A los 21 años José Amable Frómeta Peraza tuvo que asumir la muerte de su padre, y la dirección de la orqusta que había creado, la Billo´s Caracas Boys. Ya han pasado 32 años desde ese entonces y el hijo de Billo Frómeta continúa con el legado de su padre, nutriendo de nuevos aires y energía los 80 años ininterrumpidos de la orquesta en escena.
Su carácter y sencillez le han permitido tener una vida sin rencores ni mortificaciones, teniendo un profundo respeto y admiración de cada uno de los músicos que integran la orquesta. Se describe a sí mismo como una persona alegre y positiva, pues asegura que la vida es solo un ratico, y recuerda como si hubiese sido ayer, el día que tomó la decisión de asumir el liderazgo de la orquesta. Es durante todo este tiempo como director que más ha aprendido a sonreír, a valorar a sus pocos amigos y a compartir con su familia.
Al hablar sobre su fallecido padre en sus ojos se refleja la nostalgia, como si su ausencia hubiese sido ayer. Lo recuerda como un hombre tranquilo que no necesitaba gritar para tener siempre el respeto de quienes lo rodeaban, impecable, obsesionado desde sus primeros hasta sus últimos años con la música. Aunque ha vivido momentos duros debido a la suplantación de la orquesta y millones de demandas que sus familiares interpusieron por la herencia de su padre, esto no le ha impedido seguir siendo aplaudido junto con sus músicos al interpretar La Butifarra del compositor colombiano Pacho Galán y la eterna Cumbia caletera.
¿Cuál es la característica fundamental de la Orquesta Billo’s Caracas Boys que nunca lograrán imitar?
La forma de escribir de mi padre Billo Frómeta era única. También tenía un modo de cruzar los instrumentos que no todos los músicos entienden, los nuestros sí lo han logrado: Cristian Barreto que es el bajista, Rafael Martínez de Venezuela y Oscar Alvarado, el pianista. Ellos han escuchado a la Billo’s desde tiempo atrás y esto hace que entiendan la fórmula de papá.
En una ocasión compartí escenario con Renato Capriles. Yo tenía montada “Yo soy el punto cubano” y él por retarme a mí, la tocó antes de nosotros. Al final de la presentación me dice: “Oye chico, tú sabes que yo he mandado a hacer más de diez veces transcripciones de estos temas y nunca me han sonado como le sonaban a tu papá, de verdad tengo que reconocer que la forma de Billo no la ha logrado nadie, era un genio”. Ahí tú te das cuenta de que cuando otras orquestas cogen temas de nosotros, suenan diferente, y es cuando entiendes que no son los arreglos de papá.
Muchos dicen que la mayoría de los músicos son colombianos; entonces, ¿esta no es la Billo’s Caracas Boys?
Primero hay que aclarar una cosa: la Billo’s es una marca, no es un cantante, no es un pianista. De hecho, cuando vivía mi papá la orquesta tenía cinco músicos venezolanos, de resto eran colombianos, dominicanos y peruanos. Entonces la originalidad no la da que todos los integrantes sean venezolanos. Hay que entender que la Billo’s lleva ochenta años y en este tiempo han pasado más de quinientos músicos y alrededor de sesenta cantantes. Todos tuvieron su éxito en algún momento, pero no le quité el nombre a la orquesta cuando “Cheo García” o “Memo Morales” salieron de ella.
Los amigos y personas cercanas a su padre aseguran que usted era el consentido de él. ¿Cuál fue el mayor consejo que le dejó su padre?
Mi padre era un tipo radical, para él no existían los grises. Pienso que la honestidad fue la mayor enseñanza que me dejó. Debo confesar que tengo un genio impresionante, pero jamás me podrán tildar de ser un mal amigo o haberle quitado algo a alguien. Eso es lo que me ha permitido dormir tranquilo y llevar el camino con la frente en alto sin ser señalado por nadie. Mi padre siempre me dijo: “La mejor virtud que tiene el ser humano es ser honesto”.
¿Cómo era la relación con su padre, Billo Frómeta?
Era un amigo y un compañero. A pesar de la diferencia de edad yo lo extraño muchísimo. Mi papá nunca me puso una mano encima y yo recuerdo que solo en una oportunidad me pegó por haber hecho yo tonterías. En bachillerato descubrió que yo me había escapado en el yate de la familia para irme con unos amigos a Aruba. Él estaba en Japón y se le adelantó un mes el viaje de regreso; al llegar fue de inmediato al colegio donde yo estudiaba a preguntar por mí. Yo estaba angustiado porque ya sabía que había ido al colegio a preguntar por mí y ese día me dijo: “cuando termines de comer vienes a la oficina, que necesito hablar contigo”. Esas palabras me llenaron más de angustia, entonces yo quería saber qué le habían dicho en el colegio para poder inventar algo. Mi papá me dijo lo siguiente: “Mira, antes de hablar piensa lo que vas a decir porque si me mientes se pierde la confianza para toda la vida, asume tus responsabilidades. Si yo descubro que me estás diciendo mentiras se quiebra nuestra amistad y eso no se recupera nunca más”. Esa fue una gran lección de mi vida.
¿Qué puede decirle a todos aquellos que aseguran que la Billo’s se acabará muy pronto?
No hay orquesta en el mundo que lleve ochenta años, no existe. La Sonora Matancera fue fundada antes que la Billo’s, pero ha tenido recesos de cinco o de diez años.
Te puedo decir que todos aquellos que piensan que la Billo’s va a desaparecer están equivocados. Mi padre me decía: Yo he visto la moda de la minifalda en cuatro generaciones, cada una de ellas piensa que se está comiendo el mundo porque la creen diferente a las demás. Pasaron la Segunda Guerra Mundial, la guerra fría, toda la crisis de la dictadura de Venezuela; llegó la minifalda, se fue la minifalda, y la Billo’s Caracas Boys estaba presente. Llegó el tecno merengue, pasó el tecno merengue, y la Billo’s siempre estuvo ahí. Yo sí le puedo decir a todos que mis hijos están preparados: o sea, hay Billo’s Caracas Boys para rato.
Una anécdota que siempre le acuerde de su padre junto con la orquesta...
El día que se rompió el récord Guinness en los Carnavales de Tenerife. Yo lo acompañé en infinidad de escenarios: presentaciones grandes con más de cinco mil personas. Papá era un hombre muy humilde y llegaba a la fiesta por la puerta de atrás, muy sumiso. La gente cuando lo veía era una locura, se levantaban a aplaudirlo y a abrazarlo, pero yo sentía que por más años que llevara le daba como temor. Un día le pregunté y me contestó: “El día que yo no sienta temor, ese día dejo de estar vivo, porque el artista que no sienta esas mariposas antes de una presentación es porque está muerto, hasta ahí llegó su carrera”.
Por Elena Chafyrtth
