El Magazín Cultural

Así se hizo "Isla de perros", de Wes Anderson

Todavía está en salas de cine esta película animada que reúne a lo mejor de la animación en el mundo. La cinta, que se estrenó este año en todo el mundo, es una historia que, con el estilo de Anderson, logra cumplir todas las expectativas.

Camila Builes / @CamilaLaBuiles
10 de julio de 2018 - 05:52 p. m.
Imagen de la película "Isla de perros".
Imagen de la película "Isla de perros".

Isla de perros, de Wes Anderson, es una carta de amor a Japón. No a Japón en general sino a los cineastas Kurosawa y Hayao Miyazaki, que en todas sus cintas incluían la naturaleza, la espiritualidad y el silencio. Elementos no tan comunes en la animación occidental. “la historia podía suceder en cualquier lugar, pero empezó a tomar forma cuando nos dimos cuenta de que debería suceder en una versión fantástica de Japón”, dijo Wes Anderson en una de las presentaciones de la película.

 

Anderson, no solo se inspiró en el cine japonés. Su atención estaba puesta en los especiales navideños que pasan año tras año en los canales estadounidenses como Rudolph, el pequeño reno, de Larry Roemer y Kizo Nagashima. "Siempre me gustaron las criaturas en los films de Ray Harryhausen, pero fueron los especiales navideños los que realmente hicieron que quisiera hacer Isla de perros".

Para los fans de la animación stop-motion, el nombre de Ray Harryhausen seguramente suene conocido. Productor cinematográfico y técnico en efectos especiales, Harryhausen trabajó en películas emblemáticas del cine fantástico, como Jasón y los argonautas y Furia de titanes, y es uno de los mayores referentes de la técnica de animación utilizada en la última cinta de Wes Anderson.

Para Isla de perros, Anderson volvió a colaborar con Tristan Oliver, director de fotografía de Fantastic Mr. Fox y un técnico con amplia experiencia en el cine de animación cuadro a cuadro. Oliver trabajó en películas como Chicken Run; Wallace & Gromit, la batalla de los vegetales, en Paranorman para el estudio Laika, y en la épica película Loving Vincent, un film revolucionario y experimental que llevó la animación cuadro por cuadro a otro nivel (aunque basada no en figuras corpóreas sino en pinturas al óleo).

Jason Stalman, animador principal de la película, cuenta que su método para hacer la cinta fue realizar una animación previa con dibujos a lápiz: “con la cadencia y la atmósfera veo lo que busca Wes. Voy aplicando esos ritmos a la película. La forma de andar caracteriza al personaje y en animación es muy difícil reflejarlo. Al trabajar con Wes rodábamos videos con personajes reales. Proponíamos ideas para movimientos, gestos, estados anímicos que tenían que reflejar los personajes en su actuación. Y ahí se combinan la animación previa y los videos: era como un mapa para los animadores”.

Además de la fotografía, en las películas de Wes Anderson suele ser central la dirección de arte, y para Isla de perros, Anderson volvió a colaborar con el ganador del Oscar Adam Stockhausen y con Paul Harrod, que también trabajó en Fantastic Mr. Fox. Juntos imaginaron un Japón algo distópico (la historia transcurre veinte años en el futuro), que mezcla el urbanismo de los 60 con el período Edo del siglo XIX. Para ello se realizaron 240 mini-sets para los cuales todo se construyó a mano, incluyendo las olas y las nubes, hechas con algodón.

Al contrario de Fantastic Mr. Fox, que contaba con una paleta otoñal exuberante llena de tonos cálidos, la mayor parte de Isla de perros transcurre en un basural lleno de colores desaturados, algo que representó un amplio desafío para amoldarse a la estética tan particular del director de Los excéntricos Tenenbaum y Vida acuática.

La isla llena de basura fue segmentada por colores. Primero, al conocer a los héroes del film, un grupo de perros que colabora con un niño para encontrar a un perro perdido, se ve un paisaje de metales ferrosos y oxidados, la típica imagen de un basural lleno de chatarra. Luego, una zona blanca repleta de diarios, una playa negra colmada de monitores CRT viejos y baterías de auto y varias zonas más en donde también aparece la codificación por color de acuerdo con los objetos que conforman la mayor parte de la basura de la zona, en un trabajo que hace referencia a las imágenes de Edward Burtynsky y Chris Jordan, fotógrafos que han trabajado documentando enormes pilas de basura.

“Intentamos que unos pedazos de metal, goma y silicona transmitieran algo. Son objetos inanimados, pero hay que darles vida. Es como si se esculpiera la actuación. Es lo que hacen los niños cuando juegan. Me lo planteo como una escultura en movimiento”, dijo Mark Waring, director de animación. Darle vida a los perros fue más compleja, pues había que capturar los detalles de cada movimiento animal. Para eso tuvieron un lugar con algunos perros que fueron grabados durante semanas para captar cómo se sentaban, cómo miraban.

Para las figuras de perros se utilizó alpaca y lana merino, de las que se usan para los típicos ositos de juguete, y resina para las figuras humanas, que proveen un look particular ya testeado por los animadores de Laika en Paranorman. Estudios como Laika aprovechan al máximo la tecnología e imprimen grandes cantidades de cabezas y rostros con diferentes expresiones, aprovechando la técnica de la impresión 3D, que permite ahorrar mucho trabajo en la animación y creación de personajes. “Aunque tengamos los mejores decorados y muñecos y esté todo listo, es el animador que, detrás de un telón negro, aporta a la escena la emoción y la vitalidad necesarias”, según  el productor Jeremy Dwason.

Todo el ambiente de esta película está inspirado en el trabajo de Kurosawa, (películas como El perro rabioso, Los siete samuráis, Trono de sangre, Ran). Sin embargo, Anderson agarró elementos del arte japonés Ukiyo-e. Producido sobre todo durante los siglos XVII, XVIII y XIX, este estampado japonés comparte algunas características con el estilo visual de Anderson, caracterizado por su look pictórico lleno de encuadres simétricos y ensambles de personajes. En particular, se tomó como referencia el trabajo de artistas como Utagawa Hiroshige y Hokusai, autor de la conocida obra La gran ola, de Kanagawa. Además, es importante en Isla de perros la influencia de la arquitectura metabolista, en especial el trabajo del arquitecto japonés Kenzo Tange.

Según Paul Harrod, director de arte, la idea era crear una estética situada veinte años en el futuro, pero "(…) no veinte años a partir de hoy. La idea era imaginar cómo sería el futuro del Japón de 1964". Otros arquitectos, como Frank Lloyd Wright, también sirvieron como fuente de inspiración a la hora de construir edificios y decorados que combinaran arquitectura japonesa tradicional con una línea más modernista, propia del siglo XX. Las diversas capas y abundancia de líneas horizontales resultan apropiadas para la forma de encuadrar de Wes Anderson, acostumbrado a los grandes planos frontales y la simetría.

Por Camila Builes / @CamilaLaBuiles

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