
Para "La hojarasca", Gabriel García Márquez (1927-2014), que en esos años era periodista de El Espectador, se inspiró en la tragedia griega Antígona, sobre la prohibición de enterrar el cuerpo de Polinices. Describe los preparativos para el entierro del médico mientras fluyen los recuerdos de un cuarto de siglo de la historia de Macondo, de 1905 a 1928, a través de los pensamientos de tres protagonistas.
Foto: Archivo de El Espectador
De pronto, como si un remolino hubiera echado raíces en el centro del pueblo, llegó la compañía bananera perseguida por la hojarasca. Era una hojarasca revuelta, alborotada, formada por los desperdicios humanos y materiales de los otros pueblos; rastrojos de una guerra civil que cada vez parecía más remota e inverosímil. La hojarasca era implacable. Todo lo contaminaba de su revuelto olor multitudinario, olor de secreción a flor de piel y de recóndita muerte. En menos de un año arrojó sobre el pueblo los escombros de numerosas catástrofes...
Por Gabriel García Márquez * / Especial para El Espectador
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