Las ilustraciones de Andrezzinho en el libro Los intelectuales intransigentes (Tyto Alba editores, 2018) son una breve escena del cuento, una corta narración, una fotografía. La imagen congelada de lo que será luego, en el texto, un video torpe producido por la imaginación. Un paisaje sin color: a blanco y negro. El movimiento en seco. La conversación pausada, la expresión atrapada, el momento preciso de una historia completa. Las ilustraciones de Andrezzinho en el libro Los intelectuales intransigentes cuentan e intrigan al lector; lo llaman y lo dejan varado, no en un intento por descifrar qué quiere decir el ilustrador —pues es bastante claro—, sino en cada detalle, en la narración que trae el dibujo, en el enigma resuelto. Las ilustraciones de Andrezzinho aclaran lo que en el texto queda borroso, las dudas, lo que la autora no quiso contar, lo que no quiso desenmascarar.
Andrezzinho (Andrés Prieto Másmela, Bogotá, 1975) es diseñador gráfico de la Universidad Nacional e ilustrador porque de pequeño hizo un curso de dibujo que lo marcó y, dice él: “Más que por lo que aprendí ahí, fue por lo que vi: la oficina y mesa de dibujo, los pinceles y lápices regados por todas partes, la biblioteca llena de cómics. Supe desde los 10 años que eso quería, que quería ser ilustrador y estar en un lugar que tuviera todas esas cosas, estar rodeado de dibujos y papeles y pinceles y todo esto”.
Aunque Prieto dice que el estilo no existe, que es moldeable, intercambiable o algo a lo que se le debe huir, es claro que en él predomina un trazo fino y realístico, al menos en la anatomía de sus personajes: la realidad sobre todas las formas, la figura apegada a lo que un humano o un animal pueden o deben ser, a lo que es propio de la cotidianidad; y aunque varíen sus proporciones, ahí, en su ilustración, está siempre clara la forma del personaje: “Andrés tiene una línea muy estilizada que no está interesada en una estética que puede ser asumida sucia, como un poco indie tirando al punk, sus ilustraciones no se sienten por ese lado. Él tiene mucha atención al detalle, es una sensibilidad diferente”, cuenta José Andrés Gómez, escritor y guionista colombiano para el que Andrezzinho ilustró el libro El magazín de famosos aún no conocidos (Tragaluz editores, 2015)
“Su estilo es sencillo, de trazo firme y con un manejo impecable del claro oscuro, clásico, narrativo, con humor inteligente y muy riguroso en el uso de referentes”, comenta Pilar Gutiérrez, directora de la editorial Tragaluz.
Su forma responde a un estilo infantil, a una ilustración dirigida a los niños, que suele ser la más exigente. Una de sus mayores influencias la tuvo entre los años 2000 y 2004 cuando participó como evaluador de libros para Fundalectura, una fundación colombiana promotora de la lectura, en la que tuvo acceso ilimitado a textos infantiles que no llegaban a ninguna librería y que serían como el sino hablándole al oído, una vocación palpitando: “Era increíble ver tantos libros para niños y la cantidad de estilos tan diferentes que había. Justo para esta época comencé a trabajar en cosas infantiles, fue un momento en que mi carrera tomó un giro hacia la ilustración infantil. No es lo que me interesa de manera más fuerte ahora, pero si es lo que más hago”, dice el autor.
“Está clarísimo que su escuela visual es la línea belga, Tintín y esas cosas. En sus ilustraciones hay cierta propensión a situaciones que son fantásticas, pero no descabelladas. Andrezzinho se ha dedicado a la ilustración infantil, eso se nota. Hasta donde yo sé, él ha trabajado con Fundalectura mucho tiempo y ha trabajado con bastantes editoriales infantiles aquí en Colombia, y eso se nota, se nota que está metidísimo en la literatura infantil. Uno encuentra muchos libros infantiles ilustrados por él”, afirma Gómez.
A pesar de su facilidad con el estilo infantil, el autor ha tenido otros proyectos en los que no se apega a esta línea narrativa. Bastonazos de ciego, por ejemplo, es una compilación de cómics que el autor fue publicando en su blog personal y que para el año de 2010 se convirtió en un libro publicado por las editoriales Loco Rabia y Burlesque de Argentina. La facilidad del autor para la narrativa se demuestra en este trabajo, en donde con no muchos recursos —pocos diálogos, predominio del blanco y negro, fondos casi inexistentes y con un uso desenfadado de las viñetas— sumerge al lector en escenas de discusiones, romances, decepciones y alegrías con total autoridad.
