El Magazín Cultural

"1819, Campaña de la Nueva Granada": Una 'historia mínima' de la campaña libertadora

Desde mediados del siglo xix, los hombres de letras que se dedicaron a la escritura de la historia divulgaron versiones del pasado para públicos amplios. Las obritas de historia patria de José María Quijano Otero, José Joaquín Borda o Enrique Álvarez Bonilla son muestra de un interés por propagar ciertas dosis de patriotismo en momentos en que el país se debatía en guerras civiles y los proyectos nacionales se reformulaban al vaivén de la política partidista.

Gabriel Samacá Alonso
18 de junio de 2019 - 05:06 p. m.
Cortesía
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A lo largo del siglo XX, iniciativas oficiales y particulares, en manos de congregaciones religiosas y academias de historia, buscaron dotar al grueso de la sociedad colombiana de narrativas históricas conciliadoras y suprapartidistas, cuya obra más conocida es la de Henao y Arrubla. A partir de la década del sesenta, editoriales privadas e historiadores profesionales se dieron a la tarea de impactar la educación básica a través de la publicación de manuales escolares que recogían, con resultados disímiles, algunos de los aportes de la llamada Nueva Historia.

Pues bien, a propósito del bicentenario de la Batalla del Puente de Boyacá que conmemoraremos el próximo 7 de agosto, el historiador Daniel Gutiérrez Ardila acaba de publicar bajo el sello de la Universidad Externado de Colombia el libro 1819, Campaña de la Nueva Granada. El libro, en formato más asequible, fue editado por el también historiador Carlos Camacho Arango y se acompañó por un conjunto de ilustraciones de Santiago Guevara, así como de unos mapas de gran utilidad para seguir el relato. Como explícitamente lo dice su autor, el principal objetivo de esta obra de divulgación es “[…] desenterrar la campaña de la Nueva Granada en 1819 de entre los escombros documentales y rescatarla de los relatos escritos en circunstancias muy ajenas a las nuestras y de la actitud reverencial que priva al pasado de su sentido y de su actualidad”. En efecto, Gutiérrez Ardila logra, con una gran pluma, hilar los acontecimientos que condujeron al desplome del poder monárquico en tierras neogranadinas a través de la descripción de los principales episodios militares que culminaron con la creación de la República de Colombia a finales del año 19.

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Desde una posición distante a la propaganda y la retórica patriotera, la obra renueva en tres sentidos la comprensión de este acontecimiento fundacional de nuestra República. En primer lugar, difumina los lugares comunes que reposan en la memoria general −Congreso de Angostura, Pantano de Vargas, Páramo de Pisba, Puente de Boyacá, etc.− en una trama con alto grado de emoción y suspenso por el desenlace de la lucha militar que evoca las actuales series en streaming. En segunda instancia, posiciona sin pretensiones populistas o políticamente correctas a sectores generalmente relegados en el relato patriotero. Me refiero a los hombres y mujeres de a pie y de ruana del centro del país quienes fueron, a su modo, protagonistas y sostén de la campaña libertadora. Por último, abandona la idea extendida de una guerra a muerte entre peninsulares y americanos para dar paso a la agencia de la población neogranadina y venezolana que conformó las precarias tropas realistas y patriotas, enfrentadas entre sí y que experimentaron el fin de la monarquía en estos territorios.

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Tales planteamientos evidencian cómo los historiadores profesionales pueden cumplir con lo que François Hartog llama un “deber de historia” en momentos en que la memoria se erige como forma dominante de acercamiento al pasado. Este tipo de trabajos nutre la opinión pública con argumentos sólidos producto de investigaciones rigurosas y estilos narrativos amenos. La lectura de esta historia mínima de la guerra de independencia, como puede ser entendido el libro, suscita varias preguntas que apuntan a las limitaciones de estas empresas divulgativas que ojalá sean seriamente consideradas por el gremio de historiadores: Por un lado, nos preguntamos: ¿es posible trascender la mera descripción de los hechos y alcanzar mayores niveles de abstracción acerca del significado de los acontecimientos y procesos narrados? En este caso, junto a la fina reconstrucción factual esperábamos una mayor reflexión sobre lo que estaba en juego en los campos de batalla, particularmente problemas de gran envergadura como la construcción de la república, la definición de la ciudadanía y la formación de la nación colombiana. Por el otro, es posible cuestionar si debemos conformarnos con remitir las referencias documentales al final del texto o incluso eliminar las notas al pie para hacer más asequibles relatos historiográficos producidos por investigadores profesionales.

Ambas inquietudes, que remiten tanto al fondo como a la forma del quehacer del historiador, cobran pertinencia en momentos en los que la historiografía se viene planteando un campo de trabajo novedoso –aunque no tanto− conocido como historia pública. Este naciente ámbito retoma la necesidad de que el saber erudito llegue a la mayor cantidad de gente con el ánimo de forjar una mejor cultura histórica, preocupación que ha rondado el quehacer historiográfico moderno por lo menos desde hace dos siglos. En cualquier caso, 1819, Campaña de la Nueva Granada, representa un buen comienzo para emprender en nuestras propias circunstancias, afanes y posibilidades, la brega por ofrecer al público general una historia sólida y persuasiva de nuestro pasado como sociedad, ese país extraño que Gutiérrez Ardila nos acerca exitosamente.

Por Gabriel Samacá Alonso

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