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Así aprenden los nuevos escritores del método narrativo de Mario Vargas Llosa

Murió el ganador del Premio Nobel de Literatura 2010 y, más allá de las prevenciones por su pensamiento político, comparto las memorias de un reciente seminario sobre la obra literaria del escritor peruano en la Maestría de Escrituras Creativas de la Universidad Nacional de Colombia.

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Nelson Fredy  Padilla
20 de abril de 2025 - 02:00 p. m.
Mario Vargas Llosa (1936-2025) el día que recibió a "El Espectador" en su biblioteca en Lima, en 2014, el lugar de su casa donde fue velado tras su muerte, el domingo pasado.
Mario Vargas Llosa (1936-2025) el día que recibió a "El Espectador" en su biblioteca en Lima, en 2014, el lugar de su casa donde fue velado tras su muerte, el domingo pasado.
Foto: Luis Ángel
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Contra todo pronóstico, en el segundo semestre de 2021 la Maestría de Escrituras Creativas de la Universidad Nacional de Colombia me aprobó un programa académico para revisar la vida y obra de Mario Vargas Llosa. “No creo que aquí tenga acogida un curso de un semestre sobre un escritor de ultraderecha”, fue la advertencia de un profesor de la Facultad de Artes, al que le respondí que el ganador del Premio Nobel de Literatura 2010 también fue un militante de la izquierda y que, más que su vida política, me interesaba explorar su obra influenciada por visiones de la Revolución Cubana y de las dictaduras.

El director de la maestría, el poeta y dramaturgo Carlos Satizábal, fue quien me dio luz verde y pronto se completó un grupo de 20 alumnos graduados en Literatura, Artes Escénicas, Cine, Teatro y Periodismo. Coincidimos en que Vargas Llosa ha sido uno de los escritores más importantes de la historia de la lengua española, por su aporte a la narrativa contemporánea y a la cultura iberoamericana, con 50 libros entre novelas, ensayos, obras de teatro, cuentos y textos periodísticos, manteniéndose vigente durante 70 años, siendo protagonista del boom latinoamericano del siglo XX hasta las primeras dos décadas del siglo XXI.

Acordamos liberarnos de prevenciones mediáticas: no nos interesaba el político intrigante, ni el nombrado marqués o caballero de academias de la lengua como la francesa o la española. Solo el narrador en todas sus dimensiones.

Empezamos con la ficción que más interesó a los estudiantes: La ciudad y los perros (1962), que nos mostró la capacidad literaria del escritor peruano para describir la ciudad de Lima, su epicentro creativo, desde el colegio militar Leoncio Prado, donde Vargas Llosa estudió dos años. A través de la vida de los cadetes, entendimos cómo la milicia y la vida urbana marcaron a las nuevas generaciones. Aprendimos de su destreza para crear personajes y atmósferas, construir diálogos y manejar técnicas como el flujo de conciencia. Revisamos la estructura de una novela coral, con un ritmo vertiginoso y una significación que va desde el ruido de fondo de los perros callejeros hasta el avance de la ultraderecha en nuestros países. Buen ejemplo del nivel experimental que lo posicionó dentro del histórico boom latinoamericano.

Luego de la lectura semanal, dedicábamos tres horas, los lunes, a debatir la obra y a revisar textos que los alumnos escribían al final de cada clase, empezando con ejercicios de ensimismamiento sobre sus experiencias colegiales y urbanas. Después los hacían en conexión con los proyectos de novela, cuento, poesía, dramaturgia o guion con los que pensaban graduarse al final de los dos años que dura la maestría.

Para sentir que estudiábamos a un autor de carne y hueso, repasamos videos y textos de la larga entrevista que le hice a Vargas Llosa en Perú, en 2014, publicada en El Espectador en tres entregas: su visión de Colombia; su biblioteca en Lima y cómo la ponía al servicio de su escritura, porque mi visita a su apartamento coincidió con que estaba despidiéndose de buena parte de sus libros que donó a la biblioteca municipal de Arequipa (donde nació en 1936), y su relación con el teatro, pues estaba terminando un libro de cuentos y preparando la última obra en la que actuó.

Luego de su muerte, el domingo pasado, allí mismo fue velado en presencia de los libros de cabecera que releyó hasta sus últimos días y me permitió ojear hace diez años. Algunas de sus principales influencias literarias: la rebeldía de Gustave Flaubert a través de Madame Bovary; la densidad del universo de Yoknapatawpha, de William Faulkner; el largo aliento de Guerra y paz, de León Tolstói; la ambigüedad del Ulises, de James Joyce; el Decamerón, de Giovanni Boccaccio. Y, claro, el Quijote, de Cervantes.

