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                                                                                                                              Albalucía Ángel en cinco palabras

                                                                                                                              Perfil de una escritora colombiana en cinco planos: 1.-Revolución.- 2.-Escritura.- 3.-Compasión.-4.-Conciencia.- 5.-Testigo.

                                                                                                                              Albalucía Ángel / Especial para El Espectador

                                                                                                                              Albalucía Ángel se ganó un lugar en la historia de la literatura colombiana con la novela “Estaba la pájara pinta sentada en el verde limón”, reeditada recientemente. / Foto cortesía de Édgar Céspedes
                                                                                                                              Foto: Archivo particular

                                                                                                                              1.- REVOLUCIÓN: En la historia de las revoluciones -si comenzamos por lo que se nos ha hecho creer ha sido el comienzo de los tiempos- veo la imagen del ser del Neanderthal, probablemente: alucinado, temeroso, maravillado de aquella flama que arde y quema su pelambre y que le está anunciando al mundo de ese entonces -sin que él se entere, obvio- un ciclo nuevo. El Fuego que se enciende en el Planeta, por obra y gracia de un esfuerzo -o ingenio- de un humanoide en la era paleolítica. La marca está al alcance de su mano. Y cambia todo, entonces.. La vida se aligera. Su alimento. La construcción de su refugio. El frío de las nieves ya no congela a sus congéneres. El mundo es otro para él. Un “salto cuántico”, digamos. No estoy segura si en la leyenda de quien se roba ese elemento, exclusivo de los dioses del Olimpo, ese gran salto también desalojó un nuevo paradigma. Lo que si intuyo; mientras escribo sin detenerme en cientos de momentos, en que esa palabra gruesa en contenido y falta de rigor en muchos casos, es puesta en marcha en el crisol del fuego y enciende ese coraje y resiliencia de hombres y mujeres, a lo largo del tiempo; es que estamos -tanto los humanos como el globo terráqueo, en general- en otra vuelta de tuerca. No tengo menor duda. Y digo Tiempo, como decir Historia, en realidad. Muchos vacíos hay, sin duda alguna. Para mí, la construcción famosa (aún no descifrada) de las Pirámides de Egipto, por ejemplo, es otro “quantum leap”: en la memoria del futuro. Ahora bien: esas “revoluciones incendiarias” (si comenzamos por Atila y otras tribus) y desgranamos una a una, pienso que han producido cambios necesarios. O nefastas consecuencias: que aún pesan, degradan, ahuyentan la armonía que los pueblos del mundo necesitan. Ha habido mucha sangre. Muchas trompetas. Y atronadores gritos de victoria. Y para mí, Victoria -con mayúscula- o Revolución de masas o en el campo científico o esas conquistas ancestrales de territorio ajeno o de planetas, nos es más que un acertijo. El tiempo corre, dicen. Aunque hay quien asegura, que no es tal. Que corre “el río del tiempo”, sí. Pero que el Universo, sigue su ritmo en espiral. O sea, que cambia de visión aquel o aquella que se mueve al ritmo de ese pulso. Y aún no estamos preparados para aceptar: o sea, vivir, ese increíble Paradigma, que ya se anuncia en el planeta, con ritmos celulares invertidos y miles de centellas. Verán los seres del Futuro, una REVOLUCIÓN más que anhelada. Esa INTEGRAL, que ellos: la NUEVA HUMANIDAD, merece, en permanencia. (Recomendamos: Lea “Maternidad”, cuento de Alejandra Jaramillo Morales).

                                                                                                                              Read more!

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                                                                                                                              3.- COMPASIÓN.- La Ley de esclarecer el ritmo interno que nos lleva a ese poder mirar al “otro” como si fuéramos hermanos de la sangre. Llorar con el que carga con un dolor del alma y no tiene consuelo, si no extendemos nuestra mano. Le damos un abrazo. Mirándolo a los ojos, vertimos el amor que él o ella necesitan, con solo recurrir al ritmo del corazón. Que está también sangrando. O suspirando sin aliento, puesto que el mundo se le hunde. Y nos sentimos frágiles, también. Un ser pequeño o casi que invisible, como son los animales en las selvas. Sabemos necesitan de todo ese cuidado que esa Madre Natura les ofrece. Y si nosotros, como humanos, rompemos esas reglas de oro que ella nos exige para guardar el equilibrio de todo este creado, entonces todo se oscurece. Se pierde esa fusión interna con que llegamos todos los humanos, sin saberlo, quizás. La Compasión es el camino hacia la gran Estanza de la Unión, con lo Divino. El gran Espejo. La Madre Primordial que habita en los humanos para aprender a alimentar ese reflejo: YO SOY TÚ.

