El Magazín Cultural

Ana Blandiana, memoria viva de Rumania en Bogotá

La notable poeta europea, candidata al Nobel de Literatura, es una de las principales invitadas europeas a la Feria Internacional del Libro, que empezará el martes en Corferias. Aquí la presenta y la entrevista un colega colombiano.

Juan Manuel Roca * / Especial para El Espectador
15 de abril de 2018 - 02:00 a. m.
Ana Blandiana mandó dos frases que los visitantes verán en los muros de la Fería del Libro: “La alegría es una felicidad tanto más completa cuanto menos justificada está”. Y, “la compasión, este desprecio dolorido…”. / FIL  - Natalia Fregoso - Universidad  de  Guadalajara
Ana Blandiana mandó dos frases que los visitantes verán en los muros de la Fería del Libro: “La alegría es una felicidad tanto más completa cuanto menos justificada está”. Y, “la compasión, este desprecio dolorido…”. / FIL - Natalia Fregoso - Universidad de Guadalajara
Foto: Natalia Fregoso

I. Señales y huellas particulares

Hace más de dos décadas entrevisté al poeta rumano Marin Sorescu a su paso por el Festival de Poesía de Medellín. Le pregunté por qué razón un país como Rumania producía personalidades artísticas y filosóficas tan fuertes y diversas. Sorescu respondió que un país a cada rato invadido o a punto de serlo es un país siempre a punto de perder la cabeza. Y que una cabeza a punto de ser cortada piensa distinto. Y no de una manera uniforme, además. Y es cierto. La poesía rumana es muy diversa, nada gregaria, nada embelesada en sí misma, valga decir libre.

Lo de personalidades tan disímiles y poderosas lo sustentaba pensando en autores rumanos como Tristan Tzara, que visto ahora parece más importante para la historia de la poesía que para la poesía misma, pero que le dio una vuelta de tuerca a la lírica europea, tan cerebral y cartesiana, cuando dijo que “el pensamiento nace en la boca”. Y bueno, pocos países producen escultores tan innovadores como Brancusi o pintores obsesos como el trágico surrealista Víctor Brauner, para no hablar de un teórico de las religiones como Mircea Eliade, un filósofo poeta como Cioran o uno de los padres del teatro del absurdo, Eugenio Ionescu, un dramaturgo capaz de registrar el paso de una cantante calva que ni era alopésica ni mucho menos cantaba y que ni siquiera hace aparición en la obra.

Ese país de la cabeza a punto de ser cercenada es también el país de un gran poeta influenciado por el expresionismo alemán, Lucian Blaga, nombre y obra celebrados con amorosas palabras por Ana Blandiana, quizá la autora que más claramente ha llegado a hacer el relevo de ese repertorio de grandes creadores de poesía de Rumania.

Blandiana nació en 1942, estudió filología, ha sido editora de varias revistas en Bucarest, es una verdadera activista de la resistencia poética, que no es otra cosa que una resistencia espiritual y fundadora en su país del “Memorial de las víctimas del comunismo y de la resistencia” luego de desaparecido Ceaşescu. Ahora estará ella en Bogotá como invitada a la Feria del Libro y es un privilegio para los colombianos la llegada de alguien que, una vez más acudamos a la imagen de Sorescu, ha logrado tener su cabeza bien puesta sobre los hombros sin verla rodar a pesar de estar en la mira de los pasados autoritarismos. La suya es una cabeza que medita sobre su país y sobre el mundo, una cabeza que goza del don de darle claridad en la escritura, una cabeza que no se escabulle y que sabe que no es seria la afirmación del buen Teodoro W. Adorno, aquello de que no puede escribirse poesía después de Auschwiz, sino que por el contrario es más imperiosa su realización, que más bien escribir en tiempos que no sean miserables sería algo así como una especie de estetiscimo, de hueco manierismo.

La suya es una poesía transgresora, nacida en tiempos de penuria y sojuzgamiento. Por eso muy seguramente es de la idea de que como no ha podido poetizarse la política se ha politizado la poética. Un tono reflexivo, pero por fortuna nada conceptual, anima su poesía, con valentía y rigor, sin concesiones a la tribuna, pero hablándole a su tiempo para recordar que la materia de las tiranías no es algo para siempre superado ni una fruta de temporada. Lo suyo es la libertad y un estado de alerta frente a la fachada de quienes aprovechan cualquier espacio de libertad para fabricar con paciencia cadenas más fuertes. Así ve, de manera paradójica, nuestra condición de reos sin rejas:

Siento que soy la presa,

pero no sé de quién,

pues las alas y la garras que descienden

sobre mí,

y me encadenan a la sombra

mucho antes de alcanzarme

carecen de nombre.

