Apreciación estética sobre la libertad

La libertad subsiste en toda realidad humana, porque es el medio que tiene la persona para desarrollarse y ser en el mundo. Se constituye, validando e interpelando el carácter promovedor por lo humano, al develar entre vínculos pretéritos la necesidad de modularse en relación con el mundo terrenal y el designio espiritual.

La libertad moviliza al ser, interviene en la realidad, resalta el sentido precursor, indica las posibilidades infinitas en medio de la finitud, condiciona a la persona por no poseer en sí misma la realización de su existencia. Por tanto, la libertad versa en la disputa entre la imposibilidad y posibilidad de lo “posible”, en medio de la voluntad y la debilidad de lo “absoluto”.

Heidegger, en la introducción de El ser y el tiempo, sobre la necesidad de reiterar expresamente la pregunta que interroga por el ser, dijo: “La indefinibilidad del ser no dispensa de reiterar la pregunta que interroga por su sentido, sino que intima justamente a ello”.

Frente a lo anterior, Heidegger, al cuestionarse la pregunta por el ser, pone de manifiesto que la razón del ser es intimar con la propia indefinibilidad de su fundamento. Es decir, la propia obviedad, lo que es “evidente, claro y sobresale” es su misma oscuridad y por tanto, su dificultad como definición, y aunque se tuviera, no significa que no deba reiterarse nuevamente por su pregunta. Siendo ahí donde intrínsecamente juega el hombre su papel con la libertad.

Le sugerimos leer Las cartas de Dostoievski sobre “Crimen y castigo”

La libertad fundamenta el bien, el mal, la dignidad, la integridad, el pensamiento y la autodeterminación por el acto, uniendo el ser, en relación con la ocasión y su acontecer.

La acción siempre lleva algún efecto estético determinando la reacción entre un colectivo social específico, según la época, de acuerdo con los valores y conceptos estructurales de los que pende la sociedad, sosteniendo los ideales que se defienden en relación con el valor humano.

Las diferentes nociones de la libertad elevan su carácter precursor, empujando el criterio humano hacia lo inédito, así toda dificultad se dirige hacia una oportunidad para los futuros venideros. Por tanto, es necesario saber dominar la voluntad para hacer buen uso de la libertad, en relación con la finalidad del acto y su expresión.

Santo Tomás en Cuestiones disputadas sobre la verdad, frente al tema (la libertad de la voluntad), afirmó: “la libertad de la voluntad se considera en tres aspectos, a saber: respecto al acto, en cuanto puede querer o no querer; respecto al objeto, en cuanto puede querer esto o lo aquello, y lo opuesto; y respecto al orden del fin, en cuanto querer lo bueno o lo malo”.

Por lo anterior se puede comprender la libertad en relación con la voluntad en tres modos de operar: acto, objeto y fin. La elección humana y su ejecución asumen la extensión por ser libre.

Nicolai Hartmann en La nueva ontología sobre la determinación y la libertad mencionó: “La libertad de la voluntad y la moralidad dependen, con absoluta claridad, de la estratificación categorial de las formas determinantes y sin ella no serían posibles”.

Las interacciones humanas son dinámicas, sus formas varían de acuerdo con la necesidad de la obra. La realización de la persona con el futuro se interpela dentro de una paradoja inevitable. Por eso, la voluntad como determinación frente a la libertad se hace indispensable para una buena exposición y desenvolvimiento, en relación con la existencia y su posición.

Comparto una pregunta que ya había cuestionado tiempo atrás: ¿hay acaso una mejor vanguardia que la libertad? La libertad es el mejor recurso para crear la imagen y el contenido que la persona desea proyectar frente a la realidad en relación con la verdad, para lograr validar y establecer una nueva realidad.

Encontrar el lugar, reconocerse desde la intimidad para ser libre, entre el obstáculo y la coerción, implica que desde la alteridad se produce como consecuencia la resolución que define como término final, y desde la diversidad, toda realización.

Zaha Hadid en una de sus frases célebres sostuvo: “Lo esencial es tener el coraje de arriesgar y desarrollar nuevas ideas”. Su reflexión, haciendo uso de la alegoría y la intuición, evidencia la necesidad de atreverse por lo original para lograr concebir una distinta visión estética.

Las artes a través del tiempo han ido extendiendo su propio término por la necesidad ontológica que en efecto de modo envolvente lleva cada ser.

Todo lo que vaya en contra de la libertad esclaviza, entonces: de qué sirve la dignidad, si no se tiene libertad; de qué sirve la formación, si no se tiene libertad; de qué sirve la academia, si no se tiene libertad; de qué sirve el poder, si no se tiene libertad; de qué sirve la riqueza, si no se tiene libertad; de qué sirve el trabajo, si no se tiene libertad; de qué sirve el razonamiento, si no se tiene libertad; de qué sirve el sentimiento, si no se tiene libertad; de qué sirve la boca, si no se tiene libertad; de qué sirven los ojos, si no se tiene libertad; de qué sirven las manos, si no se tiene libertad; de qué sirven los oídos, si no se tiene libertad; de qué sirven los pies, si no se tiene libertad; de qué sirven los sentidos, si no se tiene libertad.

La libertad inspira a sustentar todo vacío.