Pasamos a la lectura de La Casa Verde (1966), novela en la que se retó a contraponer las visiones rurales del desierto de Piura, donde don Anselmo construye el prostíbulo llamado La Casa Verde, y del Amazonas, en Santa María de Nieva, donde se cruzan monjas misioneras españolas con campesinos, la avanzada del ejército peruano y contrabandistas. Nos impresionó cómo intensificó la experimentación narrativa con distintas formas del habla coloquial, de presente, pasado y futuro, y con grados de tensión para explorar la condición humana frente a la naturaleza, el placer, el mundo femenino, el machismo, la educación católica, la cultura indígena y el militarismo persistente. Nos interesó la descripción de escenarios, el método de acumulación, el esfuerzo por romper la linealidad temporal, la búsqueda de lo simbólico y mítico, el ejercicio de novelar más apoyado en interrogantes, en cabos sueltos, que en hechos consumados.

También leímos Conversación en La Catedral (1969). Nos pareció un gran intento de novela total para interpretar el Perú jodido que le tocó vivir, degradado política y moralmente, retratado a mediados del siglo pasado en tiempos de la dictadura de Manuel Odría, y encarnado por personajes como el inolvidable Zabalita, cuya propia familia y destino son un espejo fragmentado de esa sociedad sin cura. Un diálogo complejo desde el bar La Catedral, con intervención de herramientas periodísticas, sostiene un argumento poderoso en el que la tensión sexual es tan importante como la social.

La mejor época de Vargas Llosa no incluye lecturas fáciles. A mí me gustó más La guerra del fin del mundo (1981). Es la novela que llevé a Lima para que me la autografiara y él estuvo de acuerdo en que fue la que más trabajo le dio junto a Conversación en La Catedral, pero dijo sentirse más orgulloso de la primera porque partió de cero para construir una ficción que se desarrolla a finales del siglo XIX, lejos de sus puntos de referencia autobiográficos, trabajando desde la enajenación.

Ocurre en el noroeste de Brasil, estado de Bahía, en la época en que la nueva república quiere imponer por la fuerza su poder militar y religioso y se enfrenta a un movimiento campesino religioso dirigido por Antonio Conselheiro, el impresionante consejero de la Compañía del Buen Jesús. Inspirado en la Guerra de Canudos (1897) y apoyado en el libro Los Sertones (1902), de Euclides de Cunha, así como en Jorge Amado —otro importante escritor de la época del boom—, logra, con un estilo denso y una gran documentación histórica, cuestionar los valores culturales que habían impuesto los portugueses y reflejar fenómenos como el nacionalismo, el populismo, el fanatismo religioso y la intolerancia. Aquí notamos más las influencias de Tolstói y Faulkner, pero algunos estudiantes la sufrieron porque es una lectura maratónica de 800 páginas, otra prueba del afán totalizador de Vargas Llosa, que aquí no se apoya en lo fragmentario, como en novelas previas, sino que va hasta la extralimitación en un viaje de suspenso y aventuras de cuatro campañas militares con el que busca una representación de las transiciones coloniales vividas en Latinoamérica.

Al no poder resistirnos a la visión política del autor, leímos Historia de Mayta (1984), inspirada en la vida del líder marxista peruano Alejandro Mayta, quien vivió a mediados del siglo pasado y con la que, aparte de reconstruir la vida de un personaje basado en testimonios disímiles (método periodístico en el que nos fijamos), busca significados al concepto de levantamiento social y la violencia que implica, influido por su conocimiento de la Revolución Cubana y las dictaduras. Redondeamos la mirada obsesiva de la extrema derecha con La fiesta del chivo (2000), sobre el régimen de Rafael Trujillo en República Dominicana, y Tiempos recios (2019), sobre la historia de como se fraguó el golpe de Estado, organizado por la CIA y la United Fruit Company, contra la presidencia de Jacobo Árbenz para imponer al dictador Carlos Castillo Armas, ocurrida también a mediados del siglo pasado. Tarea agotadora y reveladora sobre las posibilidades de la novela histórica.

Recargamos oxígeno en los escritos autobiográficos. Para entender cómo la vida personal marca la vida de un escritor y la importancia de cualidades como la disciplina y la ambición (Vargas Llosa admitía que era más ambicioso que talentoso), pasamos al discurso de recepción del Premio Nobel de Literatura en 2010 “Elogio de la lectura y la ficción”, una gran homenaje a la lengua española, y al libro autobiográfico El pez en el agua (1993). Evidencian las influencias que tuvo en su familia, los colegios donde estudió, la educación religiosa y militar, el periodismo, las mujeres, los viajes, ciudades como Lima, París, Madrid, Londres, los círculos intelectuales europeos, hasta sus fracasadas campañas políticas que lo llevaron a ser candidato presidencial en 1990, derrotado por Alberto Fujimori.