Fragmento de “Caza en el tiempo”, traducción de Viorica Patea y Antonio Colinas).

Luchadora por los derechos humanos, que también son los derechos rumanos, Blandiana vive en el ejercicio de la poesía y de la imaginación asentadas en el vértigo de los días y en la desobediencia. Como Ana Ajmátova y como una estela de mujeres libertarias del siglo XX, Emma Goldman, Simone Weil, Federica Montseny o Úrsula Leguin, para señalar un ala ácrata de mujeres insumisas, Ana Blandiana se ha entregado a una lucha por permanecer despierta y a la vez despertarnos.

Hay en su obra una obsesión por la libertad y rasgos éticos que podría compartir con Albert Camus cuando afirmaba que la libertad es el derecho a no mentir. Lo que le valió en otro tiempo el ostracismo y el vacío, un intento de olvido y forzados silencios. Hay un poema agonista que parece una historia clínica de su país, un aparato verbal que da cuenta de su poética, de su no decir diciendo, de su carácter elusivo, pero jamás escapista, para ver la realidad inmediata. Cito el poema en la versión del cubano Samuel Feijoo:

Observad un instante de silencio

para la hora de los hospitales,

la hora cuando todos los hospitales del mundo esperan,

cuando los enfermos se alzan al medio de la cama

a ver si la puerta se abre para ellos.

En aquella hora van dulces hacia los hospitales,

ven naranjas rodando por las calles,

vasos con jugo y compota, chocolate,

tantas metáforas para el amor de los amigos.

Pero a los enfermos se les prohíben los dulces

y se levantan de la cama para ver

la entrada de sus amigos.

Los amigos están ocupados,

y aunque viniesen, el portero vigila la entrada...

Los enfermos -todo lo que pueden hacer- esperan por esto,

observad un instante de silencio

los domingos, entre las dos y las cuatro.

(“Hora de los hospitales”, “Poesía rumana”. (Antología, La Habana, 1983).

 

II.Cuatro respuestas cardinales.

Por intermedio de la traductora al castellano de algunos de sus poemas, Viorica Patea, le hice llegar cuatro preguntas a Ana Blandiana. Esta es la concisa entrevista para este diario que me respondió con afecto y claridad:

J.M.R.: Ceauşescu y su régimen del terror, como el anterior gobierno de Gheorghe Gheorghiu-Dej, de cuño estalinista, prohibieron y persiguieron su poesía. ¿Cómo logró evadir la severa vigilancia del realismo socialista, el ojo inquisidor de los comisarios? ¿Cómo modificó su expresión la circunstancia política de esos años de terror?

AB: No me he librado. La primera prohibición tuvo lugar al final del período estalinista. Había publicado un único poema bajo el pseudónimo de Ana Blandiana. Mi padre estaba encarcelado y claro que no podía utilizar mi nombre verdadero. Pero, de repente, todo el mundo se enteró y, a todas las publicaciones del país, se envió una circular indicaba que “bajo el pseudónimo Ana Blandiana se escondía la hija de un enemigo del pueblo”. Tenía menos de diecisiete años, era alumna y la prohibición duró cuatro años. Luego entre los años 1965 y 1972, los primeros años de la era Ceauşescu, se abrieron las cárceles, fue una especie de cuasi liberalización que duró algo menos de un decenio. Debuté de nuevo, he publicado libro tras libro y empecé a ser traducida en el extranjero. Esta época fue un breve respiro de libertad en el que florecieron todas las artes. Mi generación, la generación de los años sesenta, ha eclosionado en la literatura, las artes plásticas, la música, el teatro y el cine. El realismo socialista simplemente desapareció y los nombres que se afirmaron en aquella época representan incluso hoy en día los nombres más importantes de la cultura rumana contemporánea. Luego todo oscureció de nuevo. Me han prohibido de nuevo en 1985 por la publicación de cuatro poemas considerados subversivos, pero las protestas de escritores y académicos en Italia y en Alemania obligaron a Ceauşescu a ceder hasta que en 1988 sufrí otra interdicción, esta vez definitiva, por un poema en el que caricaturizaba a Ceauşescu bajo la forma de mi gato, Arpagic, que gracias a esta ocasión se hizo famoso en todo el mundo. Fue una prohibición no sólo para el presente y el futuro, sino también para el pasado, ya que retiraron mis libros de las librerías y de las bibliotecas.

J.M.R.: Decía usted en una entrevista que en circunstancias de libertad de expresión disminuye la importancia o la trascendencia de la poesía. ¿Cómo se explica esa paradoja?

