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                                                                                                                              “Abismo de origen”, de Fernando Cruz Kronfly

                                                                                                                              Este libro de poemas es la obra más reciente del poeta colombiano, quien ha publicado libros como “La caravana de Gardel” y “La ceniza del libertador”, entre otros. Presentamos este texto en el que Cruz Kronfly habla sobre los motivos y orígenes de los poemas compilados.

                                                                                                                              Fernando Cruz Kronfly

                                                                                                                              Fernando Cruz Kronfly nació en Guadalajara de Buga el 8 de abril de 1943.
                                                                                                                              Foto: UCEVA

                                                                                                                              De niño tuve una epifanía precoz: sentí mucha tristeza de la humanidad. Esto signó mi vida. No era un dolor mío, no había motivo. Fui feliz. Pero, aún así, arrastraba una persistente tristeza ajena.

                                                                                                                              Necesité siete décadas para encontrar, entre la niebla, el motivo de esa melancolía de origen, para remontarlo a la esfera de la razón. Las ciencias humanas me enseñaron que de la especie humana se puede esperar cualquier cosa: lo mejor y lo peor. Cuatro, tres, dos millones de años lo dicen todo. El ser humano pertenece a una especie trastornada, enloquecida, que huye de su origen e inventa lo que sea para negarse, para justificarse. Es el animal que ya no es, dice Agamben. Y esto es grave.

                                                                                                                              Lo anterior siempre hizo parte de mis intuiciones de juventud, pero siete décadas de lecturas informadas me fueron situando en el entendimiento de la enigmática especie animal de la que hago parte. Antes de desaparecer de este mundo, quise tener claridad. Entonces he venido a sentir un dolor racional aún más profundo. Pertenezco a una especie perdida que a ciegas avanza hacia un final incierto. Ahora puedo sentarme tranquilo a tomar mi té en Babilonia. Dudo que encuentre con quién. Este poemario es hijo de ese inmenso dolor.

                                                                                                                              Read more!

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                                                                                                                              ***

                                                                                                                              En los relatos que inventan las fotografías,

                                                                                                                              camperos de lonas en llamas gotean

                                                                                                                              sobre carbones rojos que de la tierra suben.

                                                                                                                              En el nombre del hijo del hombre

                                                                                                                              abandonado en el sanatorio del mundo,

                                                                                                                              aletean en los pajonales

                                                                                                                              vacíos sombreros de labriegos muertos.

                                                                                                                              En los pedregales de los ríos grises

                                                                                                                              No ad for you

                                                                                                                              cabezas de niños observan el agua.

                                                                                                                              Pañolones de empaladas mujeres extienden sus hilos

                                                                                                                              de una alambrada a la otra.

                                                                                                                              Vacas normandas que suben de establos

                                                                                                                              profundos

                                                                                                                              ante la luna mastican alfalfa,

                                                                                                                              lamen en los estacones y alambres punzantes

                                                                                                                              vestigios de saladas lágrimas.

                                                                                                                              ***

                                                                                                                              Mienten por piedad las tribus,

                                                                                                                              dicen estar viendo salir de la nada las viejas cosas de

                                                                                                                              todos los días.

                                                                                                                              Cacerolas, pájaros, peces y sandalias

                                                                                                                              que el Señor

                                                                                                                              nombra como nuevas y reúne a sus pies.

                                                                                                                              Regresan de las tinieblas los montes

                                                                                                                              donde habían ido,

                                                                                                                              No ad for you

                                                                                                                              los océanos salan de nuevo sus uñas, sus

                                                                                                                              sienes, sus dedos.

                                                                                                                              Babilonia peina aquellas cejas derrotadas hasta

                                                                                                                              verlas dormir.

                                                                                                                              Las conduce donde las sábanas son santos sepulcros.

                                                                                                                              Al amanecer, llora a gritos:

                                                                                                                              El Señor que era mi vida partió mi corazón,

                                                                                                                              acabo de sentir el helaje de su abandono,

                                                                                                                              su fuga pasó por mi alma.

                                                                                                                              No ad for you

                                                                                                                              Podría interesarle leer el primer texto de la serie “Realidades ficcionadas”: Entre vivir o dirigir un museo en Colombia

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                                                                                                                              Combatientes de largos caminos y pies

                                                                                                                              polvorientos

                                                                                                                              traen orejas atravesadas de espinas de

                                                                                                                              Read more!

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                                                                                                                              de cobre.

                                                                                                                              Con hachas inquietan la paz de la tierra,

                                                                                                                              deshilachan

                                                                                                                              la hierba que duerme,

                                                                                                                              olfatean peligros detrás de las piedras.

                                                                                                                              Miradas de otros tiempos salen a la vista,

                                                                                                                              rostros desconocidos que un día ofendieron umbrales,

                                                                                                                              colmillos que sorbieron sangre de inocentes a la luz

                                                                                                                              de la luna.

                                                                                                                              Pasado el combate degollarán las criaturas que sobren

                                                                                                                              ocultas

                                                                                                                              tras la sombra del humo y las vigas.

                                                                                                                              De regreso a la cordillera

                                                                                                                              cantarán himnos de fe y esperanza

                                                                                                                              en un edén político,

                                                                                                                              No ad for you

                                                                                                                              que esperó por siglos sin darse en la Tierra.

                                                                                                                              Mientras baja del éter la promesa de llevarse al cielo

                                                                                                                              el polvo de los desterrados con sus mares

                                                                                                                              de lágrimas,

                                                                                                                              las mujeres libres y los resucitados huesos de los

                                                                                                                              pensadores,

                                                                                                                              que sea en la Tierra el infierno que sea.

