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¿Preparar para el futuro? La educación media en Colombia no lo está haciendo

En un país con una tasa de desempleo juvenil superior al 17%, donde uno de cada cuatro jóvenes no estudia ni trabaja, transformar la educación media no es una opción, sino una necesidad. Pero Colombia no lo está haciendo. Opinión.

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Luz Karime Abadía*
09 de julio de 2025 - 09:44 p. m.
Aquellos que logran graduarse del colegio e ingresar a la educación superior lo hacen prácticamente a ciegas. En su mayoría, no han recibido formación vocacional.
Aquellos que logran graduarse del colegio e ingresar a la educación superior lo hacen prácticamente a ciegas. En su mayoría, no han recibido formación vocacional.
Foto: Mauricio Alvarado Lozada
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En Colombia, la educación media comprende los dos últimos grados del bachillerato (10.º y 11.º). Según la Ley General de Educación, su propósito es preparar a los estudiantes para la educación superior y para el mundo del trabajo. Sin embargo, en la práctica, esta etapa está lejos de cumplir esa doble misión. Hoy la educación media en Colombia es, en muchos casos, una prolongación de la básica: más contenidos acumulados, menos orientación, escasa pertinencia.

En lugar de ser una etapa de exploración vocacional y aproximación al entorno laboral, se convierte en una carrera contra el tiempo para completar aprendizajes que no se lograron en años anteriores. En los colegios privados, además de avanzar en contenidos, se concentra en la preparación para el examen Saber 11. En los públicos, muchos jóvenes no ven sentido en continuar, especialmente cuando saben que no ingresarán a la universidad. No sorprende entonces que, la deserción entre la educación básica y media alcance el 40%.

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A esto se suma una paradoja dramática: incluso aquellos que logran graduarse del colegio e ingresar a la educación superior lo hacen prácticamente a ciegas. En su mayoría, no han recibido formación vocacional, ni han conocido de cerca los oficios, ni el funcionamiento del mundo productivo. Escogen una carrera sin brújula, muchas veces por imitación o presión familiar, lo que incrementa la deserción universitaria y alimenta la frustración juvenil.

Frente a este panorama, Colombia tiene mucho que aprender del modelo de educación dual que implementa Alemania, un país que exhibe una de las tasas de desempleo juvenil más bajas del mundo. En Alemania, el 70% de los egresados de la educación media opta por una carrera técnica, mientras que solo el 30% se dirige a la universidad. En Colombia ocurre exactamente al revés.

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La formación técnica en Alemania comienza desde el colegio. Los estudiantes realizan prácticas de algunas semanas en empresas, explorando distintos sectores productivos, conociendo oficios y reconociendo intereses. Al graduarse, ingresan a un instituto técnico donde cursan el componente teórico entre uno y dos días a la semana, con contenidos sobre el oficio, además de ver materias como matemáticas, política, economía, inglés, deportes y asignaturas electivas. El resto del tiempo —tres o cuatro días por semana— lo dedican a trabajar de manera remunerada en una empresa. Aprenden haciendo. El proceso es competitivo: los estudiantes eligen las empresas según sus intereses, pero también son seleccionados por mérito y desempeño. El aprendizaje comienza desde el proceso de aplicación.

Estas carreras duran entre dos y tres años y medio, igual que los programas técnicos y tecnológicos en Colombia. La diferencia es que en Alemania más de 300 oficios están reconocidos y certificados, y el proceso está articulado con el sector productivo desde el inicio. Al finalizar, los estudiantes presentan un examen y, si lo aprueban, obtienen su certificación.

Los beneficios son contundentes: más empleo, menos deserción, jóvenes más motivados, empresas con trabajadores mejor preparados, regiones con más productividad, y comunidades con jóvenes que se convierten en agentes de cambio. Todos ganan.

Colombia ha hecho avances con el programa de doble titulación entre la educación media y el SENA, donde desde grado 9.º los estudiantes pueden cursar un programa técnico laboral al tiempo que culminan su bachillerato. La evaluación de impacto realizada por el Departamento Nacional de Planeación (DNP) muestra que los jóvenes que acceden a este programa tienen más probabilidad de conseguir empleo, obtener un trabajo formal, recibir mayores ingresos y continuar estudios superiores.

Estos resultados deben ser una señal de urgencia. En un país con una tasa de desempleo juvenil superior al 17%, donde uno de cada cuatro jóvenes no estudia ni trabaja, y donde el 59% de las empresas manifiesta que no consigue el talento que requiere, transformar la educación media no es una opción, sino una necesidad. Esta transformación debe comenzar por darle un propósito claro: brindar orientación vocacional, conectarse con las realidades del territorio, incluir prácticas en empresas u organizaciones, fortalecer el vínculo con el emprendimiento y desarrollar habilidades útiles para la vida y el trabajo.

Para lograrlo, se requieren cambios estructurales: formación de docentes con nuevos perfiles, articulación entre colegios, institutos, universidades, el SENA y las empresas, rediseño curricular y una política pública que reconozca que, sin una educación media fuerte, los jóvenes seguirán transitando un camino incierto.

La educación media en Colombia, necesita sentido, no más contenidos. Debe dejar de ser una etapa de relleno para convertirse en un verdadero puente entre la escuela, la educación posmedia y el mundo laboral.

*Decana de la Facultad de Ciencias Económicas y Administrativas de la Universidad Javeriana

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Por Luz Karime Abadía*

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