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Orozco representa un nuevo aire en la música clásica, un músico que entiende su papel de director como un mitigador entre las costumbres sagradas de la orquesta y la originalidad de su generación. El concierto simboliza la culminación de décadas de esfuerzo por parte del colombiano, quien realizó sus estudios en el colegio Instituto Musical Diego Echavarría en Medellín y en la Universidad Javeriana en Bogotá. Después de una trayectoria por algunas de las orquestas más reconocidas del mundo, incluyendo la de Houston, Berlín y la Orquesta Nacional de Francia, hará su debut como director titular de la Sinfónica de Viena en el año 2021.
Orozco, quien en este momento se encuentra en Austria, realizó una teleconferencia en la que le preguntamos sobre su anticipado concierto, que se presentará en 19 pantallas alrededor del país. Con mucho humor y un acento indiscutiblemente colombiano, conversó acerca de su carrera como director y el eterno valor de la música clásica.
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La Novena sinfonía se conoce como la pieza más revolucionaria del compositor Ludwig van Beethoven y carga el legado de algunos de los más hábiles directores de la historia de la música clásica. En la programación del concierto, esta es descrita como una pieza con un “mensaje de fraternidad”. Le pregunté a Orozco qué significaba esto para él y si cree que existe algo así como un mensaje absoluto dentro de una sinfonía. Me contó sobre la vida del mismo Beethoven, que en su época fue conocido como un compositor “opinionado”, un “activista social” que no vacilaba ante la oportunidad de usar sus obras como medio para expresar sus protestas y opiniones políticas. Por ejemplo, cuenta Orozco, su pieza La Heroica, que fue originalmente escrita sobre Napoleón, fue borrada cuando Beethoven se disgustó con su posicionamiento como emperador de Francia.
La Novena sinfonía busca propagar este gran mensaje de libertad, que se encuentra indeleble dentro de la obra. Explicó que al final los coros cantan Oda a la alegría, un himno a la hermandad y la unión. Como director de la sinfonía, Orozco es heredero de este vínculo entre la música y la libertad, comentando que los “mensajes políticos nunca sobran, con mayor razón si hablamos de Colombia”.
Al presentar una pieza tan conocida, y en un concierto que lleva consigo una gran cantidad de ritos y tradiciones, el reto es lograr crear una presentación verdaderamente auténtica. “Crear algo nuevo dentro de lo que se repite”, como lo llama él, es el trabajo del director como artista. La presentación de Orozco lleva en sí delicados detalles que lo hacen tanto una oda a este gran legado como una obra plantada firmemente en el aquí y ahora, que marca el inicio de su trayectoria como director de la Sinfónica.
La sinfonía no se comunica con un lenguaje como al que estamos acostumbrados. Sin embargo, es conmovedora tanto para los espectadores en Austria como para aquellos que lo verán en Colombia. ¿Cómo logra Orozco como director, por medio de este lenguaje universal de la música, conectarse con tan diversas audiencias?
La respuesta, según él, yace en la naturaleza de la música como medio artístico. Es fundamental la parte emocional, esa habilidad que tienen aquellos sonidos organizados con delicadeza de crear una profunda reacción en quien los escucha. Para cualquiera que desee que la música le llegue habrá algún tipo de reacción ante ella, ya sea física, emocional, o un nuevo pensamiento. Es precisamente esta incertidumbre ante la interpretación, que es particular para cada individuo, lo que Orozco considera especial sobre la música.
Gracias al formato de la presentación de Cine Colombia, en sí una variación del rol histórico de la sala de conciertos, se pueden ver con mucha claridad los rostros del director y de los músicos de su orquesta, lo cual proporciona un medio visual para crear nuevas reacciones en el público. “Cualquier persona se va a imaginar algo, un rostro transmite muchas emociones e ideas, y cada uno lo va a interpretar a su manera”, dice, y afirma que poder ver los gestos de los músicos les da a las personas una nueva manera de interactuar con la sinfonía. Su cargo como director consiste en permitir que cada persona piense y sienta cosas nuevas al encontrarse con lo que transmiten sus melodías, una auténtica comunicación sin lenguaje.
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Detrás de cada función hay interminables horas de trabajo, una cantidad de esfuerzo que es difícil de notar ante la gracia con la que se toca la pieza. Orozco cuenta cómo a su mamá le gusta ir a ver los ensayos, pues así se da cuenta de la transformación por la que pasa cada trozo de música. El concierto final es el resultado de las interacciones de cada músico, y las del director, con la sinfonía. Orozco lo compara con ver una película: es el fruto de miles de pequeñas decisiones e intercambios que se manifiestan en un gran proyecto final.