                                                                                                                              Read more!

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                                                                                                                              5.- TESTIGO.- Nunca se sabe, en realidad, cuál va a ser ese momento, donde serás testiga de algo inaprensible. O glorioso, quizá. O a lo mejor jamás querías estar en ese sitio, que te dejó tu ser envuelto en niebla y tu corazón herido para siempre, pero tenías que verlo. Ser Testiga, con mayúscula. Y ser testiga de tu vida es algo parecido: pienso. No siempre se distancia tu piel de lo que te acaba de inmergir en un abrir y cerrar de ojos: como la muerte de alguien, por ejemplo. O un terremoto, donde estás parada al frente de un abismo y sabes que es sí, o no, ese testimonio, si sobrevives al momento. Y la escritura es eso: estar en frente de algo que no puedes mirar con ojos físicos, porque depende de tu memoria. O la memoria de otras gentes, que te hacen desfilar adentro y en silencio, lo que talvez vas a plasmar en esas páginas: o a transformar, digámoslo mejor, esa experiencia de un instante, o de siglos, o milenios, en una historia excelsa. O delicada. O relevante, para quienes la lean hoy: o en el futuro. Pues tienes el poder excelso de la palabra escrita. El genio de la lámpara te dicta. Las musas lo alimentan, con sus murmullos calurientos, unas veces. O indefinibles. O en secretíos deliciosos, donde tú misma has de tejer o destejer esa visión interna. En las palabras de una sabia que un día me dejó una resma de cuartillas en la mano: “aquí te dejo todo lo que tengo. Tú lo has de construir como te plazca”. Eran en blanco, aquellas páginas. No solo me soltaba la historia de su vida sino que me pedía “discernimiento”. Exactitud. Ya que la mente también nos juega trapisondas, a la hora de la Verdad. Memoria sin entorno que pueda dibujar un episodio, un rostro, la voz de un niño delirante, la luz entre las hojas de los árboles (como lo hacía Virginia Woolf), no logrará jamás aquel impacto que merece aquella página invisible, que ha de cobrar palabra tras palabra hasta formar el libro de tu vida. O de la vida de los demás.

                                                                                                                              Albalucía Ángel se ganó un lugar en la historia de la literatura colombiana con la novela “Estaba la pájara pinta sentada en el verde limón”, reeditada recientemente. / Foto cortesía de Édgar Céspedes
                                                                                                                              Foto: Archivo particular

                                                                                                                              1.- REVOLUCIÓN: En la historia de las revoluciones -si comenzamos por lo que se nos ha hecho creer ha sido el comienzo de los tiempos- veo la imagen del ser del Neanderthal, probablemente: alucinado, temeroso, maravillado de aquella flama que arde y quema su pelambre y que le está anunciando al mundo de ese entonces -sin que él se entere, obvio- un ciclo nuevo. El Fuego que se enciende en el Planeta, por obra y gracia de un esfuerzo -o ingenio- de un humanoide en la era paleolítica. La marca está al alcance de su mano. Y cambia todo, entonces.. La vida se aligera. Su alimento. La construcción de su refugio. El frío de las nieves ya no congela a sus congéneres. El mundo es otro para él. Un “salto cuántico”, digamos. No estoy segura si en la leyenda de quien se roba ese elemento, exclusivo de los dioses del Olimpo, ese gran salto también desalojó un nuevo paradigma. Lo que si intuyo; mientras escribo sin detenerme en cientos de momentos, en que esa palabra gruesa en contenido y falta de rigor en muchos casos, es puesta en marcha en el crisol del fuego y enciende ese coraje y resiliencia de hombres y mujeres, a lo largo del tiempo; es que estamos -tanto los humanos como el globo terráqueo, en general- en otra vuelta de tuerca. No tengo menor duda. Y digo Tiempo, como decir Historia, en realidad. Muchos vacíos hay, sin duda alguna. Para mí, la construcción famosa (aún no descifrada) de las Pirámides de Egipto, por ejemplo, es otro “quantum leap”: en la memoria del futuro. Ahora bien: esas “revoluciones incendiarias” (si comenzamos por Atila y otras tribus) y desgranamos una a una, pienso que han producido cambios necesarios. O nefastas consecuencias: que aún pesan, degradan, ahuyentan la armonía que los pueblos del mundo necesitan. Ha habido mucha sangre. Muchas trompetas. Y atronadores gritos de victoria. Y para mí, Victoria -con mayúscula- o Revolución de masas o en el campo científico o esas conquistas ancestrales de territorio ajeno o de planetas, nos es más que un acertijo. El tiempo corre, dicen. Aunque hay quien asegura, que no es tal. Que corre “el río del tiempo”, sí. Pero que el Universo, sigue su ritmo en espiral. O sea, que cambia de visión aquel o aquella que se mueve al ritmo de ese pulso. Y aún no estamos preparados para aceptar: o sea, vivir, ese increíble Paradigma, que ya se anuncia en el planeta, con ritmos celulares invertidos y miles de centellas. Verán los seres del Futuro, una REVOLUCIÓN más que anhelada. Esa INTEGRAL, que ellos: la NUEVA HUMANIDAD, merece, en permanencia. (Recomendamos: Lea “Maternidad”, cuento de Alejandra Jaramillo Morales).

