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Este año, dos efemérides confluyen. El 5 de octubre se conmemorarán los 100 años del natalicio de Roberto Juarroz, mientras que hoy se cumplen 30 años de su muerte. Sea cual sea la excusa, revisitar su poesía es entrar en versos que se rehúsan a perder la vigencia.
El escritor argentino se formó en Letras y Bibliotecología en la Universidad de Buenos Aires y complementó sus estudios de Documentación en La Sorbona. Este camino lo llevó a convertirse en el director de la Biblioteca de su alma mater, al igual que docente, una labor que ejerció durante más de 30 años.
Era, en todo sentido de la palabra, un intelectual. Sus catorce tomos de “Poesía vertical” lo convirtieron en uno de los poetas más destacados de su generación, sin embargo, también tuvo una gran influencia en otros campos de las letras. Fue traductor literario y editor de publicaciones culturales como Poesía = Poesía, una revista que hizo en compañía del también argentino Mario Morales.
Su carrera, marcada por una profunda reflexión sobre el lenguaje y la existencia, lo posicionó como un referente del pensamiento crítico latinoamericano. Hoy, se le recuerda bajo la idea de que la poesía es “lo absoluto real”, es decir, en sus palabras, “la vida no fosilizada o desfosilizada del lenguaje”. A continuación, algunos de los poemas que lo llevaron a esta conclusión.
Poesía vertical V - 55
Un amor más allá del amor,
por encima del rito del vínculo,
más allá del juego siniestro
de la soledad y de la compañía.
Un amor que no necesite regreso,
pero tampoco partida.
Un amor no sometido
a los fogonazos de ir y de volver,
de estar despiertos o dormidos,
de llamar o callar.
Un amor para estar juntos
o para no estarlo
pero también para todas las posiciones
intermedias.
Un amor como abrir los ojos.
Y quizá también como cerrarlos.
Poesía vertical VI -20
Callar puede ser una música,
una melodía diferente,
que se borda con hilos de ausencia
sobre el revés de un extraño tejido.
La imaginación es la verdadera historia del mundo.
La luz presiona hacia abajo.
La vida se derrama de pronto por un hilo suelto.
Callar puede ser una música
o también el vacío
ya que hablar es taparlo.
O callar puede ser tal vez
la música del vacío.
Poesía vertical XIV - 43
No hay nada que guardar.
Podemos dejar las puertas abiertas
o puestas las llaves en las cerraduras.
Podemos irnos con las manos vacías
y sin pensar qué llevamos
o qué dejamos.
Nos bastan las miradas,
que no se pueden guardar.
Ante el desenlace largamente previsto
lo imposible de guardar
es lo único que importa.