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En cada frase Amelita Baltar reitera que el tango es porteño. Lo hace casi con la misma insistencia con que dice que ella también nació en Buenos Aires y que cada rincón de su ciudad le da la potestad para interpretar el género de arrabal.
Canta genuinamente, pero también siente y actúa. Por esa característica interdisciplinaria es la invitada al evento de cierre del Festival Iberoamericano de Teatro, al lado de su colega Juan Carlos Godoy y de la Orquesta Sinfónica de Colombia.
¿Cómo fue el paso del folklore al tango?
Antes no había ninguna cantante de tango que pudiera recitar y actuar. Antes cantaban simplemente, pero un día vieron cómo yo cantaba y cómo interpretaba y me invitaron a hacer tango. El arte es para divertirse, en el buen sentido, no para hacerlo como un payaso, pero se tiene que colmar el espíritu.
¿El tango y el folklore argentino están muy distantes el uno del otro?
Para mí son bien distintos. Está por un lado el folklore con sus chacareras y todas esas manifestaciones tradicionales, es del interior del país. En lugar el tango quedó relegado a Buenos Aires, no a la provincia, a la ciudad. El tango es la música de la capital federal de Buenos Aires. El folklore no tiene nada que ver con el tango.
¿Cómo fue su proceso de pasar de Astor Piazzolla al tango tradicional?
En el tango yo empecé con Piazzolla. Luego me separé de su propuesta y es él mismo el que me aconseja hacer tango tradicional por las características de mi interpretación. En 1975, después de sus palabras, comencé a leer el tango clásico y me encantó. Desde entonces canto Piazzolla y hago tangos tradicionales.
¿Cómo recuerda el primer encuentro personal con Piazzolla?
Lo recuerdo como nada porque él en ese entonces no era un músico tan reconocido. A mí me sonaba en la oreja que era un señor que hacía algo moderno, pero nada más. En ese entonces Piazzolla comenzaba a sonar.
¿Por qué ‘Balada para un loco’ sigue siendo el tema más recordado de Piazzolla?
Ojalá yo pudiera explicarlo. Es una invitación a la ternura y a evadirse de la rutina entre dos personas que se encuentran y quieren amarse. Esa canción eleva el espíritu, es apreciar los detalles y es una fotografía de Buenos Aires.
¿Implicó alguna dificultad interpretar la operita ‘María de Buenos Aires’?
Ninguna dificultad. Eso es lo que provoca tener 24 años. Es que yo era una inconsciente. La ensayamos muchísimo porque como era un oratorio teníamos un atril con las letras, pero yo fui la primera en quitarlo de enfrente. La historia era tan dramática, que yo me la apropié.
¿Por qué no había venido a Colombia?
Me parece increíble que yo estoy cumpliendo 50 años de carrera musical y Colombia, un país que se dice tanguero, nunca me había invitado. Son unos ingratos. Tengo grupos de seguidores allá, pero son esas cosas absurdas que nos pasan a los artistas.
¿Cuál va a ser su repertorio en Bogotá?
Será una sorpresa. Mi equipo de producción envió unos arreglos para la Orquesta Sinfónica Nacional y ahí podemos encontrar temas de Piazzolla, piezas tradicionales y creo que interpretaré un poema mío. Yo escribo desde muy pequeña, pero es hasta hace poco que me aventuré a mostrar lo que hacía. El concierto será sorpresa incluso para mí.
Este domingo, 7 p.m. Clausura del Festival Iberoamericano de Teatro. Plaza de Bolívar. Entrada libre.