El principio del acto retorna siempre al presente, compenetrándose entre la tensión por el pasado y el futuro, palpando en su instante el rastro de lo viviente. Los actos concretan la realidad y materializa la dilatación precedente del devenir.
En el acto la persona se ejerce para evidenciar sus pensamientos, sus deseos, sus ideas y sus sentimientos. De la voluntad, del intelecto y de la emoción depende el estado de conciencia en el que opera la persona.
El acto da la forma de manera consecuente al raciocinio, ejecutando la compenetración entre movimiento, tiempo y espacio.
¿Qué obra es tu acto?
El poder del acto está en su creación al evidenciar su extensión por medio de lo heredado, lo olvidado, lo realizado, lo acabado, lo concluido, lo consumado, lo no acabado, lo sucedido, lo iniciado, lo destruido y lo recreado.
Cito una frase de Miguel Ángel: “Así como en la pluma o en la tinta el alto con el bajo estilo existe, en folio o en mármol, rica o vil se viste la forma, según quien la talla o pinta”.
El valor humano revive los escenarios, los hechos otorgan verdad, la vida es un esquema dinámico que varía de acuerdo con el receptor ¿teatro o novela? La comedia, la tragedia, lo épico, lo lírico, lo plástico, lo rítmico y lo musical están situados y centrados en la presencia según el acto. Toda persona es en la palabra o en la acción supedita del gesto y la situación.
Pensar para concebir
Así como el haiku plasma y evidencia “la comprensión en acto”, de igual manera el acto en sí manifiesta al ser componiendo su propio lenguaje estético.
Quien verdaderamente entiende el valor del acto, sabe con antelación que en él está toda reivindicación humana. La redención o la no redención se evidencian de acuerdo con la ejecución del acto.
Son innumerables los personajes que marcaron el tiempo a través de la historia por medio de sus actos: Homero, Nefertiti, Sócrates, Buda, Platón, Epicuro, Arquímedes, Horacio, Cleopatra, Jesús, Marco Aurelio, Teodora, Juana de Arco, Cristóbal Colón, Nicolás Copérnico, Miguel Ángel, Miguel de Cervantes, William Shakespeare, Johann Zahn, Immanuel Kant, Policarpa Salavarrieta (la Pola), Francisco de Goya, Georg Hegel, Fiódor Dostoyevski, Karl Marx, Vicent Van Gogh, Marie Skłodowska Curie, Federico García Lorca, Walter Benjamin, Henri Bergson, los hermanos Lumière, Mahatma Gandhi, Frida Kahlo, Albert Einstein, José Ortega y Gasset, André Breton, Walt Disney, Coco Chanel, Pablo Picasso, Charles Chaplin, Georgia O’keeffe, Emilio Garroni, Juan Pablo II, Steve Jobs, Gabriel García Márquez, Zaha Hadid, Pepe Mujica, Papa Francisco, Juan Manuel Santos, Bill Gates, Doris Salcedo, Barack Obama, Jeff Bezos, Mark Zuckerberg, Malala Yousafzai, Greta Thunberg, entre muchos otros.
La operación del acto y su ejecución evidencia la integridad totalizada de una realidad pensada y pensante por el asombro contenido en exaltar lo existente (lo viviente).
Sentir y comprender los diferentes significados a los que se le atribuye la concepción del acto por medio de la acción, no es más que otra forma del estar siendo, en su no eterno, lo eterno.
La persona en el acto se funde en sí misma para desplegar su posibilidad más íntima, al dejarse fluir por la vacuidad infinita de la existencia. El vacío fundamenta la perpetua progresión en acto.
Marco Aurelio, uno de los grandes pensadores del estoicismo romano, escribió sus pensamientos en doce libros denominados Meditaciones. En su libro IV, en el número 17, dice: “No actúes como si fueras a vivir diez mil años. El destino pende sobre nosotros, de modo que mientras vivas y te sea posible, sé hombre de bien”.
El bien va más allá de cualquier dogma. Pienso que lo sensible debe guiar siempre el acto, puesto que es lo más noble. Que el discernimiento de la razón se guíe primero por la bondad y su flujo de sentimientos porque son ellos quienes verdaderamente son capaces de movilizar colectivamente las sociedades hacia su pleno desarrollo, invención y bienestar.
Por Olenka Piotrowska
