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Una vez más ha caído la cortina del Iberoamericano. Es justo reconocerles a los organizadores, con Anamarta Pizarro a la cabeza, una gestión atinada y evocar a la inolvidable Fanny que, a la postre, se craneó todo el “quilombo”, como diría ella. Tal vez la dimensión de este año fue la ideal: tan ancha como para ofrecer un menú diverso y para todos los gustos, con la particularidad, sin embargo, de dejar la impresión, aunque tampoco haya sido del todo cierto, de que se alcanzaba a dominar la oferta.
Rumania, como país invitado de honor, cumplió y sus tres propuestas estuvieron entre las obras más mentadas: Esperando a Godot, Electra y Leoncio y Lena, en términos generales le gustaron al público. Valga destacar, de igual manera, la participación española con cuatro montajes variados, incluido un ballet flamenco y uno de esos espectáculos para el circo de toros que terminan convocando a multitudes.
Hay aspectos que mejorar: en futuras ediciones no pueden fallar los programas, como ocurrió varias veces, porque eso deja a los asistentes como “viendo un chispero”. También hay que buscarle la comba al palo en lo que se refiere a las traducciones. Cuando se malograron daba la sensación de que se esperaba del auditorio que supiera japonés o esloveno, por ejemplo. En ocasiones, la proyección fue inadecuada por el tamaño de los sobretítulos, como en Julio César, o por la falta de contrastes, lo cual también genera ilegibilidad, como en Electra.
En estos tiempos, cuando lo virtual cuenta, hay que mejorar la página en internet, hacerla más amigable y actualizarla. Entrar y averiguar lo que se presentaba en un día cualquiera era una odisea. Por citar un ejemplo, en el último segmento del Festival seguían anunciándose, tras el tergiversado acceso por continentes y por países, obras que ya no estaban. Se impone buscar fórmulas más sencillas y un diseño que destaque la información pertinente y enfatice en las funciones disponibles que, a la postre, es lo que cuenta.
Volviendo al tema de las dimensiones, acaso este año o bien tuve mucha suerte con la selección o quizá, lo que me inclino a creer, la selección de invitados fue más acertada. En general sentí una calidad más homogénea sin los picos de otros festivales. No obstante, siempre hay preferencias y si tuviera que señalar los títulos más notables, no dudaría en optar, en su orden, por la maravillosa Ante la ley, de la ópera alemana de Wuppertal, y enseguida por el electrizante Julio César, del Centre Dramatique National de la ciudad francesa de Orleans. Dos puestas inolvidables aunque, desde luego, todo el Festival merece una ovación cerrada y sin reservas.
Cifras de la fiesta de las mil caras
- 2.8 millones de espectadores tuvo el festival en salas, Ciudad Teatro, calle y espacios no convencionales.
- 283 mil boletas se vendieron para espectáculos en recintos cerrados durante los 15 días de duración del evento.
- 3.000 artistas participaron en el Iberoamericano. De este número, 1620 fueron especializados en espectáculos de calle.