Debatimos Cartas a un joven novelista (1997), libro epistolar en el que revisa la vocación y los deberes del escritor, enfatizando en la necesidad de recrear los demonios propios antes que los ajenos. Detalla técnicas literarias para lograr la verosimilitud de las historias teniendo en cuenta tema, universo, forma, posibilidades del narrador, uso del lenguaje, niveles de tiempo y realidad, espacio, fondo, estilo, tensión psicológica, significación; todo lo que él llamaba “orden narrativo”. Nos detuvimos en métodos como el dato escondido, las cajas chinas y cómo no caer en errores de artificio. También nos sirvieron mucho las memorias del curso que Vargas Llosa dictó sobre sus libros en la Universidad de Princeton, Estados Unidos, en 2015.

De su transición hacia el siglo XXI nos interesó El sueño del celta (2010), novela biográfica sobre el naturalista irlandés Roger Casement en América, incluido el Putumayo colombiano, pero en la que consideramos que la investigación satura, afecta la estructura y termina sublimando al personaje. Lo que leímos de su etapa final nos pareció la ratificación de su dominio del oficio literario. Percibimos obras muy dignas aunque prefabricadas de alguna manera, sin el aliento y la irreverencia de los años 60, 70 y 80.

Dedicamos una sesión a sus cuentos, que no nos conmovieron, y otra a su larga y valiosa relación con el teatro, tema que abordé con él en mi entrevista de 2014. ¿Vargas Llosa dejó un legado al nivel de los demás miembros del boom? No nos interesaba ponerlo en un ranking. Como cuando dedicamos otros semestres a estudiar las obras de García Márquez y Cortázar, quisimos aprender de su metodología como referencia importante para la creación de una nueva literatura hispanohablante más híbrida.

Para cerrar el semestre, los alumnos debían escribir un ensayo sobre el curso en relación con su ópera prima y, para inspirarse, podían escoger como lectura previa un libro de ensayos de Vargas Llosa, entre ellos Historia de un deicidio (1971), del proceso creativo de su entonces amigo Gabriel García Márquez; Sables y utopías (2009), sus visiones de América Latina; La orgía perpetua (1975), homenaje a Flaubert; El viaje a la ficción (2008), sobre la obra de Juan Carlos Onetti; La civilización del espectáculo (2012), reflexión de los tiempos que vivimos en la era de la imagen y la mentira en su máxima expresión, y La mirada quieta (2022), sobre la obra del escritor español Benito Pérez Galdós.

Cito algunos temas y conclusiones de los estudiantes: Ana Milena Saavedra tituló “Entre letras y escenas” su texto sobre Vargas Llosa y los montajes cinematográficos de sus novelas. Carlos Montaña entregó un “Estudio sobre la fotografía cinematográfica de La ciudad y los perros” con esta constancia: “Es solo cuestión de descifrar cómo será el nuevo rostro del poder. Siempre existirá un Leoncio Prado enterrado en el centro de nuestros corazones”.

Jorge Iván Gallego dedicó “Cuando las palabras no bastan” a analizar el lenguaje poético en los libros del peruano. Luis José Galvis destacó “los grandes aportes que él dejó para escritores y artistas en este mundo de problemas, derrotas, traiciones, crímenes y caos en que vivimos los latinoamericanos”.

En “Mis experiencias como aprendiz de escritor”, Nidia Baquero anotó: “Cuando iniciamos las clases, Mario Vargas Llosa era un completo desconocido para mí, había logrado exitosamente escabullirme de la obligación de leerlo en el ámbito académico y en lo personal su deseo de inmiscuirse en política lo había vetado como escritor para mí. Escuchar que estaría leyendo uno de sus libros cada semana fue un gran reto, pero por encima de mis apreciaciones se encontraba mi deseo de convertirme en una poeta… La respuesta a esta dicotomía, poeta versus narrador, me la daría el propio Vargas Llosa en su obra Medio siglo con Borges”.

Nelson Camilo Jiménez tituló “El destino infame de los enanos y los miopes” su mirada a la configuración de personajes en La guerra del fin del mundo. “Demuestra que desde Latinoamérica se pueden escribir novelas ambiciosas, que amalgaman todos los sectores de la sociedad. Y muestra que la historia de América Latina deberá ser contada desde abajo, desde quienes no han tenido voz, para crear así nuestra épica de la independencia y esa será la voz de los enanos y los miopes”. Santiago Barajas opinó: “Vargas Llosa también me habitará y será gracias a este curso”.

Nelson Fredy  Padilla

Por Nelson Fredy Padilla

Periodista desde 1989, magíster en escrituras creativas, autor de cinco libros, catedrático de periodismo y literatura desde 1995, y profesor de la maestría de escrituras creativas de la Universidad Nacional, del Instituto de Prensa de la SIP y de la Escuela Global de Dejusticia.@NelsonFredyPadinpadilla@elespectador.com
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Pericles(5635)21 de abril de 2025 - 11:10 a. m.
Admiración hacia el profesor y sus estudiantes por este detallado proyecto. Me ha dado muchas luces para explorar a Vargas Llosa y sus obras. Solo había leído "El paraíso en la otra esquina" y me fascinó. Gracias.
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