                                                                                                                              Fernando Cruz Kronfly nació en Guadalajara de Buga el 8 de abril de 1943.
                                                                                                                              Foto: UCEVA

                                                                                                                              De niño tuve una epifanía precoz: sentí mucha tristeza de la humanidad. Esto signó mi vida. No era un dolor mío, no había motivo. Fui feliz. Pero, aún así, arrastraba una persistente tristeza ajena.

                                                                                                                              Necesité siete décadas para encontrar, entre la niebla, el motivo de esa melancolía de origen, para remontarlo a la esfera de la razón. Las ciencias humanas me enseñaron que de la especie humana se puede esperar cualquier cosa: lo mejor y lo peor. Cuatro, tres, dos millones de años lo dicen todo. El ser humano pertenece a una especie trastornada, enloquecida, que huye de su origen e inventa lo que sea para negarse, para justificarse. Es el animal que ya no es, dice Agamben. Y esto es grave.

                                                                                                                              Lo anterior siempre hizo parte de mis intuiciones de juventud, pero siete décadas de lecturas informadas me fueron situando en el entendimiento de la enigmática especie animal de la que hago parte. Antes de desaparecer de este mundo, quise tener claridad. Entonces he venido a sentir un dolor racional aún más profundo. Pertenezco a una especie perdida que a ciegas avanza hacia un final incierto. Ahora puedo sentarme tranquilo a tomar mi té en Babilonia. Dudo que encuentre con quién. Este poemario es hijo de ese inmenso dolor.

                                                                                                                              Read more!

                                                                                                                              Le sugerimos leer este texto sobre la relación del café con la escritura: En defensa del café

                                                                                                                              ***

                                                                                                                              En los relatos que inventan las fotografías,

                                                                                                                              camperos de lonas en llamas gotean

                                                                                                                              sobre carbones rojos que de la tierra suben.

                                                                                                                              En el nombre del hijo del hombre

                                                                                                                              abandonado en el sanatorio del mundo,

                                                                                                                              aletean en los pajonales

                                                                                                                              vacíos sombreros de labriegos muertos.

                                                                                                                              En los pedregales de los ríos grises

                                                                                                                              No ad for you

                                                                                                                              cabezas de niños observan el agua.

                                                                                                                              Pañolones de empaladas mujeres extienden sus hilos

                                                                                                                              de una alambrada a la otra.

                                                                                                                              Vacas normandas que suben de establos

                                                                                                                              profundos

                                                                                                                              ante la luna mastican alfalfa,

                                                                                                                              lamen en los estacones y alambres punzantes

                                                                                                                              vestigios de saladas lágrimas.

                                                                                                                              ***

                                                                                                                              Mienten por piedad las tribus,

                                                                                                                              dicen estar viendo salir de la nada las viejas cosas de

                                                                                                                              todos los días.

                                                                                                                              Cacerolas, pájaros, peces y sandalias

                                                                                                                              que el Señor

                                                                                                                              nombra como nuevas y reúne a sus pies.

                                                                                                                              Regresan de las tinieblas los montes

                                                                                                                              donde habían ido,

                                                                                                                              No ad for you

                                                                                                                              los océanos salan de nuevo sus uñas, sus

                                                                                                                              sienes, sus dedos.

                                                                                                                              Babilonia peina aquellas cejas derrotadas hasta

                                                                                                                              verlas dormir.

                                                                                                                              Las conduce donde las sábanas son santos sepulcros.

                                                                                                                              Al amanecer, llora a gritos:

                                                                                                                              El Señor que era mi vida partió mi corazón,

                                                                                                                              acabo de sentir el helaje de su abandono,

                                                                                                                              su fuga pasó por mi alma.

                                                                                                                              No ad for you

                                                                                                                              Podría interesarle leer el primer texto de la serie “Realidades ficcionadas”: Entre vivir o dirigir un museo en Colombia

                                                                                                                              ***

                                                                                                                              Combatientes de largos caminos y pies

                                                                                                                              polvorientos

                                                                                                                              traen orejas atravesadas de espinas de

                                                                                                                              Read more!

                                                                                                                              cardos, aretes

                                                                                                                              de cobre.

                                                                                                                              Con hachas inquietan la paz de la tierra,

                                                                                                                              deshilachan

                                                                                                                              la hierba que duerme,

                                                                                                                              olfatean peligros detrás de las piedras.

                                                                                                                              Miradas de otros tiempos salen a la vista,

                                                                                                                              rostros desconocidos que un día ofendieron umbrales,

                                                                                                                              colmillos que sorbieron sangre de inocentes a la luz

                                                                                                                              de la luna.

                                                                                                                              Pasado el combate degollarán las criaturas que sobren

                                                                                                                              ocultas

                                                                                                                              tras la sombra del humo y las vigas.

                                                                                                                              De regreso a la cordillera

                                                                                                                              cantarán himnos de fe y esperanza

                                                                                                                              en un edén político,

                                                                                                                              No ad for you

                                                                                                                              que esperó por siglos sin darse en la Tierra.

                                                                                                                              Mientras baja del éter la promesa de llevarse al cielo

                                                                                                                              el polvo de los desterrados con sus mares

                                                                                                                              de lágrimas,

                                                                                                                              las mujeres libres y los resucitados huesos de los

                                                                                                                              pensadores,

                                                                                                                              que sea en la Tierra el infierno que sea.

                                                                                                                              Por Fernando Cruz Kronfly

                                                                                                                              Ver todas las noticias
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