensa de la MANE, Óscar Aponte, quien también continúa al frente, sostiene que, si bien los lineamientos de izquierda son los que han defendido ideales como la gratuidad y la necesidad de que el Estado se encargue del financiamiento universitario, “el movimiento ha integrado las posturas de todas las regiones y todos los partidos políticos. Insistimos en que quieren llamarnos izquierdosos para aislarnos. El movimiento nunca se ha declarado ligado a un partido”.

- ¿Y la candidatura de Sergio Fernández a la Cámara de Representantes por el Polo? “Quedó muy claro que Sergio renunció a la MANE para presentarse a las elecciones”, dice Álvaro Forero, otro vocero.

- Pero en la campaña se presentó como el candidato de la mesa. El país lo vio así. “Pues no lo fue. Sergio Fernández no fue el candidato de la MANE”, repite Forero.

La polémica que suscitó esa postulación, unida a los retrasos para presentar la anhelada propuesta de reforma, hicieron que los ánimos de muchos interesados se desvanecieran. El plazo de seis meses se extendió a tres años y a la hora de conocer el proyecto, éste no tuvo gran acogida en los estudiantes. Además, en paralelo a las reuniones de la MANE, el Gobierno convocó, a través del Cesu, a todas las regiones del país a participar en la construcción de una idea de política de educación superior.

Aunque el Cesu sostiene que invitó de todas las maneras posibles a la MANE a participar, los voceros de la mesa aseguran que lo único que recibieron fueron llamados individuales, “pero nada formal”. “Querían volvernos convidados de piedra y no nos íbamos a prestar para que luego dijeran que avalábamos la propuesta que presentaron la semana pasada. Esa que es reencauche del proyecto de 2011. Es que no se les olvide que hablamos del mismo Gobierno al que le tumbamos la reforma. Nos critican por habernos demorado tres años en discutir nuestra idea, pero al Cesu, que se tomó el mismo tiempo, no le dicen nada”, coinciden los voceros de la MANE. Los tres con los que se reunió El Espectador aseguran que, a pesar de que el movimiento ha estado calmado y “por ahora no ha habido auge de movilización nacional, el regreso a las calles será inevitable”.

No sólo quieren oponerse a la propuesta del Cesu sino a la elección de Gina Parody como ministra de Educación. Ya veremos si el país va a estar dispuesto a respaldarlos esta vez.

 

 

acuevas@elespectador.com

 

Por Angélica María Cuevas Guarnizo

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