La libertad subsiste en toda realidad humana, porque es el medio que tiene la persona para desarrollarse y ser en el mundo. Se constituye, validando e interpelando el carácter promovedor por lo humano, al develar entre vínculos pretéritos la necesidad de modularse en relación con el mundo terrenal y el designio espiritual.

La libertad moviliza al ser, interviene en la realidad, resalta el sentido precursor, indica las posibilidades infinitas en medio de la finitud, condiciona a la persona por no poseer en sí misma la realización de su existencia. Por tanto, la libertad versa en la disputa entre la imposibilidad y posibilidad de lo “posible”, en medio de la voluntad y la debilidad de lo “absoluto”.

Heidegger, en la introducción de El ser y el tiempo, sobre la necesidad de reiterar expresamente la pregunta que interroga por el ser, dijo: “La indefinibilidad del ser no dispensa de reiterar la pregunta que interroga por su sentido, sino que intima justamente a ello”.

Frente a lo anterior, Heidegger, al cuestionarse la pregunta por el ser, pone de manifiesto que la razón del ser es intimar con la propia indefinibilidad de su fundamento. Es decir, la propia obviedad, lo que es “evidente, claro y sobresale” es su misma oscuridad y por tanto, su dificultad como definición, y aunque se tuviera, no significa que no deba reiterarse nuevamente por su pregunta. Siendo ahí donde intrínsecamente juega el hombre su papel con la libertad.

Le sugerimos leer Las cartas de Dostoievski sobre “Crimen y castigo”

La libertad fundamenta el bien, el mal, la dignidad, la integridad, el pensamiento y la autodeterminación por el acto, uniendo el ser, en relación con la ocasión y su acontecer.

La acción siempre lleva algún efecto estético determinando la reacción entre un colectivo social específico, según la época, de acuerdo con los valores y conceptos estructurales de los que pende la sociedad, sosteniendo los ideales que se defienden en relación con el valor humano.

Las diferentes nociones de la libertad elevan su carácter precursor, empujando el criterio humano hacia lo inédito, así toda dificultad se dirige hacia una oportunidad para los futuros venideros. Por tanto, es necesario saber dominar la voluntad para hacer buen uso de la libertad, en relación con la finalidad del acto y su expresión.

Santo Tomás en Cuestiones disputadas sobre la verdad, frente al tema (la libertad de la voluntad), afirmó: “la libertad de la voluntad se considera en tres aspectos, a saber: respecto al acto, en cuanto puede querer o no querer; respecto al objeto, en cuanto puede querer esto o lo aquello, y lo opuesto; y respecto al orden del fin, en cuanto querer lo bueno o lo malo”.

Por lo anterior se puede comprender la libertad en relación con la voluntad en tres modos de operar: acto, objeto y fin. La elección humana y su ejecución asumen la extensión por ser libre.

Nicolai Hartmann en La nueva ontología sobre la determinación y la libertad mencionó: “La libertad de la voluntad y la moralidad dependen, con absoluta claridad, de la estratificación categorial de las formas determinantes y sin ella no serían posibles”.

Las interacciones humanas son dinámicas, sus formas varían de acuerdo con la necesidad de la obra. La realización de la persona con el futuro se interpela dentro de una paradoja inevitable. Por eso, la voluntad como determinación frente a la libertad se hace indispensable para una buena exposición y desenvolvimiento, en relación con la existencia y su posición.

Comparto una pregunta que ya había cuestionado tiempo atrás: ¿hay acaso una mejor vanguardia que la libertad? La libertad es el mejor recurso para crear la imagen y el contenido que la persona desea proyectar frente a la realidad en relación con la verdad, para lograr validar y establecer una nueva realidad.

Encontrar el lugar, reconocerse desde la intimidad para ser libre, entre el obstáculo y la coerción, implica que desde la alteridad se produce como consecuencia la resolución que define como término final, y desde la diversidad, toda realización.

Zaha Hadid en una de sus frases célebres sostuvo: “Lo esencial es tener el coraje de arriesgar y desarrollar nuevas ideas”. Su reflexión, haciendo uso de la alegoría y la intuición, evidencia la necesidad de atreverse por lo original para lograr concebir una distinta visión estética.

Las artes a través del tiempo han ido extendiendo su propio término por la necesidad ontológica que en efecto de modo envolvente lleva cada ser.

Todo lo que vaya en contra de la libertad esclaviza, entonces: de qué sirve la dignidad, si no se tiene libertad; de qué sirve la formación, si no se tiene libertad; de qué sirve la academia, si no se tiene libertad; de qué sirve el poder, si no se tiene libertad; de qué sirve la riqueza, si no se tiene libertad; de qué sirve el trabajo, si no se tiene libertad; de qué sirve el razonamiento, si no se tiene libertad; de qué sirve el sentimiento, si no se tiene libertad; de qué sirve la boca, si no se tiene libertad; de qué sirven los ojos, si no se tiene libertad; de qué sirven las manos, si no se tiene libertad; de qué sirven los oídos, si no se tiene libertad; de qué sirven los pies, si no se tiene libertad; de qué sirven los sentidos, si no se tiene libertad.

La libertad inspira a sustentar todo vacío.