                                                                                                                              Read more!

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                                                                                                                              3.- COMPASIÓN.- La Ley de esclarecer el ritmo interno que nos lleva a ese poder mirar al “otro” como si fuéramos hermanos de la sangre. Llorar con el que carga con un dolor del alma y no tiene consuelo, si no extendemos nuestra mano. Le damos un abrazo. Mirándolo a los ojos, vertimos el amor que él o ella necesitan, con solo recurrir al ritmo del corazón. Que está también sangrando. O suspirando sin aliento, puesto que el mundo se le hunde. Y nos sentimos frágiles, también. Un ser pequeño o casi que invisible, como son los animales en las selvas. Sabemos necesitan de todo ese cuidado que esa Madre Natura les ofrece. Y si nosotros, como humanos, rompemos esas reglas de oro que ella nos exige para guardar el equilibrio de todo este creado, entonces todo se oscurece. Se pierde esa fusión interna con que llegamos todos los humanos, sin saberlo, quizás. La Compasión es el camino hacia la gran Estanza de la Unión, con lo Divino. El gran Espejo. La Madre Primordial que habita en los humanos para aprender a alimentar ese reflejo: YO SOY TÚ.

                                                                                                                              Read more!

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                                                                                                                              5.- TESTIGO.- Nunca se sabe, en realidad, cuál va a ser ese momento, donde serás testiga de algo inaprensible. O glorioso, quizá. O a lo mejor jamás querías estar en ese sitio, que te dejó tu ser envuelto en niebla y tu corazón herido para siempre, pero tenías que verlo. Ser Testiga, con mayúscula. Y ser testiga de tu vida es algo parecido: pienso. No siempre se distancia tu piel de lo que te acaba de inmergir en un abrir y cerrar de ojos: como la muerte de alguien, por ejemplo. O un terremoto, donde estás parada al frente de un abismo y sabes que es sí, o no, ese testimonio, si sobrevives al momento. Y la escritura es eso: estar en frente de algo que no puedes mirar con ojos físicos, porque depende de tu memoria. O la memoria de otras gentes, que te hacen desfilar adentro y en silencio, lo que talvez vas a plasmar en esas páginas: o a transformar, digámoslo mejor, esa experiencia de un instante, o de siglos, o milenios, en una historia excelsa. O delicada. O relevante, para quienes la lean hoy: o en el futuro. Pues tienes el poder excelso de la palabra escrita. El genio de la lámpara te dicta. Las musas lo alimentan, con sus murmullos calurientos, unas veces. O indefinibles. O en secretíos deliciosos, donde tú misma has de tejer o destejer esa visión interna. En las palabras de una sabia que un día me dejó una resma de cuartillas en la mano: “aquí te dejo todo lo que tengo. Tú lo has de construir como te plazca”. Eran en blanco, aquellas páginas. No solo me soltaba la historia de su vida sino que me pedía “discernimiento”. Exactitud. Ya que la mente también nos juega trapisondas, a la hora de la Verdad. Memoria sin entorno que pueda dibujar un episodio, un rostro, la voz de un niño delirante, la luz entre las hojas de los árboles (como lo hacía Virginia Woolf), no logrará jamás aquel impacto que merece aquella página invisible, que ha de cobrar palabra tras palabra hasta formar el libro de tu vida. O de la vida de los demás.

                                                                                                                              Por Albalucía Ángel / Especial para El Espectador

                                                                                                                              Ver todas las noticias
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