“Para laburar bien los silencios hay que tener un gran manejo del tempo narrativo y en eso el colombiano es un monstruo devastador. A eso sumale que arma la página con gran imaginación, no se ajusta a ninguna grilla(…), juega con los bordes de las viñetas y mete los grises con muchísimo criterio para balancear las masas blancas y negras. El resultado es que cada página es una unidad perfecta, un bloque sólido dentro del cual la narrativa fluye con naturalidad y originalidad...”, dice el periodista argentino Andrés Accorsi en su blog, reseñando Bastonazos de ciego.
Y como una promesa, una mentira o un secreto, el realismo de sus ilustraciones lo persiguió hasta su más reciente proyecto, Los intelectuales intransigentes. Un libro escrito por Alexandra Gil (Bogotá, 1981), bajo el seudónimo de Régine Leveque, en el que la narradora cuenta, de manera un poco naif, sucesos ficticios de la vida privada de varios artistas del siglo XX, entre los que figuran Bukowski, Nietzsche, Kafka, Clarice Lispector, entre otros.
Alexandra Gil empezó a escribir algunos de los cuentos que componen el libro en 2010, pero, como afirma Prieto, fue desordenada con su escritura; además, no tuvo una intención inicial de publicarlos, era un ejercicio personal. Tres años después, calcula el ilustrador, Gil quiso continuar con los cuentos y los terminó. A pesar de que Prieto fue testigo de todo el proceso de escritura, la idea de ilustrar los cuentos no surgió hasta un tiempo después. Gil escribía y le pasaba los textos a Prieto, él hacía de editor, los revisaba, daba el visto bueno, corregía. Todo esto a pesar de que la autora no tenía expectativas puestas en los textos. Pero Prieto siempre tuvo esperanzas en los cuentos, siempre le gustaron, dice él: “siempre me parecieron publicables, pensé que podría hacerse un libro eventualmente”. Y, tal vez no con mucha razón, enviaron los textos a varias editoriales. Prieto lo diagramó, se hicieron varias pruebas y se enviaron. Pero al cabo de un tiempo no hubo respuesta alguna. Las editoriales no parecían interesadas, los textos se quedaban cortos, entre lo críptico y la experimentación primeriza de una artista plástica que quería escribir. Así, el proyecto quedó congelado durante un largo tiempo.
A finales del año 2016, Prieto empezó con la ilustración de los cuentos. Dibujó uno que otro boceto y, como si le fueran propios estos cuentos, como si hubiese algo místico que lo unía con terquedad a esas letras, algo que no conectaba con la razón, envió el proyecto a las becas de la capital que el Instituto Distrital de las Artes, IDARTES, ofreció en el año 2017: “Yo empecé a dibujarlos, me parecía como que podía resultar bonito el libro si se pudiera publicar. Después me pareció que podíamos presentarnos a las becas de IDARTES y cuando salieron las revisé y me presenté y nos ganamos el premio. Ese era el impulso que se necesitaba para seguir haciendo el libro y para terminarlo”, cuenta el ilustrador.
El proceso creativo fue siempre a solas. La parte de la autora había terminado hacía tiempo y las ilustraciones fueron hechas bajo el gusto y criterio de Prieto, esto porque además de ilustrador fue el editor del libro: “Pues, en realidad la escogencia de trabajar así en este proyecto, y en algunos otros en que las ilustraciones son muy reales, responde más al tipo de texto. En Los intelectuales intransigentes los textos tienden a ser muy desbaratados, muy raros, me parecía que hacer una ilustración que fuera en la misma línea iba a hacer un libro mucho más pesado”, cuenta Prieto.
Es por esto que en el libro las ilustraciones son las que narran, las que aclaran. Prieto ha aprendido a contar con sus dibujos, a no necesitar de más. Los textos acompañan a sus ilustraciones. Y es que Andrés Prieto, Andrezzinho, dibuja como si fuera la única manera de respirar, de sobrellevar lo cotidiano, lo común: “El acto de dibujar es mi vida, no importa si hay un texto o no. Siempre me vas a ver rayando, con una hoja y un esfero, un lápiz, siempre voy a estar dibujando mientras hago otras cosas”. Prieto dibuja mientras espera, dibuja sobre un texto, dibuja mientras observa, dibuja mientras habla por teléfono, dibuja mientras conversa, vive mientras dibuja.