AB: He dicho que después de 1989 lo más difícil para mí fue aceptar que la libertad de la palabra ha disminuido la importancia de la palabra. Porque en las condiciones de la dictadura la censura y las prohibiciones han hecho que la gente copiara mis poemas a mano en miles de ejemplares, fueron leídos y memorizados con emoción por distintas capas de la sociedad que de otro modo no se hubieran interesado por la lectura de la poesía moderna, ya que en aquel momento respiraban las últimas moléculas de libertad escondidas entre las letras. Gracias a la metáfora que lograba pasar las verdades por encima o por debajo de las narices de la censura, la poesía ha ocupado por espacio de algunos decenios el lugar de la filosofía, la historia o la religión que estaban prohibidas. En libertad, estas disciplinas han retomado su lugar natural y la poesía ha quedado para la élite de los lectores de poesía, un grupo siempre más reducido en las condiciones de la sociedad de consumo…

J.M.R.: ¿Fue la prohibición de sus poemas en 1985 de alguna manera un detonante para otros poetas de su generación?

AB: No, fue simplemente un pretexto para incrementar la censura sobre los demás y para aumentar la depresión colectiva.

J.M.R.: ¿Qué futuro le ve a la poesía en un mundo consumista, refractario a todo lo que no implique una forma mediocre de entendimiento?

AB: Paradójicamente, soy optimista. La aglomeración de los jóvenes en las ferias del libro, el número siempre en aumento de los festivales de poesía con cientos y a veces miles de participantes, creo que son pruebas suficientes de que la gente ha empezado a cansarse de tanto consumismo, de la cultura y la filosofía del consumo, del excesivo y exclusivo materialismo, está cansada para trabajar cada vez más para ganar cuanto más y comer cuánto más, y a continuación hacer curas de adelgazamiento porque ha comido demasiado… André Malraux decía que el siglo XX será religioso o dejará de existir. Tal vez tenía razón si tomamos la poesía por una religión.

* Reconocido poeta colombiano, que dará un recital en la Filbo el miércoles 18 de abril a las 7 p.m. en la Sala María Mercedes Carranza.

*Ana Blandiana se presentará el domingo 22 de abril en la charla (con Juan Cárdenas) “Siento que soy la presa, pero no sé de quién”. Sala María Mercedes Carranza, 4 de la tarde.

Hablará junto a Íngrid Betancourt el sábado 21 de abril
Ana Blandiana dialogará con la excandidata presidencial colombiana Íngrid Betancourt, quien estuvo secuestrada por la guerrilla Farc entre 2002 y 2008. La charla se titula “Así se siente la opresión”. Íngrid compartirá su experiencia con dos emblemáticas escritoras. Una es la rumana que construyó su obra literaria como una fortaleza de resistencia en los días de la represión política de Nicolae Ceausescu. También estará la chilena Diamela Eltit, quien desarrolló su trabajo literario durante el período dictatorial de Pinochet. El evento se realizará el 21 de abril. ¿Cómo es la experiencia cognitiva de una persona que sufre un dolor extremo y una opresión asfixiante? Betancourt, Blandiana y Eltit serán las encargadas de dar respuesta al interrogante.

Una obra exaltada y un museo por la memoria

Nació en Rumania en 1942. Poeta, prosista y ensayista de excepción, es una figura legendaria de la literatura rumana, en la que ocupa un lugar comparable con el de Anna Ajmátova o Vaclav Havel en las letras rusas o checas. Destacada opositora al régimen del dictador Ceausescu, Blandiana forma parte del grupo de escritores que concibieron su vocación literaria como una forma de resistencia moral. Autora de 16 libros de poesía, dos volúmenes de relatos fantásticos, nueve de ensayos y una novela, por los que ha recibido numerosos premios nacionales e internacionales. Sus libros de poemas, prosa y ensayo se han traducido a veinticinco idiomas. Fundó y presidió la Alianza Cívica (1991-2001), una organización independiente que luchó por la democracia e hizo posible la entrada de Rumania en la UE. Bajo la égida del Consejo de Europa, Ana Blandiana ha creado el “Memorial de las Víctimas del Comunismo y de la Resistencia” en Sighet, museo, centro de investigación y escuela de verano considerado el tercer museo de la conciencia europea, después de Auschwitz y el memorial de Normandía. El museo tiene como lema una frase suya: “Mientras la justicia no logre ser una forma de memoria, la memoria en sí misma puede ser una forma de justicia”.

Por Juan Manuel Roca * / Especial para El Espectador

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