Antes. Mucho antes de aquel evento, nos habían enseñado a temerles. A huirles.
Gánale la carrera a la desinformación NO TE QUEDES CON LAS GANAS DE LEER ESTE ARTÍCULO
¿Ya tienes una cuenta? Inicia sesión para continuar
En el colegio nos mostraron, sin ningún filtro, la cara más oscura de la guerra. De su guerra. Entonces esos soldados aparecían ante las cámaras incinerando cuerpos, disparando morteros y justificando secuestros. Muchos papás de muchos amigos cayeron en aquella guerra. Entonces el miedo y el odio encontró su justificación. Tocaba odiarles. Tocaba temerles. Era el enemigo. Punto.
A las Sabanas del Yari (2016) llegué con ese miedo agazapado. Con ese temor incubado por los periódicos y por los noticieros. Jamás me imaginé compartiendo el aire pesado del lodo con alguno de esos soldados enemigos. Pero aquella vida, la vida, no entendió el mensaje y el que no quiere caldo se le dan dos tazas.
Ver a un guerrillero en vivo y en directo resultaba perturbador. Ellos, a los que me dijeron que tenía que temer, resultaron con temores y sentimientos que me resultaron familiares. Ellos también pusieron los muertos. Ellos también pusieron el cuerpo. Ellos también pusieron la vida. Maldita sea.
Y una noche, cualquiera, me encontré con alguien. Ese alguien protagonizó las líneas de unas hojas mojadas y amarillentas. Cuatro años después aquella conversación ve la luz en forma de poema. En forma de lo que sea. Porque aquello tampoco entendió las formas. Tampoco entendió nada. Tampoco estuvo conforme con lo que le dijeron que tenía que ser. Que hacer.
Amor es la fuerza con la que cae el agua de la cascada.
Amor es la lágrima de alegría que se resbala por la mejilla de la madre que recibe al hijo que sobrevivió a la guerra.
Amor es el sabor de la sopa, el arroz y el jugo de lulo que están sobre la mesa. El zumbido de las balas impidió durante años la danza de los sabores.
Amor es ser capaz de - con el mismo ruido que hace una pandilla de gatos sobre el tejado - escapar de la manigua y del verde profundo de la selva sin dejar rastro.
Amor es reconocerse. Él se sintió atrapada en el cuerpo de ella. Tuvieron que pasar muchos muertos, muchos comandantes, presidentes y ministros de la guerra, para tomar una decisión que nadie más entendió.
Amor es comprender que no hay que esperar a que el mundo cambie si uno mismo no toma la decisión de cambiar. Amor es fortaleza.
Amor es que *Manuel se despida de *Sonia. Amor es que esta noche el comandante firme un papel que, dicen, significa la paz.
Amor es pedirle a Mauricio Babilonia que libere las mariposas amarillas.
Sabanas del Yarí. Septiembre de 2016.