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Así se grabó “La vorágine” en medio de la selva

Para lograr una adaptación fiel del abrumador escenario en el que transcurre “La vorágine”, el equipo de producción de la serie no tuvo más remedio que salir a grabar en los Llanos Orientales y la selva amazónica. Así fue como se construyó en pantalla ese paisaje que José Eustasio Rivera describió hace ya más de cien años y llega a HBO Max.

Santiago Gómez Cubillos

25 de julio de 2025 - 09:00 a. m.
La serie tuvo 230 extras de regiones como Casanare, Guaviare y Cundinamarca./ Ilustración: Francisco Pedraza
Foto: Quinto Color
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“Nadie ha sabido cuál es la causa del misterio que nos trastorna cuando vagamos por la selva. Sin embargo, creo acertar en la explicación: cualquiera de estos árboles se amansaría, tornándose amistoso y hasta risueño, en un parque, en un camino, en una llanura, donde nadie lo sangrara ni lo persiguiera; mas aquí todos son perversos, o agresivos, o hipnotizantes”, le dijo Clemente Silva a Arturo Cova al ver que sucumbía al delirio por el despiadado espesor verde que ambientaba su travesía.

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Este año, La vorágine, obra insignia de José Eustasio Rivera, engendró una nueva versión, una nueva vida de sí misma, esta vez desde la imagen. La serie inspirada en la obra de este autor colombiano se estrenó ayer en la plataforma HBO Max, dos semanas después de haber hecho su primera aparición en ocho cadenas de televisión nacional. Esta producción de Quinto Color, en alianza con el Ministerio de Tecnologías de la Información y las Comunicaciones (Mintic), se realizó con la idea de homenajear el primer centenario de una de las obras más importantes de nuestra literatura nacional, pero eso implicaba un enorme reto para el equipo de producción.

Cada adaptación enfrenta sus desafíos. El de La vorágine era bastante particular, pues existía un personaje que no podía ser interpretado por actor alguno: una selva inclemente. En la obra de Rivera, los paisajes no son únicamente escenarios en los que los protagonistas viven sus aventuras, peleas y encuentros amorosos. Allí, el terreno interviene constantemente y es la fuerza inamovible que encamina el desarrollo de la historia de estos personajes que están en constante pugna con él.

“Uno puede ir a la selva y darse un paseo viéndola como si fuera un jardín, pero no entendería realmente cómo es que se vive allá. La selva es difícil porque es un lugar en el que hay un combate permanente entre todo: los árboles, las plantas, los ríos, los animales, los hombres...”, afirmó el director, Luis Alberto Restrepo. En 468 horas de rodaje, él y su equipo se enfrentaron no solo a la difícil tarea de tratar de representar con un alto grado de fidelidad a Arturo Cova, Alicia, Narciso Barrera, Clemente Silva y los demás personajes que componen la novela, sino que también tuvieron que pensar en cuál era la mejor manera de mostrar en pantalla esa naturaleza inclemente por la que se movían estos personajes. Para él, la solución fue clara: debían adentrarse en la selva.

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No fue una decisión sencilla, pues incrementaba significativamente el costo de producción, además de implicar convencer a los actores de participar en una grabación que no sería fácil. “No es un lugar en el que vaya a haber aire acondicionado ni cerveza fría todo el día”, le advirtió Restrepo al elenco. Pero al final todos llegaron a la conclusión de que era un elemento indispensable para poder contar esta historia con el suficiente realismo y fidelidad que querían desde el principio. Para ello, en muchas ocasiones tenían que dormir en hoteles a dos o tres horas de los lugares de grabación e incluso ellos mismos se enfrentaron a esa naturaleza durante los días de rodaje.

“Esto es algo que hay que agradecerle a la producción, porque no hubiera sido lo mismo si hubiésemos grabado en una finca aquí cerca de Bogotá o si hubiésemos buscado un bosquecito cualquiera para hacer como si fuera la selva en lugar de ir a San José del Guaviare”, afirmó Juan Pablo Urrego, quien asumió el papel de Arturo Cova en esta producción. En esa conversación, también comentó que estar en terreno fue una circunstancia que afectó profundamente la interpretación del elenco. No debían actuar acalorados, porque realmente lo estaban. No tenían que fingir que los comían los bichos y que la humedad les pegaba la ropa a la piel, porque realmente era así.

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“En el llano teníamos momentos en los que el sol era inclemente y después se largaba un aguacero durísimo”, continuó el actor. Con esto estuvo de acuerdo Viviana Serna, quien interpretó el papel de Alicia en la producción. Ella se nutrió aún más de lo que este ambiente hostil le ofrecía, porque la hacía entender mucho más a su personaje. “Alicia también viene de Bogotá y nunca en su vida había pisado el Casanare, mucho menos la selva, entonces me servían todas estas cosas que me pasaban porque también las estaba viviendo yo”, afirmó la actriz, quien conserva algunas cicatrices que le dejaron las picaduras que recibió el primer día de grabación en Maní, Casanare.

A pesar de la incomodidad, Serna estuvo de acuerdo en que fue la mejor decisión, no solo porque le permitió ver de primera mano “las tormentas eléctricas más hermosas de Colombia” en el llano, sino porque aquí “la naturaleza es la verdadera protagonista”.

Por poner un ejemplo, en un momento de la novela en el que don Clemente Silva está guiando al grupo por la selva, Arturo Cova, narrador de la historia, recordó sus advertencias: “Él les aconsejó no mirar a los árboles, porque hacen señas; ni escuchar los murmurios, porque dicen cosas; ni pronunciar palabra, porque los ramajes remedan la voz”. La naturaleza en la novela no es paisaje, sino un ente con la capacidad de influir sobre quienes se atreven a pisar su territorio. No fue sino rindiéndose a ella y acatando sus reglas que el equipo detrás de esta producción pudo realmente contar la violencia de las caucherías que hace cien años José Eustasio Rivera inmortalizó en sus páginas.

Por Santiago Gómez Cubillos

Periodista apasionado por los libros y la música. En El Magazín Cultural se especializa en el manejo de temas sobre literatura.@SantiagoGomez98sgomez@elespectador.com
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