Cuando se anunció que España sería el país invitado a la Feria Internacional del Libro de Bogotá 2025 (FilBo), Jordi Martí Grau, secretario de Estado de Cultura de ese país, habló para este diario, y entre varias reflexiones hubo una que resonó con fuerza: “El libro se ha dado por muerto, pero él resiste y continúa”.
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Sus palabras reflejan el pensamiento de quienes creen que, ante el vértigo que provoca la avalancha de información y la creciente digitalización de la vida, la palabra persistirá.
Durante 17 días serán esas palabras las que reunirán a escritores, editores, periodistas, profesores, estudiantes y lectores —el cuerpo de la palabra—. Un universo tan amplio como diverso, no solo en géneros y temáticas, sino también en las formas de edición y los territorios a los que pertenece.
No todo lo que llega a Corferias proviene de grandes grupos editoriales. Hay historias que nacieron de otros modos, con otros tiempos y esfuerzos. Al llegar al Pabellón 17 se entra al territorio de la edición independiente. Y si se detiene en la entrada, encontrará a La Diligencia, una distribuidora de libros y revistas formada por editores, que ha acogido a más de 20 sellos independientes.
Con el anhelo de que cada libro encuentre a su lector, desde noviembre y diciembre de 2024 La Diligencia comenzó los preparativos para la feria. El proceso se inició con una revisión crítica de lo vivido en la edición anterior: qué funcionó, qué no y qué se podía hacer distinto.
Violeta Antonia Gómez, su directora comercial, reconoció que, aunque llevaban más de una década en este mundo, el proceso no era automático, ni mucho menos perfecto. Por eso buscaban reinventarse constantemente, abrir nuevos caminos que acercaran los relatos a más lectores.
Mientras ellos conversaban, las editoriales afinaban sus catálogos y decidían cuántas y cuáles serían las novedades que presentarían en la feria. Tras esas decisiones tomaron un breve descanso, conscientes de que se avecinaban las jornadas más largas y exigentes del año. “El momento más importante para todo el mercado editorial es la FilBo”, dijo Gómez.
En febrero comenzaron las reuniones con las editoriales para trazar el mapa de las novedades que llegarían, y también aprovecharon para buscar nuevos sellos con los que pudieran aliarse. Para este año lograron sumar editoriales de otros países.
Por esas mismas fechas debían también definir el diseño del estand. El equipo comercial de Corferias se puso en contacto para confirmar si volverían a ocupar el mismo espacio de la edición anterior. Al decir que sí, aseguraron su lugar con un pago inicial, tanto para su estand principal como para el del Pabellón 8, donde estará Cohete, el sello de la editorial Laguna dedicado al cómic.
Este año el diseño del espacio de La Diligencia lleva la firma de Sergio Escobar, su gerente, y de Felipe González, editor de Laguna y uno de los socios del proyecto. Juntos imaginaron un lugar que no solo albergara libros, sino que invitara al tránsito, a la pausa y al encuentro.
A diferencia del año pasado, cuando una gran isla dominaba el terreno con entradas laterales, para esta edición decidieron fragmentar el espacio: tres islas independientes, conectadas por pasillos que permiten caminar y detenerse. Un gesto simple, pero significativo, pensado para que el visitante no solo quiera mirar, sino recorrer, vivir el espacio.
Una de las decisiones más sensibles fue repensar el corredor que daría hacia el Pabellón de España —país invitado de este año—, un pasaje que suele quedar en penumbra, con poco flujo de público. El año anterior los libros exhibidos allí pasaron casi inadvertidos. Por eso, en este se evitará orientar las mesas hacia ese lado y, en su lugar, se abrió el espacio hacia el interior, hacia la experiencia compartida.
La intención es clara: que cada lector pueda entrar y descubrir, que no haya un rincón sin mirada, una historia sin posibilidad de ser leída. En ese mismo espíritu de apertura y democratización —aunque todos los esfuerzos estén puestos en la feria—, La Diligencia no descuida su misión más amplia: acompañar a las librerías independientes y hacer que sus obras lleguen a todas partes.
“Como ya hemos crecido, este año vamos a tener gente trabajando en paralelo para seguir enviando a las librerías lo que va llegando. Así pueden tener las novedades al mismo tiempo que en la feria”, aseguró Violeta Gómez, quien dijo que, a diferencia de los dos primeros meses del año, marzo y abril eran como un torrente.
El martes 22 de abril se realizó el montaje del estand, y mientras eso ocurrió, en la sede de La Diligencia, se llenaron cajas con libros que durante esta semana ocuparon todo el espacio de las oficinas. A las 2:00 p.m. del jueves 24 de abril estas fueron cargadas en un camión que llegó hasta Corferias.
Este año la estrategia cambió. La intención fue adelantarse, ofrecer al equipo una visión clara de los libros antes de que la feria comenzara. En la edición anterior la preparación fue más apresurada, y muchos de los títulos que necesitaban un apoyo especial no fueron realmente conocidos hasta el primer día de operaciones en la FilBo.
Por eso, en esta ocasión, se anticiparon. Desde antes de Semana Santa enviaron a cada miembro del equipo los libros claves, aquellos que requerían mayor atención y apoyo, los que debían tener presentes en todo momento. Se reunieron el viernes previo a la festividad y, en un gesto de preparación, compartieron lecturas específicas con cada uno. No se trataba de leer el libro completo, sino de conocer su esencia, de comprender sus puntos claves y, lo más importante, de encontrar esos “ganchos de ventas” que facilitaran su promoción durante la feria.
Con este enfoque, confiaron en que no solo la feria sería más organizada, sino que los libros que más lo necesitaban tendrían un espacio asegurado en las manos y en la mente de quienes debían encontrar a ese lector para esa lectura.
Para Gómez, esta será una feria llena de hitos y de sueños cumplidos. Laguna, la editorial insignia de La Diligencia, cumplirá 18 años. Luna, otra de sus editoriales, cumple 16, y ellos, La Diligencia, cumplen 10 años abogando por lo independiente. Y por eso hubo lugar para pensar sobre el terreno que aún faltaba para que hubiese una “bibliodiversidad”. “La bibliodiversidad es esencial. No se trata de comparar lo independiente con lo comercial, ya que ambos tienen fortalezas. Sin embargo, lo crucial es trabajar juntos desde la independencia, pues es ahí donde radica el punto de quiebre para evitar que la política pública siempre favorezca a las grandes, como ocurre con la ley del precio fijo”, afirmó.
Por eso, para ella, la consolidación de estas “pequeñas victorias” desde lo independiente es quizá lo que puede ofrecer la resistencia necesaria ante la hegemonía que, en ocasiones, se impone en el mercado editorial.